Ser, en jaurías de gritos, casi a solas, en la sombra de nadie.
El vacío en oleadas sin límite.
Frío, otra vez, otoño en la nada.
El exilio del fuego
Si hubiera en mí un tsunami capaz de otro destino sin nadie a quien ahogar, sin abismos de sed que me silencien…
Pero no, sus corrientes, apenas la existencia de otro clima, la sanación errónea de mi piel,
instantes de quietud, algo de libertad,
pulsiones de esplendor que justifican el exilio del fuego.
Fábulas de nieve
Mantengo en cuarentena mi amor por Blancanieves y a todos los enanos,
excepto al gruñón,
por su eterno reproche, porque le dan lo mismo las mujeres los príncipes y espejos y la eterna obsesión de alguna canciller, (quizá fuese la bruja)
saber si la más bella se ha teñido de rubio o es esa morena del peine envenenado que dio a un pretendiente corazón a destiempo. Y para su extravío también una manzana y zapatos de hierro que luego fue cristal recalentado.
Ya sé que mi versión no corresponde al cuento (fielmente).
En ciertas ocasiones disfrazan a los niños de dóciles enanos y los juntan de a siete, un coro entre paréntesis cantando diálogos de falsa realidad azotada por esbirros del silencio.
Tan sólo aquel gruñón es un rojo desorden, el grito de un esclavo que no acepta la cruel tiranía de un reino rebosante de plebeyos
que roban y proclaman con fábulas de nieve sus mentiras
… o una prima de riesgo?
José Luis Villena
De rodillas
Mientras me inclino calla en mí la ira, se amansa el griterío y la desesperanza y no me queda más lugar que el recogimiento, más medida que este cuenco de carne, ni estar que no sea mi propia vida postrada bajo el haz de la vidriera que me brinda el amparo de su espejismo.
Sólo al rendirme al miedo inevitable se sosiega la furia como algo ajeno y el esperpento transforma la gramática de todo lo que temo en todo lo que digo, mientras mascullo el puro disparate y los nombres del pánico en un murmullo impensable y subyugado.
Arde la hez del silencio en los cirios, arde como un tiempo de cera y humo imposible de entender si no es ardiendo como una vela dúctil, como una llama desprovista entre las sombras.
La vida aquí no es eterna, pero es de piedra fría y susurrada, de piedra esculpida por el vaho de las oraciones nacidas de la fe de un sindiós que pende de la angustia de estar vivo,
mientras alza sus rezos sin consuelo, mientras vacía la boca de temores, mientras llora su muerte de rodillas.
Message in the bottle
De la muerte de hace un rato vengo, improbable y redivivo, de la mirada sin párpado que todo lo sabe y que todo lo ignora; vengo del don del azar, y de mi propia costilla, de la apuesta al sin par mecanismo que sostiene mi luz y mi historia, toda ella, en el aire.
Lo más exquisito, la voz más lejana, en el aire, como si del humo fuera cuanto digo y se me escurriera el tiempo en mantenerme sobre un equilibrio que no existe.
Aun así, hoy es veintitrés de Abril en este lado del mundo y es el año dos mil cinco. Para quien lo lea. Queda escrito.
El azar reparte inicios
Si estalla la exactitud de la sabiduría y el fiel de la justeza es como un traspiés en el abismo,
si amanece poco sol y es de piedra, bajo, mineral,
si el tiempo reza el viejo artificio de los segundos y la noche aún no viene,
si jura en vano significados la palabra y el silencio llega a las puertas de la nada y es nada su pálpito y es nada su sombra y nadie de nadie es,
entonces el azar reparte inicios y lo muerto muere de nuevo y en el vientre del mar estalla el agua.
Así el azar, así el milagro, así el orden sucesivo del misterio.
Entre la pléyade de amigas y amigos en estos ocho años se han casado y divorciado casi todos. En mi pared, una ventana va contigo en tus pasos y en tu insomnio. ¿Sabes cuantos eclipses parpadean en mi silencio? Este calendario rota y rota sobre sí mismo.
Entre tu jaula y la mía aun cae el rocío.
CINEMASCOPE
Si. Es verdad que no duermo, pero da igual. Mirando las imperfecciones del cielo raso repaso las arrugas que asoman en tus mejillas. Si. Es verdad, el techo este es un cine de fantasías desde el que me sonríes y me pregunto por qué aun sueño contigo.
MUJER QUE MIRA COLORES EN UNA PARED
Si llegas hecha verso y metáfora desenredando tu ADN de maga, balanceando tu existencia de penumbras o mirando de revés la tómbola de tus años, quedarán tus huellas en mi pared. Si llegases -octosílaba, silente- danzando y alumbrando el último adjetivo, masticando una calle de favelas, tiñendo de sangre tu luna menstrual, dejarías tu alma descansando en esta ventana.
DOBLEZ
Camíname después de las orillas, en otras ramas, dibujando en la periferia estos ángulos que matan.
Cada esquina un vórtice que nos mira.
Un vals de ballenas en el ajedrez planetario.
Esta fuente gorgotea sangre de unicornios, tan mal está nuestra sociedad. Las muchachas se pintarrajean como si con eso acunaran horizontes. Las manos líquidas de labiales trasvestidos inoculan falsos pentagramas, no hay año bisiesto en una uña que maquilla, en un labio que se pudre en una tumba. Esta fuente se deshace y arroja pelucas al viento. ¿Quién caminó sobre sus pecados a medio confesar? Desvistieron cada muñeca y ocultaron sus lágrimas entre tanto reloj sin cuerda. ¿Dónde estuvo la señora muerte en sus zapatos blancos? ¿Dónde quedó el verde que te quiero verde si solo hay humo en la memoria? La densidad misma, tarjetas de crédito y plástico en todos los océanos.
Esta fuente, esta fuente… Esta fuente gorgotea sangre de unicornios, tan mal está nuestra soledad.
Prosa
UNA MANO MUERTA SALUDA MI NAUFRAGIO
Todos los puertos están clausurados. Canta mi canción, leva tus anclas, estruja mi sombra. La tarde cae y caen tus lágrimas, así, de soledad inmune.
EN TRÁNSITO SIN MÁS ADICCIONES NI FALSAS EXPECTATIVAS.
