ARTÍCULO

El arte según Madison, por John Madison

¿Qué se necesita para hacer arte? Yo diría que valentía, y mucha personalidad por encima de todo, porque desde ya afirmo que no es suficiente con la formación técnica. Si todos los artistas del planeta se hubieran conformado con lo que ya estaba hecho sin traspasar la línea que cuenta para la academia como no permitido, aún estaríamos pintando en las cavernas.

¿La técnica es necesaria para crear cosas que nunca se han hecho? Por supuesto, ¿cómo valorar lo hecho para posteriormente abrir una nueva brecha? ¿El autor puede hacer lo que le de la gana con su obra, aunque no entre dentro del canon? Por supuesto.

Tu Arte: ¡Tu responsabilidad!

En muchos casos, los procesos de experimentación han dado lugar a movimientos culturales nuevos y a la modificación de los manuales.

Los valores del individuo: historia personal, infancia, geografía, dogma, religión o filosofía, condición socioeconómica, familia y tabúes condicionan la forma de hacerlo. De ahí que no se pueda medir la manera en la que cada cual se exprese. La literatura es una instantánea de esa realidad que el creador vive y exorciza. De modo que, también, es una credencial que habla de ese autor como parte de un conjunto «x» con un comportamiento sociocultural «x». Lo llamamos «estilo». Cada cual el suyo.

A menudo uno tropieza con gente que pretende cambiarle el estilo: «No entiendo lo que escribes, porque tus palabras o tus versos no son iguales a los míos», «Yo no diría jamás eso con las palabras que tú lo has dicho»… válido para actividades como pintar, cocinar, actuar, fotografiar… En fin, Arte.

Para TODO.

Enfrentar un texto, en prosa o en verso, con esa libertad de la que hablo requiere valentía si se pretende retratar y sobrevivir a toda una jauría de inquisidores más interesados en la quema de brujas que en el respeto por el marco que rodea la expresión escrita.

Me es imposible marcharme sin recordarme a mí mismo el concepto real de Arte: Arte, del latín ars, artis. Actividad o producto realizado con una finalidad estética y comunicativa.

En fin, comunicar va de «hacer Arte».

ARTE MENOR

Desde el principio del fin
tengo un sueño recidivo
que no se atiene a los tiempos
de júbilo o de castigo
ni al intelecto disforme
sobre el que ejerce dominio
como un virus melancólico
que actúa en el organismo
mutando desde su génesis
de escándalo fronterizo.

Porque se niega a morir
y ser pasto del olvido,
o quizás porque, inconsciente,
tengo una deuda conmigo,
desde el principio del fin
-cuando el orbe está dormido-
surge cruzando el umbral
de la emoción, sin permiso
y se adueña de mi cuerpo
como un amante furtivo.

Más allá del verbo amar
sin plantearse objetivos,
tiene lo mejor de mí,
lo más feraz, lo más vivo,
lo que no le entrego a nadie
sea amigo o enemigo,
aquello que me hace hermosa
ante un hombre sin prejuicios.

Desde el principio del fin
tengo una deuda contigo
que te pago con el alma,
el corazón y el instinto.

Cuando el fin llame a la puerta
y hayan muerto los caminos
entre tu boca y mi boca,
todo un mundo se habrá escrito.

Más allá del verbo amar

Morgana de Palacios



Rosa de pólvora

Isabel Reyes

Aunque fui rosa de pólvora
y me creía una Xana
hoy las luces de mis iris
son dos barcas congeladas.
Cuarenta días lloviendo
tan fuertemente en mi hábitat…

Entre mis manos y el aire
supimos construir un arca
para salvar a un abril
que en invierno se mutaba.

Hoy al fin el sol reluce
y me lava la nostalgia
regalándome raciones
pequeñitas de esperanza.
Es claridad todo el mundo
y la alegría me llama
como un allegro vibrante
que en mi tempo se instalara
transformando la armonía
mis ojos en luminarias.

Vuelvo a ser rosa de pólvora
en la mar de mis entrañas.



Tengo los ojos nublados
y como cántaros llenos,
en este dos de noviembre
cuando en silencio comemos
extrañando tu presencia.
Sé bien que no te veremos
pero anhelamos sentirte
feliz, sana, recibiendo
golosinas y comidas
que en el altar te ponemos.

La soledad me ha agrietado
en estos años tan negros
cargando tanta tristeza,
que suelto al irte escribiendo
con un caudal de morriña
versos, rimas y recuerdos
que no puedo pronunciar
por el dolor en mi pecho.
Al apagarse tu luz
de mí van quedando restos.

