ARTE MAYOR

Viejas luces – Eva Lucía Armas

Van los ríos profundos de mi tiempo,
alzando insospechados calendarios
donde cuento los días de esperanza
mientras tacho los días de quebranto.

Arranco de los meses los silencios
cuando no hay ya manera de escucharlos
y en la tela esmeril de cada hora
engarzo los tejidos de mi espacio.

De vez en vez, aquella voz que canta
repasa las historias de dos náufragos
que fabricaron barcos de crepúsculo
para apagar la sed en solitario.

Ahora, aquí, en esta tierra firme,
desenrollamos los papiros mágicos,
hablamos con un ritmo de tambores
convocando al olvido a recordarnos.

Seguro que en el cofre de la vida,
el cuento aquel, aún está esperando.



Cancelación de lo desierto

Gavrí Akhenazi



Jack Skeleton – John Madison

En voto de silencio me declaro
aunque la «verbi gratia» me desborde
que puede mi discurso no ser claro
si mi voz de poeta es monocorde.

Y ya puede mi Sally tras la reja
pedir que rompa en dos mi mandamiento
que no daré cordel a la madeja
de versos sin tener conocimiento

Hay silencios que dictan en su arrastre
una suerte de efecto mariposa
no temas, Sally Persson, si el desastre
alcanza a mi liturgia clamorosa.

Te vuelves por momentos adictiva
a amores que alimenten tu brasero,
yo soy tu Frankenstein y tú la diva
que doma la pasión del romancero.

Y mientras la metáfora resiste
a regalarme su divino encanto
carcelera es la sombra que te asiste
hasta que el verbo anuncie el contracanto.

ARTE MENOR

Desde el principio del fin
tengo un sueño recidivo
que no se atiene a los tiempos
de júbilo o de castigo
ni al intelecto disforme
sobre el que ejerce dominio
como un virus melancólico
que actúa en el organismo
mutando desde su génesis
de escándalo fronterizo.

Porque se niega a morir
y ser pasto del olvido,
o quizás porque, inconsciente,
tengo una deuda conmigo,
desde el principio del fin
-cuando el orbe está dormido-
surge cruzando el umbral
de la emoción, sin permiso
y se adueña de mi cuerpo
como un amante furtivo.

Más allá del verbo amar
sin plantearse objetivos,
tiene lo mejor de mí,
lo más feraz, lo más vivo,
lo que no le entrego a nadie
sea amigo o enemigo,
aquello que me hace hermosa
ante un hombre sin prejuicios.

Desde el principio del fin
tengo una deuda contigo
que te pago con el alma,
el corazón y el instinto.

Cuando el fin llame a la puerta
y hayan muerto los caminos
entre tu boca y mi boca,
todo un mundo se habrá escrito.

Más allá del verbo amar

Morgana de Palacios



Rosa de pólvora

Isabel Reyes

Aunque fui rosa de pólvora
y me creía una Xana
hoy las luces de mis iris
son dos barcas congeladas.
Cuarenta días lloviendo
tan fuertemente en mi hábitat…

Entre mis manos y el aire
supimos construir un arca
para salvar a un abril
que en invierno se mutaba.

Hoy al fin el sol reluce
y me lava la nostalgia
regalándome raciones
pequeñitas de esperanza.
Es claridad todo el mundo
y la alegría me llama
como un allegro vibrante
que en mi tempo se instalara
transformando la armonía
mis ojos en luminarias.

Vuelvo a ser rosa de pólvora
en la mar de mis entrañas.



Tengo los ojos nublados
y como cántaros llenos,
en este dos de noviembre
cuando en silencio comemos
extrañando tu presencia.
Sé bien que no te veremos
pero anhelamos sentirte
feliz, sana, recibiendo
golosinas y comidas
que en el altar te ponemos.

La soledad me ha agrietado
en estos años tan negros
cargando tanta tristeza,
que suelto al irte escribiendo
con un caudal de morriña
versos, rimas y recuerdos
que no puedo pronunciar
por el dolor en mi pecho.
Al apagarse tu luz
de mí van quedando restos.

Restos que voy levantando
con el suelo en movimiento
y mi lámpara apagada,
para que veas que ha vuelto
tu madre que no se rinde
mi ofrenda es todo mi esfuerzo,
necesito de tu hombro
aunque sea mientras duermo
en esta senda invernal
donde te busco a lo lejos.

Ofrenda de día nublado

Eugenia Díaz Mares

POESÍA PARA NIÑOS

MARÍA JOSÉ QUESADA

La abuelita duerme al gato

La abuelita duerme al gato
encima de sus rodillas,
enroscado ronronea
mientras ella lo acaricia.
De paso le cuenta un cuento
sentada en el balancín,
que es su lugar favorito
para tejer y dormir.
Dice así:

Un gato quiso ser tigre
y correr entre la selva
y soñar bajo la Luna
encima de una palmera.
Él quería ser grandote,
con el pelo todo a rayas,
como lo tienen las cebras
y los tigres de Bengala.

Era muy chiquirritujo,
con el manto color gris
y los ojos verdes verdes,
¡más que las hojas de vid!

El minino no fue tigre
ni la jungla conoció,
pero tiene una abuelita
que lo duerme con primor.



El pirata Roquefort

El pirata Roquefort
no tiene pata de palo
parche en el ojo
garfio en la mano.
Ni le ha salido la barba
ni lleva un loro en el hombro.
El pirata Roquefort…
shhh
ni está tuerto ni está cojo.

Disfruta haciendo diabluras;
en el barco donde habita
ayer mismo, al Capitán,
le dibujó en la barriga
una rana con orejas
mientras el hombre dormía.
Otras veces se hace el muerto
-respirando muy flojillo-
y al que se acerca a tocarlo
abre un ojo y le da un grito

El pirata Roquefort
tiene un cofre donde guarda
sus tesoros más queridos:
cocos, piñas, chocolate
y un diente de cocodrilo.

La tripulación discute
porque no se porta bien,
porque da muchos problemas
y no sabe obedecer.
¿Lo dejamos en la isla?
-dice serio el timonel-
¿o lo atamos en la proa
castigado hasta las diez?

Pero en el fondo lo quieren,
¡no pueden vivir sin él!
aunque se esconda y dé sustos
y aunque le huelan los pies.

LOS LIBÉRRIMOS

Antonio Rojas

La ira de las estaciones

He quedado solo con mi fe.
Incorrupta, yace en el fondo de mi corazón,
como dormida en el vientre de un pez milagroso.

Ahora que estalla de pronto la ira de las estaciones,
las cosas ya no son sino como las recuerdo
en la síntesis brumosa del paisaje infame.
No solo el amor,
también es bello el olvido.
Aunque creer nos eleve,
nunca alcanzamos la altura de los sueños:
en el espacio que respira una flor
se gesta todo un mundo de desdicha.

Alargo mis sentidos para atrapar al insecto de la tarde;
como para nacer en otra era
algunos pájaros huyen
en la escasa luz que resta al día.
Hora invidente,
cazo pedazos de cielo en la tormenta,
quizás porque amar es el último argumento,
y el último grito.



Silvia Heidel

Uno infinito

«La pregunta ética ha desaparecido del preguntadero humano». Gavri Akhen.

intersecto números en mis venas
esta noche que raspa con su alarido mis ojos
alguna chispa de verdad
relumbrará en esa crucifixión íntima

números que son Uno
multiplicado a la enésima
milésima millonésima
cifra sinfin
nos cerca con su horca de llanto

no ni nunca
ajenidad frente al Uno
de infinitesimales ojos
boca
lengua
pies
corazón
brazos
desmembrados por esta edad oscura
sobre la tierra muda y ciega

Uno hendiendo lo umbrío
sangre con alas
en un pliegue de tiempo
con nostalgia de futuro



Enrique Sanmol

La noche es sola

La noche es sola,
y crece como una infección
en el torrente sanguíneo.
La noche es sola
y yo intento escabullirme
entre calles y arpegios,
pateando un asfalto
de señales horizontales
y semáforos intermitentes,
entre perros que defecan
en las almas de las aceras.
Ella odia dormir sola,
y a mí la noche me asesina,
como lo hacen los nonatos
que anhelan desde el limbo
la lotería de existir,
de crecer como una infección
vertiginosa y hermosa.
La vida eterna entre perros
que defecan y defecan
en las almas de las aceras
y los semáforos.
Ella odia dormir sola,
y a mí la noche me asesina.
La vida eterna entre espectros
que acuden a la llamada
de una oscuridad desnuda,
la oscuridad helada
de un exoplaneta deambulando
por un universo de noche sola.