Dejar que la noche se devore a sí misma en algún oscuro rincón del alma, deshabitar aquellos hilos que alguna vez fueron puentes luminosos apretando ese destino hacia una calle sin salida, intentando resolver, a golpes cotidianos, una ecuación desde el inicio mal planteada, una esperanza inocente que se diluye ya en pasos perdidos tras la luna.
Abandonar caminos de fantasía y espejos, triturarse los ojos, las manos, las rodillas; arrancarse los sueños dejándolos ir hacia cualquier cementerio, solo rosas negras serán pasaporte hacia el olvido, una larga cadena de amaneceres y lluvia que ya no me revivirán, negras rosas de silencio, rosas de vacío implacable, horizonte preso en nunca más voltear la vista. Huérfano, ahora, de vino y tabaco, madrugando sin norte, voz perdida en la arboleda. Tanto ir solo a estrellarme, a repensarme solitario escudriñando viejas huellas en arena, un triste canto de gaviotas sobre un mar embravecido, una gran circunferencia que abandonó su centro, inútil reloj durmiendo sin horas, estrella muriendo lejos de cualquier constelación.
Unos resabios amargos de voces me aguijonean a la distancia. Se ha ido la luz, el multiverso no amanecerá en mi desayuno; ninguna plaza volverá a triangular esa distancia, la pandemia será apenas una anécdota, un paréntesis de temor y mascarillas, la hora final en un juego de abalorios diluidos, un punto aparte en sonrisas que no veré, una lámpara sin combustible mirando por última vez al infinito.
Es la hora de tatuarse un sol muerto, de clavarse las uñas en la garganta, arrancarse uno a uno todos los versos que, atragantados, esperaban la vida. Esta es la hora, la de caer al pozo ciego, inmisericorde, en la contraportada de un libro que no se volverá a transitar, palabras sin sentido, gramática esquizoide en un silabario de hojas marchitas.
Aquella hora en ese huerto donde el todo nos abandona, cuando el silencio nos golpea a gritos en los huesos y la noche nos besa los ojos.
La última cruz, sin salvoconducto, directa a la muerte segunda, un remolino ciego blandiendo su estocada final, sin despedidas, ningún obituario; un corte perfecto y limpio llevándose los dedos del espíritu. La última cruz, trazada en el aire con lágrimas de sangre que no se recordarán.
Llueve ahora. De medias hojas, de medias lunas, llueve. Rojos hilillos me atraviesan.
Es la hora de tatuarme todos los soles muertos.
TODO CRÉDITO TIENE VENCIMIENTO
En este callejón sin salida, la muerte me arrincona, me ofrece un año más de vida a cambio de mis manos. Sin emoción alguna advierte que mi tiempo se ha terminado, que nada puedo hacer sin saltarme esta larga cadena de aspiraciones y remordimientos, solo me apunta y exige: mis manos por más vida.
Le respondo: tu cabeza por un año de lluvia en un calendario bisiesto.
No se lo esperaba, baja su capucha y saca de entre los jirones de su capa, una baraja que me ofrece. Naipes cotidianos, todas las postales aún no dibujadas, una colección de sermones y batucadas, inútiles timones en barcos olvidados, llaveros inservibles en noches de eclipse, ruidos apenas audibles para una carabela que flota en una nube de luciérnagas; me entusiasma con viajes a diestra y siniestra. Siniestros, más bien.
Yo también insisto: tu guadaña y un volcán boca abajo.
La muerte no renuncia, nunca lo ha hecho, por lo que sé.
Extiende frente a mí un tablero de cementerios fugaces y rotos, una cierta amalgama de ofrendas amarillas y oscuras, una total muestra tipo feria transuniversal, una tempestad de algoritmos en un cuaderno de agua, pasos lentos en tres dimensiones; intenta ganar su partida, es decir, mi partida…, pero yo tampoco renunciaré, no ahora.
Negociando con la muerte pasaron estos años. Sí. Y tuve hijos, huertos, amantes, amores que no fueron pero que igual fueron y dejaron otros caminos en medio de agujeros negros y enanas blancas.
No toqué sus cartas a pesar de su asombro, me negué a sostener su violín o a caminar sobre sus ojos. Truqué y retruqué cada astilla de su tiempo, enarbolé toda raíz que brotó en mis sienes, no dejé piedra lunar sobre venus y trepé, trapecista sin vértigo, hasta el último cuadrante.
No sé si fue una tregua. Alzó su diestra y me mostró la torre Eiffel. Orgullo, dijo, solo una vez.
Es lo último que recuerdo en este quirófano en el que me arrancan el corazón.
Acerca del autor
Jorge Alejandro Neira Rozas nació en Chile; es antropólogo de profesión, poeta y cuentista. Escribe desde su juventud apareciendo su primera publicación en 1975, como integrante de un poemario junto a otros dos destacados poetas nacionales: José María Memet y Gustavo Becerra.
Fue luchador social contra la dictadura de Augusto Pinochet y debió exiliarse. Retomando la escritura en 2013, en 2018 ve la luz su primer libro «De nostalgias y caminos».
Al día de hoy, Neira Rozas cuenta ya con seis libros terminados, de los cuales «Mujeres de luz y sombras» está en proceso editorial y «Peldanne» siendo prologado.
El autor es miembro de número de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile)
Sentada frente al mar bajo la calma de las olas rompiendo, con sus voces de piedra es muy fácil pensar que el mundo es bello.
Mientras mis hijas juegan en la playa la espuma de algún dios de pacotilla posa suave en mis ojos el extraño sabor de la armonía.
Aquel barco pesquero que regresa perseguido por miles de gaviotas Esta brisa, esta luz, este poema…
Sentada frente al mar sería fácil volar también con ellas y subirse al alto del paisaje, pensar a voz en grito que la paz es posible.
El mundo se desangra en mi mirada por un cuerpo de niña de Kabul y es difícil sentarse frente al mar sin separar el agua de las lágrimas.
Puedo oír las sirenas convertidas de pronto en ambulancias aparcando el horror frente a la entrada de una escuela hospital, aquí tan cerca.
Ese cuerpo me sigue a todas lados cojea en mi retina, en mi cabeza en la terca cojera de mis manos arrastrando palabras, sin saber bien del todo, si este frío en la punta de los labios es la pierna amputada de una niña o la sangre de alguna de mis hijas alcanzadas de pronto por las balas.