Restos que voy levantando
con el suelo en movimiento
y mi lámpara apagada,
para que veas que ha vuelto
tu madre que no se rinde
mi ofrenda es todo mi esfuerzo,
necesito de tu hombro
aunque sea mientras duermo
en esta senda invernal
donde te busco a lo lejos.

Ofrenda de día nublado

Eugenia Díaz Mares

HISTORIAS

Héctor Michivalka – Honduras

Imagen by Markus Spiske

Algo sobre mi padre

Mi padre, por muchos años fue comodín en el edificio del único Sindicato de Trabajadores de las Bananeras integrado por más de diez mil personas, ya sea como mensajero, carpintero, o taxista cuando lo requería cualquier delegado para que lo llevara de tour por las cantinas del pueblo.

En la entrada principal de aquel edificio había un enorme almacén que ofrecía al cliente electrodomésticos, bicicletas, sillas, adornos y muebles para el hogar. Detrás de la tienda se localizaban las oficinas del gremio. En el patio funcionaba el taller de carpintería, una galera abierta al aire libre, con techo de láminas, en cuyo local mi viejo y un grupo de ebanistas fabricaban mercancía para el negocio. Eso le otorgaba el derecho tácito de cargar en la parrilla de su bicicleta las tablitas sobrantes que cruzaban su paso al finalizar la jornada diaria.

Con el pasar de los meses, papá se vio obligado a erigir un galpón, por partes, en el patio trasero de nuestra vivienda, y que continuaba según exigencia de la madera huérfana que se iba acumulando.

Su codicia tuvo la brillante idea de construir mesas y sillas justo en la acera de la casa, a la vista de los transeúntes como estrategia para promover sus habilidades de ebanista, cebar su ego y exponer los artículos en venta. Era de poco sonreír, salvo cuando un cliente potencial le preguntaba por el precio de un producto, y más si era una mujer la que le aceitaba los resortes de su galantería.

Por sus conocimientos polifacéticos y la fama que aumentaba según adquiría prestigio por su buen hacer, el barrio procuraba sus servicios de plomería, electricidad, carpintería -de albañil, no, porque él olvidaba con rapidez el trabajo forzado-, y hasta de usurero. Con frecuencia, por las mañanas lo visitaba una clientela temeraria compuesta por conductores de autobuses, todavía temblequeando por los sopores de la borrachera de la noche anterior, empeñando la licencia de conducir para mitigar la resaca. Nunca faltaba un raterito vendiendo la poca mercancía que había obtenido en los riesgos de la madrugada a precio de ofrenda.

Mi padre siempre repetía la misma respuesta justificativa ante los reproches de mi madre, al ver una silla de ruedas o un par de muletas en calidad de compra o de empeño: «Si no lo hago yo, alguien más lo va a hacer».

Los clavos viejos que rescataba de las reparaciones, los coleccionaba en una olla tamalera. Si había un pedido pendiente de ebanistería, mi padre sacaba un martillo y un trozo histórico de riel de tren del cuartito de herramientas -el cual siempre protegía bajo llave como si escondiera un alienígena- y ordenaba a mi hermano René, de once años, y a mí, tres años menor, que enderezáramos los clavos de la temible y fastidiosa olla para reutilizarlos en el proyecto.

Nos turnábamos con el acuerdo de relevarnos cada vez que recibiéramos el inexorable pinchazo en los dedos. Muchos clavos eran de imposible rehabilitación por su estoicismo y las contorsiones sufridas durante el desarme.

CONTRATAPA

El «nuevo» mundo

Tengo más de cuarenta años de carrera, una cantidad de novelas publicadas de la que me asombro hasta yo, premios «de los importantes», cuando las editoriales, allá lejos y hace tiempo, apostaban en sus concursos por el talento literario y no por el «número puesto». He conversado con escritores toda mi vida. He debatido en innumerables mesas redondas y jurado en una buena cantidad de concursos, hasta que ser siempre el disidente con la elección de la editorial me hizo entender que «juras eran las de antes». Mario Benedetti me quería a pesar de que yo era un joven díscolo que no quería escribir poesía incluso por no darle el gusto. Tengo bien cimentados mis puntos de vista y he llegado a mis propias conclusiones sin tener que estar recurriendo cada cuatro palabras a la cita de «lo dijo tal o lo dijo cual».

¿Por qué hago todo este preámbulo?

Porque estoy azorado, estupefacto y me pregunto cuál será el destino de la literatura. También me planteo si hasta este momento viví en un frasco literario en el que parece que hemos optado por recluirnos unos cuantos.