Alex Augusto Cabrera

Día sin luz ni sol

mañana lloverá y no estaremos
no seremos los mismos detrás de la ventana ni en el bar
ni en el auto
y habrá otras arañas recorriendo el vacío de la casa

lloverá y un diluvio de treinta y seis minutos
se llevará tus años y los míos
buscándote
entre cada comienzo tercamente

lloverá como nunca
y
gota a gota
se llenarán de moho nuestros nombres
las paredes de ausencia
la guitarra de voces silenciadas
toda la espera y todos los proyectos
serán tan solo esquirlas
mis mapas y los tuyos se llenarán de polvo
y sangrará la lluvia
gota a gota
hasta que se desborde
lo que ya es inútil de tan tarde

pero seguirá el bar y el auto y la ventana
y tú te irás allá
al día nuevo

día sin sol ni luz
día en pañales

el viento pasa

yo no sé a dónde iré

ni si hoy existo

MANEJO DEL ARTE

BRAHMA Y EL ALFARERO

Brahma y el alfarero

Para volar contigo quise un día
ser verso en la franquicia de tus ánforas,
hechizo a contraviento que enamora
tu pelo, tu perfume de muchacha.

Para vivir contigo canto a canto,
mi voz de hombre fractal junto a tu almohada,
vendí mi vocación de aventurero
al Brahma creador una mañana.

El creador me impuso ciertas normas:

«Todo negocio implica abonar tasas.
Alfarero te nombro, busca un reino
dimensional en otra de mis casas.
«El alfarero Juan”, ni los cometas
opondrán resistencia a tu palabra.
Las dunas se alzarán con tu prestigio,
los puertos, las marismas y alfaguaras.
Irás con tu Nereida a sembrar montes
de amor gemelar puro y nobles dádivas.
Pues solo allí podrás vivir con ella
la rueda de pasión que te arrebata».

Y el arancel pagué a las siete lunas
de Brahma por mi don y por tu alma,
por esta condición de construirte
mundos en otros mundos, novia amada.


Miserere


Después de tanta lluvia torrencial debería sentir, mi Dios, que reverdezco, que brotan de mis ojos ramales que conectan con tu infinitud universal y en el pelo una selva de ramilletes vírgenes.

Debería agradecer a ese Diluvio ser este nuevo hombre escribidor de pócimas sanadoras, agradecerte Dios cómo me enseñas a sentir este ahora en plena conjunción con el paso de los años. Pero hijo tuyo soy e igual a ti me hiciste, así que, no te extrañe si te reclamo al menos una parte de tus dones, solo para gozar del privilegio de provocar catástrofes ciclónicas que anulen la historia de su amor.

Te confieso mi Dios que muchos días quiero abrir esa caja de Pandora que todo mortal guarda en su armería y que no quede ni una sola señal sobre la tierra de ese oscuro querer que fue su amor.

En ocasiones quiero borrar mi humanidad, toda clemencia. Borrar de un solo golpe su historia de mi historia, su rastro de la sangre de nuestros hijos, sus noches de mis noches. Barrer con mi tormenta de nuevo semidios reverdecido todos sus orgasmos…

Borrar, mi Dios, del éter de tus días nuestro tiempo.


Maia


Alguna vez ayer, fui de un poblado
su guerrero mayor, guardián del templo.
Alguna vez di muerte en un combate
a un hombre y otra vez resulté yerto,
y fue mi funeral crisol de cantos
de antorchas y de ofrendas a los cielos,
mientras mi cuerpo ardía en la litúrgica
promesa de entregarme al firmamento.

Alguna vez, según me cuenta Brahma,
ayer, alguna vez fui marinero.
Fui mercader, fui paria, bailarina
en un burdel francés vendí mi cuerpo.

Hechicero, chamán y enterrador…
Alguna vez, también, hombre de versos.
Su voz me llama a ratos en la noche,
su voz nocturna y clara rompe el velo
y ya no sé en qué mundo vivo y ando,
si Maia es este cuarto en el que duermo.

Alguna vez, según la voz de Brahma,
alguna vez fui Juan, el de los versos.


Canción del enemigo

Dios, ya no cuento las veces que te invoco. Te pido no te quejes si todas las noches practico el mismo rezo:

Salud para mis enemigos, riqueza en su diario, equidad en la sed de sus venganzas. Fiereza en el combate.

Dame un púgil en igual condición sobre el terreno.

El enemigo primero, Dios, porque él es parte de mi signo, fractal inquebrantable en mis batallas.

Mi enemigo es el termómetro que indica los grados de temperatura que alcanza mi resistencia, mi enemigo me muestra mis debilidades, todas mis fortalezas.

Mi enemigo me muestra mi pasión contenida usando el arma. Esta arma nocturna hecha de huesos rotos y de muertos; esta voz de abecedarios inéditos difícil de entender, de contentar.

Te agradezco todas tus bendiciones, Dios.

Cuando mis enemigos se desbordan como un río salvaje, tú me levantas y lanzas tu manto sobre mí, me recuerdas que eres más creativo y justo condenando.

Me dices: «No te apures, Juan, deja todo en mis manos, cada Goliat que el destino te impone es la oportunidad de demostrarte quién eres realmente».

Luego ya estoy en paz como guerrero, y toca rendir culto a mi linaje.

Dios: cuida bien de mi hijo, dale luz a su espíritu.

Cuida de mi mujer.

Este hijo te pide que no se la devuelvas al Samsara. Déjala allí, ausente, tejiendo quién sabe qué nueva fechoría de maldad entre las sombras, porque sé que la luz también sabe cómo vivir oculta en las tinieblas.

Solo es cuestión de tiempo que ella la encuentre.

Dejamos muchas deudas sin saldar. Algunas ecuaciones irresueltas. Pudo más mi orgullo. No supe ser el hombre que querías, Dios.

Lo lamento.

Di más valor a mis espadas. Más valor a la carne, más valor a mis vicios, más valor a mi trono. Más valor a esa estúpida guerra de los miedos.

Lo reconozco, Dios.

Pero aún así te pido, no nos hagas pasar, una vez más, por el calvario de volver a querernos completamente a oscuras. Si algún día ella y yo volvemos a estar juntos:

Prende antes tu llama.

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Agujas de San Juan (poemario)

Unnberleigh, 1794.

Este poema sigue la perspectiva de un reverendo anglicano, célebre en su entorno por su solidez teológica y científica, cuya carrera se ha encallado en la parroquia de Unnberleigh y la de la minúscula localidad vecina de Oakgrove.

La circunstancia finisecular, en el viejo reino de Mercia, es de cambios acelerados.

A lo lejos, los traumas de Francia y las perdidas colonias.

Mientras la fe cristiana está de largo establecida como única, y verdadera, la ilustración permea entre los académicos. Se está completando la red de canales para transporte comercial que se extiende desde el condado de Stafford hacia el de Dorset (poco después de acabada, esta titánica obra de ingeniería quedará desfasada por el ferrocarril). La industrialización se cierne sobre una economía y modos de vida que se tienen por perennes.

Es reciente la derogación de leyes (entre ellas, el estar condenados a muerte por el mero hecho de serlo) contra los gitanos que llegaron desde los Balcanes a comienzos del siglo anterior, pero el recelo perdura.

Una alteración genética ha empezado a caracterizar a ejemplares de la cabra local (que más tarde se denominaría “cabra primitiva unnberleighsis”, frecuente y erróneamente identificada como variante de cabra pigmea, por su escasa altura), alterando sus cuernos en una deformidad que los une en espiral uno con otro, aunque no es rara la simple yuxtaposición en longitud asimétrica, dando lugar a formas variopintas.

En la tradición cristiana, el unicornio simboliza en su recto cuerno la identidad de Dios padre y Cristo hijo, a través de la pureza de María que los ha encarnado.

“Oiga la tierra y lo que la fecunda, el mundo y lo que produce… los muertos serán exhumados… todo el ejército de los cielos se corromperá… y con ellos descenderán unicornios”.