(Esta vieja obsesión que me persigue de sufrir por los hijos que no sufren, de llorar de repente en cualquier parte…)
Pero el mar sigue ahí, y ellas persisten levantando castillos en la arena y es difícil negarles si me miran la sonrisa más cálida y más tierna.
Esta brisa, esta luz, este poema aquel barco pesquero regresando perseguido por miles de gaviotas…
Esta mujer que ríe amargamente porque el mar sigue ahí… también sus olas.
Morgana de Palacios
Peligrosa
Pervivo en una especie de desierto en que los hombres son un campo abierto a las contradicciones y soy como una oscura profetisa que a la hora de amar siempre divisa sus circunvalaciones.
Voy más allá de mí cuando adivino quién dejará su instinto en mi camino de malherida rosa por decir una flor que hermosa rime con una realidad que legitime ser peligrosa.
Porque lo soy, sin darme apenas cuenta. Lo soy porque mi letra es una afrenta cuando un hombre me miente, y me han mentido siempre, tanto y tanto, que voy curada de cualquier espanto, creciéndome en el diente.
No me escondo ante ti. No soy perfecta ni sublime mujer ni loba abyecta. Sé objetivo conmigo. Necesito creer que hay algo cierto y me escribes a pecho descubierto. El mundo por testigo.
Alejandro Sahoud
Pájaro félido
¿Quién gritará tu nombre con la tarde en la boca?
Desde tu pelo sube un pájaro a mi pecho vegetal y brumático. Sube un pájaro terso con frente de pantera y aletear de mar calmo encima de mis vientos.
Cierra la puerta al aire que te roba esos besos celestes . Enciéndeme con ellos tus inciensos de angustia. Vuélvete barcarola en éstas las manos de mi sangre. Vuélvete unicidad sedosamente pausa de lo eterno e invulnerable al día de los vivos.
Y que nadie te llame. Vuélvete a su palabra un espejismo cuando habitas mis cosas.
La poesía del arrebato (corriente literaria en que se basó el proyecto Ultraversal) debe su nombre a la propuesta de improvisación en que dos autores se desafían en tiempo real a responderse con poemas. Es un ejercicio de agilidad y coherencia que permite demostrar el dominio de la técnica tanto poética como de discurso.
Cárceles y causas (improvisaciones en tiempo real)
(soneto – arte mayor – pareados – rimado)
Yo no te mentí nunca. Te dije que no soy más que el rescoldo oculto en la ceniza vieja, el humo que se expande inasible y no deja ni la más leve huella de los pasos que doy.
Lázaro imprevisible, resucito si estoy absorta con un rostro que la luna refleja mas cuando llega el día, la tumba que no ceja me requiere a su sombra y hacia su sombra voy.
Todo me es cárcel, todo, salvo mi pensamiento, larga la pena larga en el penal del viento que no precisa rejas para echar sus cerrojos.
No me quieras querer, no soy la primavera, sólo ceniza y humo en tránsito y entera toda la muerte, toda, se florece en mis ojos.
Morgana de Palacios
Todo me es cárcel, todo, menos la libertad el cerrojo que ciñe mi puta humanidad y el látigo en mi boca.
Carcelera del precio de la roca carcelera tenaz sobre la soledad que descoloca, sobre todas mis fugas va tu instinto, asesino y procaz
Si me muriera ayer desde la muerte, si no fuera este grito, ni tus cadenas unieran a mi suerte su recurso maldito, toda mi voluntad sería inerte.
Toda esta furia sorda en que me hundo valdría acaso la ira en que te irrito desde lo demencial que hace a mi mundo.
Gavrí Akhenazi
Todo es circunstancial cuando tiras los dados de la furia fugaz. Alma sobrecogida en el intento gris de acaparar la vida trascendiendo sin pausa, versos accidentados.
En la frontera fértil de tus acantilados columpio mil vocablos con sabor a manzana y nadie encontrará la pasión de morgana porque en el lado oscuro mantiene sus reales.
No es la razón de ser de los hombres cabales que no han de traspasar su cerrada ventana.
Por si quieres hablar del rumor del pecado de la desolación que nos marca la vida, de por qué mi canción suena a causa perdida, recuerda, por favor, que no tengo pasado ni creo en los futuros de terciopelo ajado, ni finjo algarabía si hablo con verdad.
Me someto al decreto de la banalidad sólo por hacer dedos desde cualquier teclado. Si miras lo profundo de mi verso acerado verás que no comulgo con la casualidad.
Morgana de Palacios
Una causa perdida ya no tiene remedio ni en tu boca que canta ni en tu boca de tedio. Una causa perdida es un rincón oscuro una ansiedad a medias, un parto prematuro.
Una causa perdida es también una meta una propuesta al viento que rompe una veleta para que ya no existan los puntos cardinales ni las mediocridades ni las banalidades.
Una causa perdida es la luz de un proyecto que se mantiene siempre altanero y erecto. Una causa perdida es un sueño a futuro. Para soñar tal causa, hay que nacer impuro.
Igual que una luna en llamas que en metáforas se empoza damos a luz la palabra con cruces de la memoria. Abrimos senderos íntimos que dejan al mar sin olas y la tinta sangra y sangra por nuestro parque de sombras.
Pero ocurre algunas veces que el sol se nos desmorona y no podemos plasmar el grito, el llanto, el aroma del alma que va por libre sobre el blanco de las hojas y es cuando miro al reloj despojado de sus horas y en el mapa de mis ojos se reflejan las palomas.
Cuando la música llega a desaguar en mi boca, la poesía me llama con su voz arrulladora. Entonces me arrugo en mí igual que una caracola y en introspección me escribo y el poema se desborda.
Pero ocurre algunas veces que el sol se nos desmorona y no podemos plasmar el grito, el llanto, el aroma del alma que va por libre sobre el blanco de las hojas y es cuando miro al reloj despojado de sus horas y en el mapa de mis ojos se reflejan las palomas.
Cuando la música llega a desaguar en mi boca, la poesía me llama con su voz arrulladora. Entonces me arrugo en mí igual que una caracola y en introspección me escribo y el poema se desborda.
Iza velas compañero timonel de las palabras y a la orilla de las horas ponle música a tu alma dirigiéndote sin miedo hacia el noray de mi abra donde rugen los silencios y los siglos de nostalgia.