Nunca me había sucedido que alguien pida consejo sobre cuántas palabras un escritor debe escribir al día para ser escritor y me explique que se fijó una meta de x cantidad de palabras, sin tener en cuenta que el meollo de la cuestión no es la cantidad sino la calidad de lo que se escribe. Escribir estupideces que luego borrarás, es una pérdida de tiempo.

O que algunos ¿escritores? vayan por allí regalando sus libros a cambio de que gente que lee (independientemente de la calidad de esa lectura) les haga una reseña para las redes sociales y así poder vender su obra (también independientemente de la calidad de la misma). La ecuación es: más reseñas, más ventas. Quiero pensar que las reseñas son honestas (independientemente, repito, de la calidad de las mismas) y no que dependen del «hoy por ti y mañana por mí», como sucede en toda red social que precie de serlo.

O que alguien que dice ser escritor reniegue o pregunte acerca de si la corrección de estilo es importante.

O preguntar a todo el mundo ¿qué título le pongo a mi novela?, luego de exponer una sinopsis que podría ser de esa o de miles de novelas idénticas a esa: la buena chica se enamora del chico malo, que termina teniendo sentimientos nobles además de buenos bíceps y son felices al final sin que falten las perdices.

¿Si tu vida fuera un libro, cómo se llamaría?

Me preguntaron una vez algo así en una entrevista y me levanté y me fui. Mi editor me corrió por los pasillos y no es que uno sea recalcitrante ni pedante, pero espera un poco más de enjundia en el que te hace la entrevista.

Luego ¿escritor de mapa o escritor de brújula? Tuve que averiguar qué cosa era eso y resulta que el de mapa es el que hace un diagrama o un organigrama de cómo son las secuencias de lo que va a escribir y hasta tiene en la grilla de qué color es el pelo de su personaje. El de brújula, no sé, supongo que es el que se fija un norte y encara hacia allá como un aventurero (o sea, es más de mi estilo, si acaso ese fuera el de brújula).

La navegación me acercó a esta red en particular (de twitter huí despavorido, harto de discusiones malhabidas –confesaré que tengo responsabilidad en esas discusiones, porque me apasionan los debates), y siento que es haber llegado a una isla insólita cuyo dios es «el algoritmo» al que todos imploran fervorosamente, con cientos de habitantes de los cuales hablan mi idioma apenas tres o cuatro mientras todos los otros se per-siguen entre ellos tratando de ser per-seguidos, mientras oran: «Querido algoritmo…»

Ni qué decir del desesperado clamor por recetas mágicas contra el «bloqueo del escritor» o la compulsión a «producir contenido para no perder presencia en la red» y acto seguido, pasar a quejarse de los pocos seguidores a los que les interesa ese contenido o de las cuentas que tienen carradas de seguidores y no siguen ni a su propia sombra.

Todo muy pueril, hasta ingenuo, diría. Incluso los haters son ingenuos, tontolines. Y los nóveles… ¡ay los nóveles!, si no estuvieran tan pagados de sí mismos o tan, tan en pañales que ni siquiera entienden que lo están, cuánto se beneficiarían de un tipo como yo, que no pretende otra cosa que transmitir lo poco o lo mucho que sabe para que le sirva a alguien más y la vida no entierre conmigo el conocimiento.

En fin, me vuelvo a mi frasco. Debo ser uno de esos «consagrados pedantes que nos miran por encima del hombro», tal como describió alguien de ese mundo a otro que le dijo que estaba demasiado manida su saga de vampiros románticos y sufridores.

Querido algoritmo, pese a estar visitando tu templo, yo solamente te pido que me dejes como estoy.

גברי אכנזי

POESÍA PARA NIÑOS

MARÍA JOSÉ QUESADA

La abuelita duerme al gato

La abuelita duerme al gato
encima de sus rodillas,
enroscado ronronea
mientras ella lo acaricia.
De paso le cuenta un cuento
sentada en el balancín,
que es su lugar favorito
para tejer y dormir.
Dice así:

Un gato quiso ser tigre
y correr entre la selva
y soñar bajo la Luna
encima de una palmera.
Él quería ser grandote,
con el pelo todo a rayas,
como lo tienen las cebras
y los tigres de Bengala.

Era muy chiquirritujo,
con el manto color gris
y los ojos verdes verdes,
¡más que las hojas de vid!

El minino no fue tigre
ni la jungla conoció,
pero tiene una abuelita
que lo duerme con primor.



El pirata Roquefort

El pirata Roquefort
no tiene pata de palo
parche en el ojo
garfio en la mano.
Ni le ha salido la barba
ni lleva un loro en el hombro.
El pirata Roquefort…
shhh
ni está tuerto ni está cojo.