Isaías, 34 (de la traducción de Casiodoro Reina –“Biblia del oso”–, Basilea, 1569).

I

Los dedos de su hijo
ya no dibujan sueños en su cara.
Son su recuerdo vivo:
el niño ahora pasa
la noche solo bajo aquella lápida.

Sus fechas y su cruz.
Su nombre como huellas en la nieve.
Perfecta pulcritud
de momento presente
que acecha tras su ausencia para siempre.

Quizás, con sus caricias,
araña ahora dentro de la tumba
la eterna pesadilla
de un padre que disputa
su fe con ese dios que no lo escucha.

No entiende aquel designio.
Él, que entendía todo el universo.
Su estirpe es puro olvido,
y aquellos dulces dedos
ya solo trazan sus peores sueños.


II

El día de los vivos continúa
y necesita mantener el culto:
ministro en dos parroquias, ni un minuto
de más le queda para su amargura.
Y truene o llueva, a lomos de su mula,
atento a cotidianos menesteres,
asiste a preocupados feligreses
(que todo transfiguran en problemas
y estúpidos litigios, que exageran),
a veces con la fuerza suficiente…

Y las más, sin embargo, solo un hilo
de inercia lo conecta a la rutina,
y, apenas percibiendo si respira,
se pierde en horas llenas de vacío.
Y hay días que el trayecto es un abismo
entre un templo y el otro, entre la iglesia
de San Juan el Bautista, con solera
en la villa notable y orgullosa,
y, en el pueblo vecino, casi homónima,
la del Evangelista, bien modesta.

Las dos se atisban y se reconocen
por sus agujas pétreas hacia el cielo,
erguidas e insolentes, como cuernos
(un símil que estremece al sacerdote).
Dos bestias erigidas por el hombre
para acercar a Dios a nuestro mundo,
dos clavos que aseguran el sepulcro
en el que celebrar el sacrificio
del Padre que mandó a morir al Hijo…
dos púas retorciéndose en el luto.



III

En su congoja,
la madre llora
hasta quedarse dormida.

Y, mientras él encara
despierto la desgracia,
el láudano piadoso la disipa

IV

Nada le queda, nada, si se aparta del día.
Él, que tuviera todo lo que siempre quisiera.
Él, que explicaba aquello que nos cuenta la Biblia.
Él, que entendía arcanos que devela la ciencia.

Él, que entonaba himnos con la voz contenida.
Él, que aspiraba al cielo y aun gozaba la tierra.
Él, con su esposa, él, con su risa,
tan erudito, joven promesa.

Padre de un muerto.
Joven y tan erudito…
pero ahora no sabe cómo medir su tiempo,

ni por dónde, ni cuándo puede encontrar camino
que retorne a su antes todo feliz, completo,
cuando tuvo su todo-lo-que-había-querido.


V

En ese vaivén a lomos de mula,
envuelto en sus ropas, su hábito negro
(faldón y bonete), solemne postura,
por el conocido paisaje proteico,
contempla animales y en ellos observa
la obra de Dios: natura, imperfecta.

Las bestias comunes: la oveja o el toro.
Un ave sublime, la ilustre lechuza.
Colores al vuelo: martín, petirrojo.
Bendice al halcón, que une en sus plumas
lo etéreo y lo impuro, el cielo y la tierra,
las dos dimensiones que el hombre concentra.

Oriundo de allí, de aquella comarca,
se da un animal, en cambio, que odia:
curiosa cabrilla de tez demoniaca,
de naturaleza falaz, portentosa,
que trenza sus cuernos en uno.
Un símbolo erróneo, un insulto.

No acepta que Dios creara una bestia
que forma, en sí misma, tamaña blasfemia.
Airado hasta el alma, maldice al engendro
culpable, además, del hijo en la tumba.
Que fue un accidente, o así le dijeron,
que dos cabroncillos en tonta trifulca…

No acepta que Dios así se equivoque.
Se niega a creer que ocurra, en Su nombre,
error semejante, ridículo, vano.
El Dios que mandaba morir a los hijos.
La cruz o unos cuernos, embistes o clavos.
Su niño, caduco. Jesús, infinito.

No hay oraciones, no hay evangelios
que hablen del hijo que a él se le ha muerto.


VI

En la colina, el colegio,
centro de conocimiento
de las comarcas vecinas
al que pudientes familias
fían a sus herederos.
Cuna de insólitos cambios,
desde su abstracta atalaya
oye el rumor del mañana,
huye el pasar de los años,
dota de voz a epitafios.

VII

Raros viajantes atrajo
(almas inversas y herejes)
la construcción del canal.

Vejan la tierra,
rasgan su útero
con su labor aberrante.

Habla la gente de horrores
dentro del propio colegio:
artes de largo prohibidas.

Dice y se cuenta la gente:
«juegos macabros, impíos».
Y esas cabrillas de un asta…



VIII

«Son buen reclamo para visitantes»
dice el Rector, llenándole la copa,
«aprecian su rareza como si fuese un arte».

Desdeña él: «Hablemos de otra cosa».

A pesar del sinfín de las murmuraciones,
han sido compañeros de charlas y lecturas
y quiere darle crédito a su nombre.
Están bebiendo, a solas, en horas ya de luna.

Le place hallarse allí, de nuevo huésped
en el colegio augusto y centenario.
Aunque solos los dos, la sala de banquetes,
en estos años de impacientes cambios,
lo acoge en un refugio de nostalgia.
Solía frecuentarla.
Y oficiar, en la cripta.
Mucho ha llovido desde aquellos tiempos,
cuando hubo alegría.

«Menudo fin de siglo, Reverendo:
perdidas las colonias en América;
perdida la corona de Francia, y sus cabezas.
Perdido, para ti, lo más querido,
si es cierto que lo has perdido, acaso…»
(un guiño del Rector, sonrisa, un trago),
«pues Dios también perdió, y no, a su hijo».

No entiende la razón de su insolencia.
Amigo, contertulio.
En toda la comarca, junto a él, el más culto.
Pero sabe que puede decirle, con franqueza:
«Mi hijo merecía biblia propia.»

Y el Rector lo convida a ir a más:
«Sé siempre bienvenido a blasfemar,
aquí sabemos mucho de esas cosas.»

«He escuchado rumores
de gitanos que vienen y que parten,
entre otros siniestros personajes»,
decide sincerarse el sacerdote,
«sacrilegios de magos
y tus ritos profanos».

Carraspea el Rector.
«¿Y si Dios» le pregunta,
«ha mentido?», su voz
despojada de duda,
«¿y si Dios se profana
y con ello nos burla,
y si Dios se degrada?»

Puño en la mesa,
tiemblan las velas.
«No lo tolero.
Dios es la norma,
todos sabemos:
cánones, dogmas.»

Ríe el Rector
y alza su brindis:
«Qué convicción
inverosímil».

Un movimiento de aire recorre,
brusco, la sala, cargado de encono.
Y, aunque en volumen muy flojo
(como el aliento del bosque),
oye la voz que lo llama: «Papá».
Gira en la silla y encuentra a su hijo
recto, desnudo, temblando de frío
(solo con verlo se echa a llorar).
Quiere abrazarlo,
húmedo aroma de suelo, de barro.

«Dios y sus trucos» comenta el Rector,
«Dios: excepciones a cada excepción».




IX

El día, ya, en la noche.
La noche como el día.

Radica en su desorden
la voluntad divina.

El cielo: luz y sombra.
Infierno el paraíso.

El suelo: abono y flora.
Eternos corrompidos.


X

Los dedos de su hijo, transformados,
inspiran sueños nuevos en sus sienes;
el crío, que murió con cuatro años,

se queda siendo niño para siempre:
los ojos deslucidos de un anciano,
la voz como el siseo de una sierpe.

Y el padre entiende que las dos iglesias
(San Juan Evangelista, y el Bautista),
como sarcófagos de su rutina,
son la inscripción de su futuro en piedra;

sus agujas, colmillos que desuellan
su carne para mantenerla viva;
y Dios, las ignoradas letanías
ocultas bajo el peso de la tierra.