No tengas miedo y expresa qué te duele, qué sed alta te está quemando por dentro y se enraíza con saña en el fondo de tu mente, las palabras susurradas que temen salir al aire y son aves que no cantan.
En mi isla de sigilo allá donde guardo el arca de metáforas y versos siempre encontrarás la calma.
Amigo de tus amigos no defraudes a tu dama.
Ella guarda mi armadura yo en el alma su requiebro, pienso llevarme a la tumba este amor, todo desvelo y no pienso olvidar nunca su nombre de altos cerros..
Por favor, pido a la luna que cuando crucé mi cuerpo el túnel a sierras pulcras me devuelva su recuerdo y le susurre a mis dudas su mantra edénico entero.
Ella guarda mi armadura, yo en mis arterias su verso, mi pasaporte de runas para salir del infierno:
¡Son poemas de alta cuna!, dirá seguro el barquero.
Ella guarda mi armadura, yo su sonido en stereo
Morgana de Palacios & Gavrí Akhenazi
Pleamar
En las islas de tu nombre hay pájaros veraniegos.
Un hecho del mar, tu boca, para mi río de muertos que desagua algunas veces sus peores pensamientos en su rutina sin sol sobre tus playas sin miedo.
En las islas de tu nombre hay pájaros extroversos.
Un hecho del mar, tus pájaros sobre el camino desierto que sobrevuelan constantes –como a historias de misterio– la sequía de mis pasos desprovistos de alimento.
En las islas de tu nombre hay pájaros a destiempo.
Un hecho del sol, tu mar acantilado de besos, amurallado de pájaros, desabrigado y esbelto que con sus manos de agua va moldeando mis silencios.
Cuando mi boca se calla, un hecho de amor, tu gesto.
Gavrí Akhenazi
En las islas de tu nombre un cuervo tutela alondras que en lengua romance dicen lo que murmuran las sombras.
Cuando el sol quiebra el ocaso y la noche se transforma en la escalada de odio que al sur de tu sur zozobra, me han dicho que los misiles caen a cientos en la zona, que son días de matanzas programadas peligrosas, que las alertas no cesan en sus gritos a deshoras, que se incendian edificios, bosques, desiertos y rocas.
Que siguen acuarteladas en sus cuarteles las tropas, con la paciencia perdida y un «alto el fuego» en la boca que no cumplen las naciones de la muerte expendedoras.
Qué pasará si el poder con su mano temblorosa aprieta el botón del pánico y descarga cuatro bombas contra Irán y los sicarios del terror que en Gaza flota como el venenoso aliento traicionero de las cobras.
La información que nos llega desorienta más que informa, porque pocos son veraces con la realidad rabiosa y menos los que dan cuenta de las manos tenebrosas que en la guerra de desgaste trafica con sangre roja.
Tú escribes por olvidarte un rato de tus pistolas, y yo porque no me olvido de la luz vertiginosa de esos misiles que estallan sobre el rostro de la aurora.
Morgana de Palacios
Décima espinela
Ángeles Hernández Cruz – Ana Bella López Biedma
Encadenados a la esperanza – Paisajes de interior
Ángeles Hernandez Cruz
Ana Bella López Biedma
Hoy quiero que fabriquemos una gran cometa blanca que nos sirva de palanca y arranque el mal que tenemos. En su vela pintaremos flores de vivos colores que ahuyentarán los temores, los llantos y pesadillas. Volverán las maravillas con eco de cantadores.
Con eco de cantadores, volando en nuestra cometa, veremos la silueta del monte de los amores. Te pediré que no llores por los que se han apagado que estarán al otro lado arropando nuestras vidas. Aun con las almas heridas el dolor será olvidado.
El dolor será olvidado y nuestro Teide orgulloso destacará siempre hermoso aunque el día esté nublado. Lo perverso desterrado, nos hará ser más humanos, generosos, más cercanos, aunque quede algún mezquino. La esperanza es como el trino de un canario en nuestras manos.
Abro la ventana. Llueve con su arpegio gris plomizo. En mi corazón granizo y en mis ojos pura nieve. Busco un gesto que me lleve hasta un paisaje de sol, un roce de tornasol a esta foto en blanco y negro. Una sonata en allegro a mi pena en Mi Bemol.
Cruza el portal, el bolsillo lleno de arrojo, aventura, y un toque sin calentura. Juega conmigo chiquillo a ese corre que te pillo que nos devuelva a la infancia. Retemos con elegancia a este tiempo que nos toca. Tiremos a quemarropa sin mirar la circunstancia.
Inventemos mil paisajes de vinilo o mazapan, lugares a los que van solo los que inventan trajes sobre torpes fuselajes con los que subir al cielo. Convirtamos cada anhelo en la real realidad. Solo aquí somos verdad que en su verdad alza el vuelo.
Puedo olvidar mi cita con el médico las gafas, el teléfono o el paso castigador del sol de mi hemisferio pero nunca su voz, ahí no hay trato. Su voz me trae de vuelta del infierno.
Hace algunos otoños, tiempos malos para la de la voz, pedí en secreto a mi Dios sanador en desacato: “Permítele vivir, yo te lo ordeno. Y busca en el jardín de tus finados las memorias de Juan, el marinero”.
Dios cumplio aquel mandato y un catálogo de versos tramontanos y te quieros nos marcaba la ruta por océanos tan solo navegables en los cuentos.
Viví días felices al amparo de su voz medallistica de ensueño olvidando con ello que el naufragio estaba por llegar. Los sortilegios practicados por Dios conllevan altos impuestos que abonar. Ya no recuerdo la letra ni el arpegio de aquel canto que levantaba oleajes en su pelo. Dios se llevó mis barcos, mató a Madison.
Hoy solo reina un Juan: el de los muertos.
Eugenia Díaz Mares
Sin consuelo
(romance heroico)
Yo quise unir mi llanto con el tuyo en busca de consuelo a nuestra pena, abrazarnos callando nuestro espanto de verla que quedaba bajo tierra, perdida para siempre entre las flores al quedar sin aliento y sin estrella.
Rechazaste mi mano y te encerraste en el infierno solo con tristeza; Me has dejado vivir sola mi lucha. Cegada me abrí paso entre la niebla para encontrarte hundido en tu silencio, con candado en la voz y en esa celda donde pagas las culpas que no debes, sin encontrar reposo con tu entrega.