LOS MINIMALISTAS



El recién nacido
vive por instinto y con ayuda

el joven
se cree inmortal

el viejo le teme a la muerte
cuando cada mañana
resucita

dando la espalda a la tumba

*


El pasado sobrevuela
la página en blanco
dejando sombras
de murciélagos en miniatura

Por mi ceguera
siempre creí que eran palomas

*

Voy como un perdedor
ante la luz pública

Viajo con seudónimo

Brinca y chapalea
mi niño interior
sabiéndose feliz

desnudo
bajo la lluvia
escribiendo y capitaneando

al fin
su barquito de papel





La luz pública brilla en su cúpula oscura:
eres el hacedor de rayos
y la mano farolando soles.

*
Por una tristeza que apaga tu estrella
pinta diez en el cielo de tu abismo.

*

Si supieran la verdad del abismo
bajarían con lentes de sol:
hay más luz en la caverna
que en el corazón de un lucero.

*

El ayer es una sombra rota
guardada en tu puño:
vuelve a tu magia.


*

Estrella un upper cut en el pecho del cuervo:
libera sus origamis alados
y ve en pos de la sonrisa.

*

Hay un niño llorando en el vértice de tu ojo izquierdo.
Seca sus lágrimas, abrázale
y dibuja con él un helado de pistacho.



CONSTRUCCIÓN EN HAIKU

Otoño: Variaciones sobre el mismo tema

Santiago Vázquez


Robert Haro


Solange Schiaffino


TERCETOS NO HAIKUS

Faro

En singladuras
de temporal violento
y noches duras,

de frente al viento,
perpetua vigilancia
sin un lamento,

en la distancia
ofrece rumbo el faro
con su constancia.

Antonio Alcoholado


Héctor Michivalka

VaRiOPiNTO s

Lluna Vilanova – William Vanders – Henrry di Spirito – Santiago Vázquez

Disfruta de la vida

Disfrute de la vida

Estamos en la vida, a veces
de
        golpe.
Nos devastamos,
palabras que oscurecen el futuro
y que colocan plomo
en nuestros
        pies del presente
y al pasado anestesian.

Disfruta de la vida, cómete la vida,
dale a los versos la libertad,
recolecta cada átomo
de
        felicidad.

Lluna Vilanova


Voy

La palabra es un sustantivo femenino
y
define
al hombre

ensuentraña.

Palabra es una ser

piente

porque piensa,

tiene siete cerebros

P ara escuchar,
A brir la mente,
L abrar símbolos,
A montonar incógnitas,
B eber traba-lenguas,
R omper cánones,
A brazar la paz

arabrir abrar montonar eber-omper brazar

antes

de

que

la

guerra

suceda.

William Vanders


¿Vienes?

¿Vienes? No tengo mucho, como sabes.
No tengo si no versos para dar.
Quizá una canción crepuscular
amarga de nostalgia.
         Días graves
que importan sólo a dos.
         Tal vez mis naves
de versos imprecisos. Navegar
nocturnidades claras por un mar
en luna llena.
     Poco y mucho.
            Claves
sonoras ya perdidas. Mi tesoro
lírico
  no muy rico
        -lo lamento-

Pero entiende que en bosques y riveras
brillan los pedernales más que el oro
y que puedo sembrar así en el viento.

¿Vienes?
       ¿Por qué se van las primaveras?

Henrry Di Sipirito


Esperanza

Sabemos que la vida da la espalda
a todo aquel que espera algo de ella,
disfruta medio llena la botella
y mira lo que esconde tras su falda.

Aprecia cuando el cielo es esmeralda
o cuando emite luz cualquier estrella,
olvida aquello que ha dejado mella
y apóyate en aquel que te respalda.

No todo te será color de rosa,
habrá mil experiencias detestables
que empujen a que tires la toalla.

Pero al final no busques otra cosa:
de escenas que parezcan razonables
elige la que gane la batalla.

Santiago Vázquez


SONETOS

Henrry Di Spirito – Solange Schiaffino

Te presiento

Estar sin mí, sin lengua y sin sonido
incognito de todos y en la nada.
Dolor sobre el dolor de la tonada
que asoma su rumor inadvertido.

Me alejo de mi centro indefinido
sobre una cuerda floja o mal tensada
un poco a tientas, ser a ser, callada,
labio a labio, la noche, que se ha ido.

Sólo el sudor sobre el sudor, la mano
sobre mi mano, muro a muro, adiós
sobre el adiós, lo siento en el lo siento

no puedo en el rumor, rugir lejano
del labio sobre el labio, dos a dos,
piel a piel, verso a verso. Te presiento.

Henrry Di Spirito


Lo siento

Cuánto duele escribir dolor, lejana
sin que mi mano esté sobre esa mano
medirme en cuanto digo, si un vilano
acaso, y no temer en la ventana.

Cuán difícil estar y ser nirvana
sin memoria, ser libre en este plano
y ofrecer las estrellas de un arcano
que abrigase certezas del mañana.

Pero si muestro cuerda y sus dos puntas
o que el centro lo es más si compartido,
siento que ya mi sol no es placentero.

que disfrutes la vida a la que apuntas,
es todo cuanto espera este latido
y aún puedas creer que sí te quiero.

Solange Schiaffino


Compromiso

No sé si te parece sea absurdo
pero sé que no miento si declaro
que el Sol es sólo Sol y no pasado
y el mar es sólo mar y no futuro.

Y es que me desentiendo de desnudos
azules o salobres e incendiarios:
desdigo del galope de caballos
de alquitrán que recorren mis dos mundos.

Verás, las cosas piden que las nombre
y haga versos de cal y lluvia fina
en mi camino de regreso a casa.

No has de temer a párpados insomnes
ni a mis quebrantos de promesas idas
en esas noches de amapolas blancas.

Henrry Di Spirito


Mis quisiera

¿Quién dice que la vida es trazo recto?
¿Acaso desdecirse no es lo mismo
que aceptar este avance con realismo?
tampoco yo le creo a lo correcto.

El todo no equivale a lo perfecto,
porque vengo de historias sin lirismo,*
y decir un te amo en el abismo
tiene de pan y piedra como efecto.

No maquillo los nombres de infinito
y si beso no quiero lo que era
pero el miedo se instala como escudo.

Quisiera que se oyera más bonito,
que daría también la vida entera,
que solo digo: «Amor» y ya no dudo.

Solange Schiffino



Jordana Amorós – Isabel Reyes

Curriculum vitae

Para bailar la conga hasta la aurora,
jugar al mus, cantar en un sexteto,
reír o hablar de todo lo indiscreto,
siempre a alguien se encuentra a cualquier hora

Cuando, después, su faz abrumadora
muestra la vida y te somete al reto
feroz que te devasta por completo,
compruebas que contigo nadie llora.

Otro fracaso más que condecora
un «curriculum vite», ya repleto
de ellos, conformando un mal panfleto
de nuestra humana esencia perdedora

El mío, escrito a golpe de soneto
desde una lejanía sanadora.

Jordana Amorós


Entre alfileres

Mi vida, esta fugaz luminiscencia
que ante mis ojos pasa evanescente,
me clava un aguijón incandescente,
me induce a sopesar mi resiliencia.

Pensaba que tenía resistencia
ante los avatares del presente
y sin forzar el alma ni la mente
rendida voy perdiendo la existencia.

Entregada y vencida, mi camino
se encuentra envuelto en una bruma oscura
y solamente veo anocheceres.

Ante el lance final yo me reclino
y os dejo en testamento la locura
de una vida sujeta entre alfileres.

Isabel Reyes


Mayo impenitente

Caminar por la calle con los pasos cansados
del que ya ha recorrido su camino en la vida,
posando sobre el mundo la mirada perdida
y carente de brillo de los desengañados.

Comprobar que usa lentes de cristales ahumados
el olvido y, si encuentra la cara conocida,
no recuerda quién era ni cómo se apellida
ese gesto que emerge de los años pasados.

Sentarse en algún banco, calcular cuánto queda
para llegar adonde termina la alameda
y si tendrá su cuerpo la fuerza suficiente.

Tragarse la congoja que oprime su garganta
y le nubla los ojos cuando un pájaro canta
y alrededor florece un mayo impenitente.

Jordana Amorós


Siembra

Y porque a veces, aun si inesperadas
las cosas ven su fin y alguna llega
a aquella plenitud con que se niega
el destino, o quizás porque pasadas

se descubre que fueron deseadas
yo seguiré apostando por la entrega
sólo a favor del bien, contra la ciega
mentira frente a esperas infundadas.