Quisiera descansar y que descanses llorando junto al mar aunque nos duela.
Morgana de Palacios
Baja las armas
(quintetos)
El diablo me observa desde la sombra con gesto displicente, me inhibe el roce con tu boca pausada, la que me nombra en la carrera diaria y hasta se asombra de este empecinamiento que desconoce.
El diablo no sabe de mis anhelos ni de la guerra santa que me desvela. No sabe que atravieso todos los cielos como un águila oscura de altivos vuelos hacia la luz amante de tu candela.
El diablo del tiempo me desespera con sus cambios de horario sobre mis risas, pirocúmulo extraño para la espera del incendio que llega y que persevera cuando para mis ojos te descamisas.
Gavrí Akhenazi
Mar de viento
(romance heroico)
En la ecuación final, cálida y ágil, quiero tu nombre aquí, si es mi derecho ser el que te ha besado la palabra en la infidelidad de los deseos forzandote a vivir de cara al sol las incomodidades del secreto.
No he conseguido pronunciar tu boca con el rubor de un niño descubierto lanzando papirolas de amargura al alféizar sin tiempo de tu tiempo porque me he dedicado a ser el hombre que se ha gastado el negro entre tus pechos la cruda noche en que tu navegante ha debido enfrentar mi mar de viento.
Hemos viajado por la vida entera irrespetuosos y en espacio abierto, porque escribir de cara a tu mirada representa un desnudo a fuego intenso, que derrite su cáscara de espanto mientras nace de él este hombre nuevo.
Te dije siempre, traducción mediante, que el judío te nombra «su consuelo», en esta amante edad que llega tarde a provocarnos el renacimiento.
Nejama, mi nejama, mi guerrera, que empapeló mi tumba con sus versos.
Idella Esteve
Ocaso y ciprés
(serventesios)
Deprisa o demorando recorro mi camino y voy desaprendiendo aquello que dolía por no querer llevarlo al fin de mi destino para que no se torne en mi última agonía.
Se me apaga la luz y se me enciende el llanto; las lágrimas no sirven ni siquiera en la sombra; se abotargan los ojos, permanece el quebranto, nada se nos olvida y todo se renombra.
Y con supremo esfuerzo en momentos extremos hago acopio de vida para verme feliz, -lejanos son las losas, cipreses, crisantemos- sonriendo al horizonte como una buena actriz.
Ana Estepa
Desde que me despierto
(romance heroico)
Desde que me despierto hasta que duermo llevo mi delantal como estandarte, con mi niño montado en la cadera y mi pecho dispuesto a amamantarle.
Desde que me despierto hasta que duermo cocino, plancho, limpio y tejo el aire que se enreda en las curvas de mis venas y me llenan de vida para darte.
Desde que me despierto hasta que duermo espero a que regreses con la tarde mientras pasan las horas y en la espera me dibujo los labios de besarte.
Desde que me despierto hasta que duermo el brillo de mis ojos se reparte entre el vaivén del viento por la hierba y en contar los segundos para amarte.
Isabel Reyes
Nueve lunas
(cuartetos)
¿Ves aquélla mujer mecer la cuna? Parece tan posible y tan cercano tocar el horizonte con la mano, uncirle un cielo nuevo a la fortuna…
Nueve lunas comió una por una ese vientre crecido del rellano; las tibias levaduras del arcano leudaron en sus pechos una duna.
¿Adviertes la patada inoportuna la náusea repentina y el desgano? ¿La larva del antojo a contramano de ese cuerpo por dos, su raya bruna?
La punta del pezón como aceituna que espera el amasar de su artesano ya sueña con la vida mano a mano ¿Has visto a esa mujer mecer la cuna?
María José Quesada
Floración del almendro
La noche se ha inclinado en el almendro rozando su clavícula en las ramas y al ir a recogerse los cabellos caídos hacia un lado de la cara se ha roto su collar de cuatro espejos y todo en el almendro ahora es luz blanca.
Tierras cansadas. Regadíos estériles. Muchachos en el infortunio. Tormenta. Tú. Yo. El sur. Aroma de mormentera. Las siglas que nos protegen. Un dedal de Peter Pan.
Dentro de la expresión literaria existen muchas formas y fórmulas al uso. En este caso, hay una relación muy estrecha entre cada código elegido por el autor para manifestar su mundo interior; cada verso es un código y todos se sincronizan para formar la idea general, pese a la brevedad del discurso y la ausencia de metáforas complejas a la que están acostumbrados muchos escritores.
El título es muy acertado. Conceptos básicos para entender la vida actual de uno son el origen, dónde se nace, el primer amor o relación.
En la encarnación uno elige, incluso, el punto de partida. En este caso es, o parecer ser, el sur de España. Que es básicamente lo que expone a mi entender el autor.
Los primeros tres versos hacen referencia a la situación actual que se vive en el Sur, zona de agricultores, hosteleros y pescadores, mayormente, que se ha visto visiblemente afectada debido a la crisis provocada por la pandemia. Y hacen referencia, también, a la procedencia de los protagonistas: Tú y yo.
El sur, y aquí hablo del sur más al sur del territorio andaluz, es tremendamente especial, al menos para mí. Mis hijas nacieron allí y allí pasé mis primeros años y experiencias como emigrante. Supongo que esa zona a la que se refiere podría ser ya más al interior, Jaén, por ejemplo, donde la geografía es mucho más árida. Aunque hace referencia también a Extremadura, que ya es otro territorio, con ese aroma a mormentera.
En cuanto a Peter Pan, para todo el que no conozca la historia –que es preciosa yyo soy muy de literatura infantil–, la referencia encaja perfectamente y da para que el lector saque su cuenta en relación a los versos 5 y 6, o sea, una relación amorosa desde la pureza de la inocencia de Peter Pan y el primer contacto con el otro.
Luego el verso: “muchachos en el infortunio” se relaciona, también, bajo mi punto de vista con los niños perdidos de Peter Pan.
En la escena del dedal, Peter Pan busca su sombra en el cuarto de Wendy. La encuentra e intenta pegarla a su cuerpo con jabón sin éxito, y es Wendy la que le cose al cuerpo carnal de Peter la sombra.