Pues no haber redención no significa
rendirse ebrios de muerte a los agravios
o entregar la razón a la derrota.

Nos cabe hendir los campos con la pica
y hechos azada manos, piel y labios
sembrar, siempre otra vez, la tierra rota
.

Isabel Reyes



EN VERSO LIBRE

Solange Schiaffino – William Vanders

Negaciones

Hoy se me ocurren negaciones
de esas que se saben limitadas,
pero dramatizan el calendario
y me ponen de rival
frente al espejo.

Se me ocurre decir que no soy Solange
que no, no me conoces,
no me presientes,
ni siquiera tu voz, me toca,
que no volviste a enamorarme
que no,
no me has cambiado la mirada
y la tuya tampoco revolea como ternura de colibrí
sobre mi piel.

No, que no es posible que te la pases
desordenándome
y se haga tan apetecible mordedura
de manzana tu boca sobre mi boca.

¿Para qué admitir que culpo
a tu Play List Eterna por los besos
y que muchas veces ansío que se trabe
en mi canción favorita junto a tu lengua?

No, qué absurdo corazón en vértigo
¿Enamorarme yo?
De la nada, de la nada.
Por eso tampoco hay celos
de seres astrales ni de la tierra.

Ay, ¿que fue una tarde de septiembre?
Ya hace un mes o dieciséis años,
no sé, seguro miento
si se me escapa la palabra amor.
Diré que no es mía,
discutiremos
y no esperaré a que me creas.

Solange Schiaffino



Fugarse es negar.
Negar precisa del sol.
La luz asume el teatro
y deambula como sombra.

Negar es paroxismo,
inacción,
es sustantivo errante,
determinista
y a veces sacrílego.

Como cuando me invento
océanos
separando nuestras bocas.

William Vanders



A veces nos parece que un poema es una carta
dejada para ser leída después del desayuno,
otras, parece la copa de vino previo a la cena
y otras tantas, seguro parece un mal trago.

Pero hoy niego todas las anteriores
no es siquiera juego
ni carta o confesión inversa

No diré que sea siquiera poesía
ni límite en la acción
o un océano separando dos bocas.

Negaré sin huir,
no porque la inmovilidad no aprisione la voz
o la respiración y un ataque
paroxístico me reseñe como momento.

Niego porque este poema solo existe
por el poder de negar lo que de otro modo
aquí y ahora, no sería.

Solange Schiaffino



Henrry Di Spirito – William Vanders

L’orizzonte è una luce, mamma

A mi dios
humano lo perdono,
vive su humanidad humanamente.

Mi dios no es más colérico que el vuestro
y yo lo acepto como
cada uno el propio dios acepta.

Pero

hubo un tiempo de yoes reunidos
al que regreso dignamente
con los ojos callados y la espalda cansada

un tiempo en que mi Madre
hacía la mañana con su café con leche
y daba de comer en pleno vuelo
a pájaros y hombres con sus manos.

Me enseñó el milagro del bautismo
con un trozo de pan sumergido en el café
cada mañana construida
con manos de canela y albahaca.

Supo multiplicar los peces
cuando el océano magnánimo
de mi Padre
no pudo regalar sus dones cotidianos.

Convirtió el vinagre
en agua cuando tuve sed
y encendió todas las luciérnagas del mundo
para mis noches.

Se hizo molde para mi silueta
en cada uno
de mis regresos
de la escuela
de la universidad
de llanto roto
de espanto grave
y de voz exiliada.

Ella, tan sólo ella,
entiende plenamente
los versos que yo escribo
en los reveses de las lluvias.

Así,
a ella la declaro único

Él

del evangelio
de pomarosa y níspero
de la iglesia en el patio grande
de la casa de todos los inicios.

Henrry Di Spirito


Cuando Salvador conoció a Dios
no supo quién era ese andrógino
parlando sin mover la boca.

Era una tarde de golondrinas rasantes
y la fuente pintaba nubarrones negros.
A lo lejos ,las montañas bramaban
desde su entraña de barro y roca.

Con voz de niño adulto, Salvador, preguntó:

-Hey, porqué me hablas con labio invisible,
y porqué pareces un Modigliani asexuado.
Acaso eres un mago del río
aparecido como un rayo,
vestido con escamas de plata y oro
para mostrarme el don de la palabra sin ruido.

Entonces, el Dios disminuyó su efectismo,
achicó su estatura,
se transformó en mendigo y habló con ronquera:

– Vengo de tu mente cuando cumpliste nueve años,
de cuando perseguías libélulas
para atraparlas y ver en sus ojos
el pasado del futuro.
Vengo a devolverte la lámpara que me diste
cuando tuve hambre.

Tómala, Salvador.
Ve a multiplicar vida
donde la tierra tiemble.



También le conocí. Me bautizó Poeta
y ese día lloré como quien llora
una tragedia bárbara caída
desde y hacía la poza de las almas.


Me dijo: eres niño cometa en mano y luces
de luciérnagas marcan tu camino.


Ese día me supe un ente único
libre de mi atadura sucedánea
y empecé a vagar por los silencios
hediondo de mastrantos y puerco de moriches
a la caza de verbos y metáforas
creyente fiero de mi nueva
dimensión.


También le conocí. Me dió su mano
futura para días obligados.
Supo que inevitablemente el llanto
sería marca atávica y espina
clavada a mi costado.


También le conocí. Me bautizó Poeta
y me dió el ungüento con que curo
las llagas de mis pies y toda soledad.

También le conocí. Alejandro su nombre
y también yo le extraño.

Henrry Di Spirito



Gavrí Akhenazi – Morgana de Palacios

Transformismos

Dulce animal de miedo que me hostiga
el corazón –espinas y tormentas–
con un lazo arterial,
un rudimento de puente entre latidos,
un refresco de sangre que devuelve su sentido a la herida.

Desde esta piel lejana y sus cansancios,
abrevo en su laguna atemporal
y pongo a consideración de su elemento
la terrenalidad de mis batallas.

Apilo las derrotas y los cuerpos
de sueños que han pasado a mejor vida.

Sopla un viento de agua
que levanta de lágrimas un aire en que no llueve
como si fuera
una región perdida de aquella África mía
en las otras historias.

A veces me pregunto en cuál violencia
de todas mis violencias,
el animal de miedo se transformó en domador de furias
y me arropó en su humedad de sedas lloviznosas.

Empapo mi animal con su animal de agua.

Y el mío, soberbio y monolítico, se vuelve un raro pez,
un pez que vuela,
un pez que canta con un canto sordo,
un pez que a veces se transforma en nube
y ha aprendido a llover.

Un pez con su sangre de pez que, mar abajo,
se envuelve con lagunas los deseos.

Gavrí Akhenazi


Mnémico

Hay que ser muy valiente para encender la luz
y sentarse a escribir oscuridades
sin nadie alrededor.
Sacar los trapos sucios del arcón del enigma
y orearlos al sol,
comprobando el alcance de la propia palabra,
mientras las tripas hacen borborigmos
con venenosa bilis de autocrítica.

Hay que ser muy valiente, casi profesional,
para crear perfiles a las sombras
cuando están entonando el mea culpa
por su torpe ficción
en el húmedo abismo al que le invocan.

Cada vez que alza vuelo memorioso,
destroza la ceguera
de la costumbre.

Morgana de Palacios


Curación por la lluvia

Hembra animal de agua ha puesto lluvia encima de la mesa.

Hoy mi animal no caza. Permanece,
tenazmente sujeto a la vasija de escanciar el mundo,
y habla con los dientes de habitar desastres
hastiados a experiencias.

El animal de agua reflota las lagunas de todos los océanos
y con una mirada
las recoge y las junta en la vasija con que da de beber
a mi animal de sed.

No me pregunta lo que otros me preguntan.

Nunca pregunta lo que otros le preguntan a mi animal sin ruidos,
a la profunda bestia agazapada
al fondo de su incógnita.

El animal de agua ha lavado a ese animal de sed
casi todos los restos de derrumbe
y en la noche es un ave solícita que canta
mientras guía la sangre por un espacio entre candiles áridos.

Me pregunto,
–como un desarrapado cazador de ausencias–
qué será de mis pasos si el animal hembra de agua
un día me abandona de nuevo en este viento
desértico, oscuro e infinito.

Gavrí Akhenazi


Mnémico II

Realmente no sé, si amortajamos juntos
lo frágil de este carro de combate
o esperamos aún estrenar la palabra
que nos defina únicos
mientras rompe el silencio.

No se trata de amor
ni de dolor
ni de resignación a sus designios.
Se trata de anhelar lo perdido hasta dañarnos,
codiciar lo imposible,
soñar con lo impalpable.

De verdad que no sé
cómo es posible que mi huella de agua
resbale por tu sangre
y salga a borbotones de tu boca.

Qué inclemente ternura
acompaña a los gestos de tus manos
que acarician la piel de mi memoria,
si se apaga la luz del corazón
cuando me duermo,
y no dejo un segundo de buscarte.

Morgana de Palacios

CONTRAPUNTO EN VERSO LIBRE

Silvia Heidel & Gavrí Akhenazi

Mapamundi (fragmentos)

Silvia Heidel

I-¿QUIÉN?

A lo bonzo te inmolaste tras esa zarza
que ardía en tu jardín.
¿Quién daba campanadas en tu sangre
repicando bautismos?
¿Quién recitaba salmos
y encendía antorchas perennes?
Bandadas migrantes devoraron tu horóscopo.

Sin mapa.
Perdida.
En tus fronteras,
ancho precipicio.

II- TENGO QUE CONSEGUIR MUCHA MADERA

Se agitan las aguas
cuando lanzo un conjuro para que regrese.
Se arrima, aérea.
Me pregunto si será el fantasma
de aquella canción pegadiza.

Rítmica, se contonea timoneada por nadie.
Me entusiasman sus velas de copo de algodón,
su carcasa de canela jaspeada
con moteados arrayanes australes.

Me incita, cadenciosa, a expediciones temerarias
sin más compañía que la de un improvisado viernes.
Después de todo, el mare nostrum
está al alcance de unas cuantas remadas.

Pero, el galán de la pantalla me despabila:
una ola de plomo quebró su timón
y mi balsa ha mutado en montaña de aserrín.
Son invencibles las polillas carpinteras de mi biblioteca.

III- SIN LEVANTES NI PONIENTES

Son nocivos los grises.
Uno se estanca en su miel engañosa,
en su campo minado de peros.
Hay que huir de su garúa de paradojas,
esa niebla cerrada
donde los contornos se diluyen
en una cómoda ingravidez
que devora los puntos cardinales.

IV- TE ESPERO

En esta metrópoli sin esquinas,
te espero.
Aquí, sobre las brasas de mi tatami..
Busquemos juntos esa inflexión
por donde la luz se cuela.
Con el alma despellejada,
te espero.
Sin relato ni discurso.
Con las manos abiertas
crucificada en calles caníbales
donde florece la implacable cicuta.



Gavrí Akhenazi

Hay un túnel sin luz en su final
y hay una luz sin túnel
en la espesa astilla de la sombra
conque la calle se devora a sí misma
y a aquellos que le confian su paso miserable.

Todo en la memoria
padece de un ambiguo color sepia
aferrado al orín del hierro que supo ser
a veces
ese profundo mundo contenido en un canto
que acabaron devorando los pájaros del miedo.

Ahora, aquí, en tus calles caníbales
propiedad de una ciudad canibal que ha perdido su puerto
nos observamos sin fragilidad,
atados al destiempo de alguna edad pasada
en la que imaginarnos atrapados de vida.

El mundo
puede resultar frente a nuestros ojos
un tímido carrusel imaginado
por lo que aún no hemos asesinado de la infancia,
porque, quieras que no,
el dolor es capaz de asesinar las alas no nacidas
y fabricar en vez de un pájaro, un lagarto.



Silvia Heidel

UNA LUZ SIN TÚNEL

Esa astilla de sombra
se clava en la aorta de ciudades
abandonadas por los pájaros
donde el dolor ha crecido
lagartos en las alcantarillas.

Allí prospera una sangre de hielo
que no sabe de nacimientos.
Pero hay luces sin túnel
que se expanden a la vera de la noche
empujándola hacia su nada
con dragones de fuego .

Y, nosotros, que nos hemos fabricado
esta metrópoli desprovista de carreteras
sentados en una arista de fragilidad,
en su acantilado de seda,
podemos reconocernos
en el capullo sin laberintos,
que cuelga de las moreras
sobrevivientes de la infancia.

Nosotros, en este instante
bajo la misma estrella.



Gavrí Akhenazi

Aún podemos detener la voluntad
bajo la sombra de los olivos
y permanecer frágiles, solo para nosotros,

efímeramente frágiles

con las frentes alzadas a un viento pendular
parecido al paso de la vida.

En el espejo
el roce de los ojos tiene esa condición de la añoranza
que aprendemos a borrar levantando las manos
y así tapar la imagen que nos devuelve el tiempo.

Acumula, ese espejo invisible que habitamos,
sus magias que nos miran,
nos explican de pie
como si fuéramos inexplicables
allí, en ese retrato tantas y tantas veces malquerido.

A nuestro modo, hemos sobrevivido a las mareas y hasta a ciertos mareos perniciosos
cuando no nos fue dada la quietud
y el rigor se transformó en un hábito
parapetado en los relojes.

«Cada vez que estés triste
siembra un olivo», me explicaron un día.

Hay infinitas formas de sembrar un olivo
en el olvido.

¿Qué hará tu corazón con esa estrella?



Silvia Heidel

¿QUÉ HARÁ TU CORAZÓN CON ESA ESTRELLA?

Él hará lo que se hace con todas las estrellas:
guardar ese reflejo de joya facetada en su vientre,
para derrotar a la inclemencia,
y gobernar a las mareas del hábito.

Es su mirada la que me acompaña,
hoy, bajo la sombra
de este olivo prendido a la tierra
como un sobreviviente etrusco

que se burla del paso de los siglos
ofreciendo sus frutos cual
distracción frente a su malicia

que exhibe su rugosidad como un trofeo
a estos leones que desperezamos
nuestra quietud junto a la sombra de su velo

alejados de toda cacería.

DÉCIMAS

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Mañana

1

Aspira el monte
a no quedar tan lejos
del horizonte.


2

Sin saber que aprendería
más de lo que se enseñaba
(más de lo que se esperaba),
decidí marcharme un día.
Y así vivo, todavía:
pasajero, deambulante
para siempre en el instante,
propietario de mi olvido,
soñador empedernido,
el camino por delante.

3

Vivo sueños, sueño vidas
cuando toca y a deshoras:
genuinas, impostoras,
ejemplares, divertidas,
hasta el fin comprometidas
y también indiferentes,
cándidas e irreverentes…
Y aunque andar así me gasta
tanto tiempo que no basta,
seguirán insuficientes.

4

Queda todo por delante:
queda empeño, desaliento,
otro sueño, un nuevo intento,
otro paso hacia adelante
en la búsqueda constante,
larga noche, inmenso día
en perpetua correría
tras la suerte, solamente
para verte, siempre al frente
y alejándote, Utopía.

5

Tiene la arena
afán de transparencia,
luz en las venas.


6

Siempre estoy agradecido
de tener salud, cultura,
un poquito de cordura,
alas, viento y más de un nido,
días llenos de sentido,
este corazón que siente
con su pulso diferente,
mi repertorio de sueños
grandes, medianos, pequeños…
tengo más que suficiente.



Morgana de Palacios – España

No miento

(Décima antigua propia de los cancioneros medievales)


Llega, si llega, diciendo
lo que no dice ninguno
con el descaro lobuno
de quien más me está queriendo.
Con la letra malherida
me hace un traje a la medida
para vestir mi desnudo.
El ángel del ala rota
sobrevuela mi derrota
y se olvida de que es mudo.

Mi obseso de oscuridades
de claridad me acomete
para poner en un brete
a mis clandestinidades.
Si habla por mí, mi boca
despliega un alma barroca
y se la ofrece al mordisco,
pues lo nuestro es una guerra
con los pies sobre la tierra
y el corazón levantisco.