La sombra es nuestra parte indominable y oscura dentro de la historia de Petar Pan y sin la que él se siente incompleto. Es nuestra versión más salvaje. Es importante para él y también es importante que sea ella, el lado femenino quien le soluciona el asunto. Es la primera vez que ellos se ven. Ella ya es más madura como suele ocurrir con las chicas y de ahí vamos al asunto del beso y el dedal.
Es muy, muy de códigos del cortejo entre hombre y mujer esta escena a pesar de tratarse de una historia para niños.
Me gustó mucho la apuesta en la referencia a Peter Pan por supuesto.
Como ya digo, dentro del viñedo literario hay de todo. Escritores bestiales que no se equivocan en la elección de los adjetivos o en la puntuación o en el esquema que eligen para revelar sus historias. Escriben cuando les da la gana, como les da la gana y en cualquier condición geográfica y emocional sin que afecte a la buena trayectoria del texto.
Escritores tremendamente técnicos, conocedores amplios del ABC de la puntuación, los recursos literarios y de todos esos asuntos importantes también, pero fríos como un glaciar, carentes por completo de la herramienta emocional capaz de conectar sentimental y humanamente con el lector.
Esto último es muy indispensable en la cajita de herramientas de cualquier artista. Las emociones son comunes para todos porque nadie escapa del odio, el amor, la decepción, los duelos. Hay que aprender a lidiar con eso también tanto como se lidia con la técnica.
La originalidad es también útil. Tu poema lo es para como tu lector. Tiene sus riesgos, claro está, escribir un poema así.
Uno puede aprender dónde va una coma y dónde no va un acento y la estructura de un soneto, pero no puede hacer arte y traducir los códigos universales de la vida sin tener ni puta idea de lo importante que es esa conexión autor/lector de la que hablo.
Hay autores que incluso te dirían que no les importa un soberano maravedí conectar con el lector porque escriben para ellos mismos; una mentira más grande que un ovni.
Si usted escribe solo para usted adelante: compre un diario íntimo y entiéndase con él.
La literatura escrita es una transmisión, es pasar el testigo al lector para que el decida y haga con tu texto lo que le apetezca, es una forma más de compartir con otros, de dejar las cargas emocionales sobre otros hombros que no sean solo los del autor, de darle al texto objetividad para poder mirarlo desde una óptica más sana y reparadora.
Partiendo de esta reflexión, el poema es muy de interpretar cada cual lo que se ajuste a su experiencia. En mi caso conozco mucho el Sur, con ese coto de Doñaña que es una maravilla y esos 120 km de playa de la provincia de Huelva.
Decir Sur para mí son muchas cosas. Esa es mi casa. Cuando yo entro en el Sur se me equilibra toda la vida.
Volviendo a los distintos tipos de escritores, también existen los escritores tardíos, no por ello menos escritores (yo soy uno de ellos, y creo que el autor podría caber, también, en esa geografía).
Lo que cuenta no es el objetivo final sino lo bonito del camino y todos los avances humanos y literarios que uno logra mientras recorre ese trayecto en el que no hay, en los comienzos, un conocimiento del oficio, pero sí una fuerza emocional arrasadora y un montón de historias que contar. Historias Importantes que aportan información a nuestra evolución como hombres en general.
La literatura es importante por eso. Los escritores aportamos y modificamos información y esa información va creando una nueva realidad.
En realidad, este último equipo de escritores siempre lo fueron, pese a su tardía entrada en el oficio y su falta de conocimiento técnico. Algo que se puede, sin duda, aprender si uno confía en que lo conseguirá y es humilde y trabajador.
Es increíblemente sorprendente como la obra de un autor muestra con claridad los cambios en la consciencia, en su ego, en su humanidad, ya sean para bien o para mal. Eso es lo más grande que nos aporta la escritura a los que padecemos la fiebre de escribir. Al principio uno empieza compitiendo con el resto y acaba compitiendo contra uno mismo en una carrera de fondo por ser mejor persona.
Te mudaste a mi piel desde el desierto y encontraste la sombra transitoria de un pájaro perdido en la memoria para resucitarte de lo muerto.
Me mudé a tu piel en desconcierto, al aura clandestina de tu historia desde mi libertad de trayectoria con la imaginación al descubierto.
Y tanto dibujamos el retrato de la fascinación, en concordato contra la oscura esencia del destino,
que de páramo a páramo la piel -nómada sobre el canto del papel- a jirones quedóse en el camino.
Sergio Oncina
Se acaba
El tiempo se me acaba. No hay mañana y siento que naufrago en lo corriente, que atesté de futuros el presente en una vida de rutina vana.
Respiro cada día con desgana el aire de la pena, la indecente mediocridad que habita entre la gente y me vulnera abúlica y tirana.
¿Cuántas horas me quedan de pasiones? ¿Cómo he de soportar las emociones que anticipan el fin de la existencia?
¿Aliviará la oscuridad maldita o dolerá la luz que inhabilita, nos duerme, nos deslumbra y nos silencia?
Silvio Rodríguez Carrillo
Cuándo
Los reveses acuden sin horario, sin saña, con el hambre inocente del neonato que busca en su madre sacarse de las tripas las lágrimas que le irritan sus modos y los ojos en fuga.
Los percances del viento musitando mañanas al oído del solo que dibuja negruras pretendiendo su muerte con el filo de un arma, acaecen sin fechas ni razones robustas.
En la prueba del nombre describiendo su fondo en las olas inquietas del papel que se mueve, se define constante, sin errores, la risa
o el lamento que marcan como emblema de vida, la actitud de arrecife, de oleaje demente, o de imbécil al uso que se goza en el lodo.
Jordana Amorós
Oración crepuscular
Que no sea el relente de la tarde norteño, que no asemejen sangre las luces del ocaso, que no truene esta noche, que llegue pronto el sueño a cerrarme los párpados con sus dedos de raso.
Que amanezca un mañana de semblante risueño en el que no diluvien las hieles del fracaso sobre mi corazón, pues, aunque pongo empeño ni una sola gota me cabe ya en su vaso.
Cada vez más perdida, cada vez más dejada de la mano de un Dios, que nunca presta oído a la oración que rezo con voz desesperada.
Cada vez más escéptica, cada vez más cansada de seguir por seguir el viaje sin sentido por este Erial de Lágrimas, camino de la nada
Isabel Reyes Elena
Oscuridad
Noche oscura del alma, quién pudiera frenar la sangre de mi turbia herida y en tu luz intangible y transgredida sembrar mi soledad de enredadera.