Porque no me tiene miedo
mi verso nunca le miente
cuando va del beso al diente
o lo elige como credo.
Mi más íntimo enemigo
no me escatima el castigo
que implica su realidad,
mas como sé que se apuesta
la letra en cada respuesta
le pago con mi verdad.



Gavrí Akhenazi – Israel

Todos los días son De los Difuntos

El Día de los Difuntos
llueve sangre sobre el día
llueve con pura porfía
sangre de muertos adjuntos.
Llueve. Son las muertes untos
que esparzo en la llagadura.
Muerto voy sin sepultura
con tanto muerto inocente
y muerto doy el presente
en un mundo de locura.

¿De qué te quejás princesa
en tu mundo de papel?
¿Se te marchitó un clavel?
¿La salsa te salió espesa?
Vivir es una proeza
que merece su respeto,
porque vivir es un reto
y en tu mundo hay luz brillante.
Hay otro mundo distante
donde Dios murió de quieto.

Vengo de la oscuridad
con la blasfemia en los dientes
mordiendo a los indolentes
malditos de liviandad.
Vengo de la mortandad.
Llegue un día de Difuntos
a morir con muchos, juntos,
y por más que siga vivo
la muerte es un adictivo
que gana todos los puntos.

Morir por morir se empieza
o se empieza por matar;
se estrena prostibular
toda agalla en su entereza.
Los moridos de riqueza
misérrimos por doquier
van sin morir ni entender,
parias de la circunstancia.
Buitre no aprende constancia;
te almuerza… sin fallecer.

Tiros de gracia y gusanos
niños y mujeres muertas
pobre, ricos, lindos, tuertas
en manos de los insanos.
Ya no creo en los humanos
no creo en los elefantes
ni creo en tantos distantes
descreo de Dios y el Diablo
y descreo del vocablo.
La vida no está adelante.

La muerte si. Tanta junta
tanta sin ton y sin son
como un burdo diapasón
que invoca una marabunta.
Igual. Nadie se pregunta
si tiene acaso un hermano
si algún hombre le es cercano
por afuera de su ombligo.
Soy ira y dolor. Maldigo
a todo el género humano.

POESÍA PARA NIÑOS

María José Quesada – España

El viaje de María

Cuatro sillas, dos delante,
dos en la parte de atrás
y en la manita una llave
con la que piensa arrancar.
En el brazo lleva un bolso
de la misma Pepa Pig
y unas gafas en el rostro
le caen por la nariz.
¿A dónde vas tan dispuesta?
-le pregunta su papá-
me voy por la carretera,
quita o te voy a pisar.
María arranca las sillas
-con la boca hace ¡run! ¡run!-
y viaja de la cocina
hasta el lejano Estambul.



Yo quiero ser

Yo quiero ser abogado
y quiero ser panadero
para poder defenderte,
que con los puños no es bueno,
y fabricar pan de leche
tan tierno como tus dedos.

Apaga la luz mamita
que voy a estudiar el sueño.



Guirigay

¿Cómo andan los patos?
Plif plaf
¿Qué dicen a ratos?
Cua Cua
¿Cómo hablan los asnos?
I ú
Escucha los pájaros
Piu piu

Pues todo en la tierra
emite un sonido,
desde el pez pequeño
hasta el más temido.
La cigarrra chilla
las abejas zumban
los leones rugen
el gato maúlla;
las flores se mueven
y se comunican
aunque su lenguaje
nadie lo descifra.

Pero tú eres niño
y emites palabras
y si estás contento
tu risa es muy larga,
si te pones triste
o si estás malito
toda tu familia
quiere estar contigo.

Y así, sin pensar,
hemos dado un salto
del mundo animal
al de los humanos
y los dos tenemos
un gran parecido:
a todos nos gusta
que nos den cariño.



Había una vez

Había una vez un perro pequeño
con unas patitas más cortas que un dedo.
Había una vez un gato travieso
que daba zarpazos panza arriba al vuelo,
y había una escoba que les daba miedo,
un ovillo azul que les daba juego
y unas manos grandes que les daban sueño…
Y es que era una vez un hombre muy serio
que llevaba dentro
la misma ternura que los cachorritos
de este alegre cuento.

VERSO BLANCO

Jordana Amorós – España

Cordón umbilical

Ha sido todo siempre
un irse acomodando.

Apurar los minúsculos
resquicios de la vida
por los que se colaban a tus espacios íntimos
esos rayos de Sol
capaces de animarla
y aprovechar las largas tardes de lluvia y tedio
para tejer saudades.

Ahora lo que toca
es adaptarse a la necesidad
de gestionar lo escaso,
a aceptarte viviendo con los ojos escépticos
y la piel agostada
mientras dentro de ti,
a tu pesar,
cultivas la narcótica semilla
del desapego.

Es fácil,
se trata solamente
de entrecerrar los párpados
y borrar los paisajes,
ideas, sensaciones y recuerdos
que anidan en su envés
como quien funde en negro el fotograma
final de una película…

Solo queda esa hilacha,
tenaz,
que constituye
una especie de insólita atadura,
como un cordón umbilical inverso.

Con qué fuerza me une
a la luz…

Cómo cuesta
cortar esta invisible, sedosa y acerada
hebra fundamental de los afectos.



Sombras chinescas

Grotescos
esperpentos de pájaros.
Pluma en pena que escapa rumbo a un sueño de luz.

En la penumbra
agoniza la tórtola cautiva.
Entre las manos
su cuerpo es un dolor torpe y reseco
que en las atormentadas puntas de los dedos
todavía aletea.

Es finito el espacio
de la pared.

Y en el silencio se oye
el crepitar del alma al consumirse.



Isabel Reyes – España

He de marcharme

Rodeada de cosas olvidadas
con tanto agobio encima de mis hombros
recojo libros, fotos, cuadros sin paisaje,
mucho papel en blanco y mis pupilas
sin saber dónde ir, ni cómo el alma
se acostumbró a la luz de atardecer.

Toda mi casa es hoy incertidumbre,
no encuentro lo esencial,
en las carpetas
se perdieron retratos, versos míos
y aquellas primaveras. Quién me aguarda,
me llama desde lejos, nada sirve
de mis maletas, folios, a esta hora
penúltima en que veo
como si ya estuviera sin disfraces
y fuese otra persona la que ocupa
mi corazón, mis huesos, sólo míos
los ojos esta tarde, rodeada
de espejos del crepúsculo y cajas de cerillas
e inútiles postales sin remite
de caminos que nunca hube andado.
Ha llegado la hora de partir.

Ruedan los cláxones
en mi tranquilidad, en este miedo
a ir cerrando ventanas.
Me voy, he de marcharme
de nuevo a ningún sitio, el mar no espera
se mete en los dinteles, abre puertas
empuja, inunda el alma
y lanza mi existencia hacia las rocas.

¿Salvaréis mi equipaje de sus olas?



Indignación

Mientras el sol dispara sus espadas
avanzo como un preso
que huyera en los pantanos del presente:
los perros del cansancio
acechan por el bosque de la gran decepción.
He de seguir, mi sitio está más lejos.
Romperé mis cadenas con un tallo de hierba
y volveré al origen, desnuda y en silencio
alegre y desnortada, sin deudas, sin deberes
oscura y encendida con mi verbo.

Si queréis encontrarme, no me escondo.
Aunque me fugue
estoy aquí, sentada y sola y triste
como una gota dentro de la lluvia
soportando la fiebre primitiva
que me mantiene inmóvil
y digna
y vigilante.
Encerrada en mí misma
y tanta indignación por compañía.



Sergio Oncina – España

Ausencia de vida

No sé por qué ni dónde quiero irme.
Este lugar me aleja de los sueños
y me envuelve en tibieza; arropa y duerme,
apaga los instintos, entierra voluntades
y agota la impaciencia
que incita a pelear contra el fracaso.

Vivo en barro que arrastra,
arenas movedizas
con la velocidad de la quietud
y la satisfacción de mi apatía aceptadora.

Y truena y no me importa la tormenta
aunque ilumine los charcos
y embadurne mi rostro con resina mojada
del árbol deshojado donde quise ampararme.

Es, por fin, lo distinto que acaba por hundirme
en la basura de la que salir,
estímulo asesino que concede
una oportunidad para resucitar
y sentir la alegría
de un nuevo nacimiento en un edén.