En ti y en tu silencio, compañera, establecer el punto de partida, y a tu lúcida sombra ser la vida que renueve la paz de otra ribera.
Quiero que acojas mi calvario interno en el combate inútil con lo inerte y me apartes el cáliz de su infierno.
Y abandonarme en ti para saberte conmigo ante el abismo de lo eterno hoy que siento el desgarro de la muerte.
Idella Esteve
Dudas
¿Cómo es estar allá; duermes y sueñas, vives, tienes consciencia de esa vida, algún recuerdo hay de tu partida, puedes mandarme algunas contraseñas?
Cuando voy a Castilla las cigüeñas contemplan mi apariencia alicaída, con la mirada ajada y aturdida, mis esperanzas viéndose pequeñas.
Pero he de remontar todas mis dudas pues no importa si vives o estás muerto si muerta es la ilusión de estar contigo
porque no tengo dioses y no hay budas ni a quien vaya a rezar en campo yerto para que puedas ser y estar conmigo.
Con tu gesto tan lleno de impaciencia el cristal de los ojos se me rompe, agregándole arruga, sobre arruga a este corazón que late ya forzado.
Tú le gritas al viento que me quieres pero tu indiferencia me lastima. Sintiéndome un estorbo y enfadosa decido irme alejando de tu vida.
Te dejo en libre vuelo y me pregunto porqué me he convertido en una extraña; en qué me he equivocado, en qué fallé ya no soy prioridad en tu camino.
Soñé llegar a vieja entre tus brazos sintiendo la ternura que te di, sin mendigar el fruto que he sembrado desde que he concebido tu latido.
Sin consuelo
Yo quise unir mi llanto con el tuyo en busca de consuelo a nuestra pena, abrazarnos callando nuestro espanto de verla que quedaba bajo tierra, perdida para siempre entre las flores al quedar sin aliento y sin estrella.
Rechazaste mi mano y te encerraste en el infierno solo con tristeza, me has dejado vivir sola mi lucha, cegada me abrí paso entre la niebla para encontrarte hundido en tu silencio, con candado en la voz y en esa celda donde pagas las culpas que no debes, sin encontrar reposo con tu entrega.
Quisiera descansar y que descanses llorando junto al mar aunque nos duela.
Ella, la que viven en el espejo
Esta ahí, vive dentro del espejo y ve còmo sofoco sentimientos, aullando entre silencios mis lamentos en noches de un presente que ya es viejo.
Ríe de mi paraguas gris añejo que no cubre dolor ni pensamientos, olor a medicina y tratamientos, se burla de la lluvia en mi pellejo.
Me señala el atajo, la salida, mas decido quedarme en el lugar donde soy paliativo y buen soporte.
Deseo ser su lámpara encendida, esperanza, alegría y bienestar, aunque en este proceso me recorte.
Podría porque es fácil meter sexta y huir de lo que me repele cuando miro por el ojo violeta de mi última amatista, y entrar en la tertulia de lo etéreo.
Podría unirme al coro de malditas con mis obras completas y la desilusión como estandarte.
El cómo es lo de menos -siempre hay formas- pero el porqué no es nunca suficiente, salvo que el egoísmo de ser tú -en exclusiva tú- rompiera cualquier lazo con la tierra, que allá se las apañe con sus contradicciones y sus poetas únicos y con su paradoja de dolor sublimado y con sus ideales opiáceos.
Podría cualquier tarde
en la que Plath o Sexton o Pizarnik o Teasdale o Storni
-mientras hago un sprint bajo la ducha- me hablan del vacío existencial con un frufrú de seda en la palabra y la mirada vacua y el sarcófago flotando inercialmente sobre el tiempo, y casi me convencen de que el mayor error es seguir viva matándote por otros.
Ninguna derrotó al Arcángel del Tedio ni sedujo a sus dioses de papel ni mató sus demonios interiores. Yo tampoco.
Estar cuerda no siempre resulta ventajoso porque duele el espíritu y acaba resentido, pero soy algo más que el aura negra de mi farsa poética.
Yo soy mi rebeldía.
Detener el tiempo
Vas a heredar mi boca cualquier día, esa naranja amarga de adulterio, mi lengua de tormenta que incisiva hace crujir las gavias de tu aliento.
Heredarás mi voz de jarcha y sable, mi cetro de cristal, mi amor sin dedos, mi astucia de tarántula perdida en la vasta inquietud de los espejos.
Mi látigo de seda, la distancia que va del corazón hasta los huesos, la hondura roja y gualda de mi idioma bajo el azul y blanco de tu verbo.
El pulso de la luz con que destella el nombre que le puse a tu misterio, los confines del Norte que limitan con mi fatalidad de oscuro enebro.
Vas a heredar las cartas del ayuno, las horas de vigilia en el trapecio donde colgué tu sol dilapidado en el calor de mis poemas muertos.
Cuando te lleguen a los ojos, cava una fosa en la tierra de tu pecho y olvídate de mí en el instante en que me entierres cerca de tus miedos.
Cuando sientas que el aire huele a rosas será que han florecido los silencios.
Lengua de sol
Qué cerca estás de mí, vida, qué cerca, qué hondo me penetra tu palabra, con qué fuerza tu fuerza me esclaviza y con qué levedad me pone alas.
Nadie espera de mí, vida, que amarte sea como saltar las alambradas de la calamidad, nadie supone que tu hombría asesine su algarada.
En qué cenote oscuro me verán nadar contra corriente turbias aguas, que no imaginan, vida, que estoy viva sobre la curvatura de tu espalda.
Duele la claridad aparatosa de tu lengua de sol en mi ventana.
Mi viejo color rosa ha madurado hacia el fondo de mí y este que uso ahora se me parece más porque tiene esa impronta a cocimiento que lucen las cazuelas esmaltadas.
Soy ya de arcilla bien modelada y firme, un cuenco para sopa en el invierno, un ánfora de agua, un plato con un guiso suculento
y así degusto a solas mis manjares.
Ya no convido a cuanto peregrino da golpes a la puerta de mi mundo ni a tanto trashumante trasnochado buscador del pastizal de altura.
No creo en los mendigos que sollozan males de amor ni en otros mendicantes que ruegan por apósitos.
Tuve mi etapa de credulidad porque quise creer.