No creo en paraísos
ni en volver de la muerte.

Pero tampoco creo
en la ausencia de vida.



En la noche de los vivos

Se dilata la noche de los vivos.
Me entretengo mirando
los árboles sin hojas,
las farolas que lucen mortecinas
y las aceras libres de nosotros.

Ahí, en la esquina próxima
estuvimos los dos,
entre la misma niebla,
bajo el mismo silencio,
en esta misma hora

y, como hoy, nada interrumpía
a la ciudad que duerme
sin saber que te amo,
como si no importase
y mañana la vida continuase impertérrita.

A nadie preocupa
que no vuelvas conmigo;
el furgón de reparto trae pan y pasteles,
los barrenderos sueñan con dormir.

La radio sonará, a las seis y un minuto.
Acabará mi insomnio.
Compraré medialunas para desayunar
con un tazón de leche,
mantequilla, galletas
y olvido.



Ángeles Hernández Cruz – España

Y pude

Enredada entre los hilos del miedo,
me pesaba el recuerdo de aquel día
en que el aire se hizo piedra
para aplastarme el pecho;
me pesaban los “no puedo” y los “quizás”,
losas en el paisaje de mi terco discurso.

Pero usé tu sonrisa de bastón
cuando te ofreciste a llevar mi carga
para un trayecto de ida y vuelta
entre la imprudencia y la victoria.

Con una palmera como único testigo,
conseguimos surcar
la mar escarpada de los barrancos,
y los jadeos de mi corazón
iban desamarrando, uno a uno,
los pesados nudos del acobardamiento.

ARREBATO (TANTO EN BROMA COMO EN SERIO)

Delirios

Morgana de Palacios – Gavrí Akhenazi

(décimas)

Tú te anticipas, yo actúo
cuando no tiene remedio
y están los ojos del tedio
fijos en mí, como un búho.
Hasta que me desvirtúo
con mi vestido de insecto
y llego al fín del trayecto
gris, desvalida y opaca,
no salgo de la cloaca
ni me alzo en vuelo perfecto.

Duermo poco, tengo afán
de permanente vigilia
y el sueño de mí se exilia
con despechado ademán.
Sólo despierta el desván
de los sueños se me ofrece
y es entonces cuando crece
– con qué infinita paciencia-
la flor de la efervescencia
que entre mis versos, se mece.

Y deliro, como tú,
arrebatada la frente
más fría si más ardiente,
dúctil caña de bambú.
Plumita de marabú
vilano de cualquier viento,
cosquilla del sentimiento
que se ríe de sí mismo.
Deliro mi agnosticismo
con la fe del irredento.

Morgana de Palacios


Si te digo piel de musa
me rebanás el garguero
y prefiero otro entrevero
que morir bajo esa excusa.
Para la ruleta rusa,
me toca siempre la bala
así, en tus manos, resbala
mi cerebrito licuado.
Y tu verbo, ensangrentado,
en su pasión se acristala.

Pero es verdad que mi rumbo
va siguiéndote el donaire,
silbando bajo, al desgaire,
como mosquita, te zumbo.
Y si me amenaza el chumbo
de tu mirada esmeralda,
tu corazón rojo y gualda
contra mi blanco y azul,
sé que no ves un gandul
olisqueándote la falda.

Porque aunque todos te digan
que yo no soy para vos,
que sos buena y yo feroz,
nuestras semillas, espigan.
Las pasiones desobligan
a lamentar tanto muerto
y a descabezar al tuerto
que escupe malas miradas.
Con las almas anudadas
cruzamos cualquier desierto
.

Gavrí Akhenazi


Si me dices piel de musa
te condeno al ostracismo,
que es un término en sí mismo
del que hasta el más tonto abusa.
Por debajo de la blusa
se me «alergiza» la piel
cuando veo en el papel
el nombrecito de marras.
Me gustas más si desbarras
saliéndote del riel.

Anda, no delires tanto
ni te busques más problemas
que mi nombre en tus emblemas
aumentará tu quebranto.
Precisamente el encanto
que tiene la situación,
es que somos en función
de cómo se mueva Eolo,
ajenos al protocolo
que requiere cada unión.

Que eres tú mucho poeta
y no te hace falta alguna,
cualquier musa inoportuna
que quiera darte la teta
y luego te comprometa
a serle fiel de por vida,
cerrándote la salida
para el verso libertario.
Quita, quita. Solitario
te lames mejor la herida.

Para cruzar el desierto
mejor sin musa ni muso,
que ambos somos multiuso
en cualquier terreno incierto.
Con el pecho al descubierto
y el corazón al galope,
tendría que ser miope
para no sentirte cerca.
Soy altiva mas no terca
si el tipo es cinemascope.

Morgana de Palacios


Si me aguanta, le respondo;
pero más si viene fresca
me gusta su picaresca
y su garbo sabihondo.
No se me da el cante jondo,
pero a la pasión me entrego
y en el amor soy tan lego
como un dinosaurio fósil.
Aunque su verso es tan dócil
que me envuelve su dondiego.

Me tiene en muy alta estima
su pensamiento poeta
pese a que soy pura jeta
en asuntos de la rima.
No me hallo en la tarima,
señora de mis quebrantos
y asusto con mis encantos
la modernista vanguardia.
Sabe bien, pura metralla,
mato diablos, bajo santos.

Divertido por bocón,
rapidito en el negocio
de achurarle el tiempo al ocio
y alegrar su corazón.
Cuando me mande al rincón,
por zarpado y lenguaraz
va a extrañar mi mente agraz
en esta vida difusa.
Usted, mi pasión, mi musa,
yo apenitas, verbo audaz.

Gavrí Akhenazi


Tiene usted muchas pasiones
cordobés de pacotilla,
y yo estoy en la otra orilla
estrangulando emociones.
Siendo un As de corazones
lleva repleto el petate
de mujeres en combate
por su músculo cardiaco.
No me meta en ese saco
no sea que me arrebate.

A jetón nadie le gana.
¿De dónde saca, querido,
esa humildad sin sentido
que me deja en la ventana?
Con precisión cirujana
se cachondea de mí
clavándome el bisturí
-volviendo a llamarme musa-
en la dermis que, contusa,
tiembla como un alhelí.

Ays qué malo, malo, bicho,
de siete suelas, ladrón,
mosasauridae cabrón
que me pone en entredicho.
Retráctese de lo dicho,
que me jode el estandarte,
y se está jugando el arte
de la diversión conmigo,

pues me iré como castigo
con la música a otra parte.

Morgana de Palacios


Tan linda venía la joda,
compañera de quilombo,
que le iba a comprar el combo
a su enjundia de rapsoda.
Pero ya vio, está de moda
y en auge la boludez
del derecho y del revés
sin que se entiendan razones.
De punta, con mis tapones
ando partiendo clichés.

Se me encolmilla la risa
de animal de dentellada
cuando hiende la pavada
la verdad, sin cortapisa.
Yo, que vivo en la cornisa
del desastre y la tragedia
parezco la Wikipedia:
no hay guerra que no haya visto.
A veces no sé si existo
porque el mal, no se remedia.

Entonces, soy un iluso,
todavía un serafín
que va de uno a otro confín,
ya desalado, contuso.
Pero ¿sabe? me rehúso
a resignar la bandera
y aunque así mi vida entera
sea un profundo fracaso
no me arrodilla el ocaso.
Sueña la paz, mi quimera.

Gavrí Akhenazi


Uno intenta ser amable
como vendedor de tienda,
por ver si el errado enmienda
del verbo lo reprochable.
Asertivo y agradable
hasta que la mala baba
de la prepotencia acaba
con la paciencia más pura.
Nunca fue Literatura
lo que tu escritor soñaba.

Y se te afila el colmillo
y las uñas se me afilan
y los ojos que vigilan
las estancias del castillo
se vuelven torvos cuchillos
para proclamar verdades.
No sé si son las edades,
las experiencias, el mundo
y lo que tiene de inmundo
lo que mata libertades.

Al final, la realidad
llega con su cara acerba
y consigue que nos hierva
la sangre a su voluntad.
Ni siquiera en la ciudad
de la Utopía perece
la hipocresía que crece
entre mansedumbre escrita.
¿Quieres verdad? Dinamita
el ego cuando aparece.

Morgana de Palacios