Pero las tonterías tienen las patas cortas igual que las mentiras.
Ambas nos hacendaño.
Eva Lucía Armas
Tu color
Me gusta tu color Dios bien lo sabe, tu color de princesa sin corona sin trajes ni aspavientos. Tú me gustas porque tu voz convierte mis angustias en divino placer.
Tú mi amapola, tú el bolero mejor de mi vitrola.
Me gusta tu color: mi Dios lo sabe.
John Madison
El hombre en el balcón
El hombre en el balcón arroja incienso a la calle poblada de guirnaldas y festeja en la sombra a las estrellas que le ocupan la voz y la garganta.
El hombre en el balcón canta en silencio con voz de sol tallada de guitarra y acróbata en el aire teje espumas desagregando olas en fogatas.
El hombre aquel en el balcón me gusta porque su voz es indisciplinada pero alza vuelo sobre malos vientos o se duerme en las noches de las playas cuando se terminaron las gaviotas sobre el clamor del agua.
El hombre del balcón tiene en la lengua todas mis amapolas desangradas.
Eva Lucía Armas
ORÍ
De vez en cuando el hombre de los versos perdía la ilusión por la palabra y marchaba a su reino, con sus muertos, a llorar en silencio sus rondallas.
De vez en cuando el hombre de los versos dejaba de ser hombre, no era nada.
Y como ocurre (siempre) en las historias escritas en el libro irrevocable de la vida, llegaba a la discordia del hombre azul de boca insoslayable su mujer en espíritu, su novia su mustang cobra mágico, su trance.
La dueña de su *Orí, su pan de gloria, su deuda no resuelta irrecordable.
Llegaba esa mujer y recogía sus lágrimas de Juan Martinez Frágil y a golpe de romance construía un nuevo corazón, un nuevo mástil una nueva galera, un Juan vigía para ahuyentar las voces de las banshees.
Llegaba su mujer: Eva Lucia, con su amor de vestal insobornable.
dulce naranja al sol puedes abrirte sensual-desinhibida que un trocito de enigma algo así como un nimbo un aura ensimismada de misterio juega y se mimetiza con tu sombra de modo que jamás de los jamases pueda dañarte nada si tú no lo consientes
aquí puedes dar paso a Atila y su caballo de desaforados belfos o a cualquier Minotauro enfebrecido y dejar que mastiquen tus gardenias mientras piensas sonriente en el modo de hundirlos comiendo displicencia con forma de manzana
se enamoran de ti arrebatadamente entes de sexo activo y todos los pelajes aunque estés muerta y harta de gritarlo
o te odian a muerte porque no tienes ojos suficientes para mirar los suyos
los griteríos no asordan demasiado por más que las calumnias tengan los pies ligeros y los motines de látigos y espuelas duren cuatro semanas de diez a una y nos despedacemos con la misma pasión que nos amamos y la misma llovizna de bytes silenciosos sobre nuestras cabezas de cristal
aquí es de lo más normal que un hombre se te pose entre los labios jugando a ser el único que te insemina de voces fantasmales con seis nombres distintos y un rostro atemporal por cada luna incruenta que se te va perdiendo en la memoria hasta que se convierte en el de todos
aquí los pájaros del miedo te pican en los globos oculares y acabas confundiendo el humor vítreo con lágrimas de amor y desconcierto
y para colmo aquí se cuelgan junto al hastío en el perchero del placer onanista el ángel con el diablo la golfa con la decente el feroz con el manso el alba con el crepúsculo y nunca sabes bien a qué atenerte
ojalá fueras virtual un virtual hijo de puta
no me dolerías tanto
Virtuo – sismo
I
Llegar al corazón en la distancia a través de un cristal sin abertura es un misterio azul: literatura que pulsa o no, la ajena circunstancia.
Se llega al corazón en la oscitancia, y sin querer quemar, la quemadura resulta inevitable en la espesura de este infierno de letras y arrogancia.
Abres una ventana y el demonio te pide en sacrosanto matrimonio por jugar a sentirse un poco humano.
Y el humano piadoso y sensitivo se disfraza de Daemon abrasivo por fundir corazones con la mano.
II
Hay hombres irreales de olor inexistente, manos de tan inciertas rompedoras de tedio, hologramas palpables de paso en un asedio férreo sobre el latido real del subconsciente.
Hombres de tan sin nombre, clavados en la frente, sentados a horcajadas del frágil intermedio entre un sueño de azar -esclavo sin remedio- y el libertario afán de un drogodependiente.
Hombres que siembran dudas si se visten de luces, que marcan sin saberlo tu muerte con sus cruces, transeúntes pausados del cuerpo dolorido.
Hombres que sin ser hombres son hombres que deduces: fantasmas de los versos de oscuros tragaluces que pueblan el misterio del instinto dormido.
Sólo yo sosteniendo con el dorso de mis manos la inverosímil danza de la noche, sedienta de milagros nuevos que como girasoles circulen atónitos el contorno de un Cronos que mordiendo con rabia mis rodillas llora su finita potencia, su pobre estampa de eternamente pretérito.
Yo, solo con la paz que me proveen seis cuerdas y veintidós trastes que no necesito mirar para encajar mi silencio entre el sol que no me mira y mi la que me teme como teme un perro a su amo, con esa paz inquieta que uno se gana tras haber aprendido a enseñarle modales incluso a los mejores libros.
Yo como un presentimiento atormentado de Jung torturado por romper con Freud, un Froid perseguido por su gente, señora mientras que Wagner y Nietzsche, aquí, en los huevos sin super hombres, sin cristianos, sin judíos, si podés mirarme a la nuca cuando te hablo a los ojos, en ese entonces en donde el discurso era tan lleno tan roca con aristas que por el fondo trepabas y le tocabas el culo a los dioses y a sus madres, todas vírgenes, no como ahora, que ni para tener sexo sirven ni para saber de qué sexo son sus hijos, los muy subnormales.
Solo como un yunque que por generaciones y degeneraciones ejerce su condición, como base para métodos y técnicas, y que, sin embargo, en un punto de la trama sonríe no como Chuang Tzu y su mariposa hermafrodita sino con la fiereza del martillo que ahora sabe debe necesita y quiere ir por los clavos.
Y vos con el festival de desgracias de tu mundo haciendo de las desgracias del mundo un festival al que los muchos asisten pero del que nadie participa