Disfruta haciendo diabluras;
en el barco donde habita
ayer mismo, al Capitán,
le dibujó en la barriga
una rana con orejas
mientras el hombre dormía.
Otras veces se hace el muerto
-respirando muy flojillo-
y al que se acerca a tocarlo
abre un ojo y le da un grito

El pirata Roquefort
tiene un cofre donde guarda
sus tesoros más queridos:
cocos, piñas, chocolate
y un diente de cocodrilo.

La tripulación discute
porque no se porta bien,
porque da muchos problemas
y no sabe obedecer.
¿Lo dejamos en la isla?
-dice serio el timonel-
¿o lo atamos en la proa
castigado hasta las diez?

Pero en el fondo lo quieren,
¡no pueden vivir sin él!
aunque se esconda y dé sustos
y aunque le huelan los pies.

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Agujas de San Juan (poemario)

Unnberleigh, 1794.

Este poema sigue la perspectiva de un reverendo anglicano, célebre en su entorno por su solidez teológica y científica, cuya carrera se ha encallado en la parroquia de Unnberleigh y la de la minúscula localidad vecina de Oakgrove.

La circunstancia finisecular, en el viejo reino de Mercia, es de cambios acelerados.

A lo lejos, los traumas de Francia y las perdidas colonias.

Mientras la fe cristiana está de largo establecida como única, y verdadera, la ilustración permea entre los académicos. Se está completando la red de canales para transporte comercial que se extiende desde el condado de Stafford hacia el de Dorset (poco después de acabada, esta titánica obra de ingeniería quedará desfasada por el ferrocarril). La industrialización se cierne sobre una economía y modos de vida que se tienen por perennes.

Es reciente la derogación de leyes (entre ellas, el estar condenados a muerte por el mero hecho de serlo) contra los gitanos que llegaron desde los Balcanes a comienzos del siglo anterior, pero el recelo perdura.

Una alteración genética ha empezado a caracterizar a ejemplares de la cabra local (que más tarde se denominaría “cabra primitiva unnberleighsis”, frecuente y erróneamente identificada como variante de cabra pigmea, por su escasa altura), alterando sus cuernos en una deformidad que los une en espiral uno con otro, aunque no es rara la simple yuxtaposición en longitud asimétrica, dando lugar a formas variopintas.

En la tradición cristiana, el unicornio simboliza en su recto cuerno la identidad de Dios padre y Cristo hijo, a través de la pureza de María que los ha encarnado.

“Oiga la tierra y lo que la fecunda, el mundo y lo que produce… los muertos serán exhumados… todo el ejército de los cielos se corromperá… y con ellos descenderán unicornios”.

Isaías, 34 (de la traducción de Casiodoro Reina –“Biblia del oso”–, Basilea, 1569).

I

Los dedos de su hijo
ya no dibujan sueños en su cara.
Son su recuerdo vivo:
el niño ahora pasa
la noche solo bajo aquella lápida.

Sus fechas y su cruz.
Su nombre como huellas en la nieve.
Perfecta pulcritud
de momento presente
que acecha tras su ausencia para siempre.

Quizás, con sus caricias,
araña ahora dentro de la tumba
la eterna pesadilla
de un padre que disputa
su fe con ese dios que no lo escucha.

No entiende aquel designio.
Él, que entendía todo el universo.
Su estirpe es puro olvido,
y aquellos dulces dedos
ya solo trazan sus peores sueños.


II

El día de los vivos continúa
y necesita mantener el culto:
ministro en dos parroquias, ni un minuto
de más le queda para su amargura.
Y truene o llueva, a lomos de su mula,
atento a cotidianos menesteres,
asiste a preocupados feligreses
(que todo transfiguran en problemas
y estúpidos litigios, que exageran),
a veces con la fuerza suficiente…

Y las más, sin embargo, solo un hilo
de inercia lo conecta a la rutina,
y, apenas percibiendo si respira,
se pierde en horas llenas de vacío.
Y hay días que el trayecto es un abismo
entre un templo y el otro, entre la iglesia
de San Juan el Bautista, con solera
en la villa notable y orgullosa,
y, en el pueblo vecino, casi homónima,
la del Evangelista, bien modesta.

Las dos se atisban y se reconocen
por sus agujas pétreas hacia el cielo,
erguidas e insolentes, como cuernos
(un símil que estremece al sacerdote).
Dos bestias erigidas por el hombre
para acercar a Dios a nuestro mundo,
dos clavos que aseguran el sepulcro
en el que celebrar el sacrificio
del Padre que mandó a morir al Hijo…
dos púas retorciéndose en el luto.



III

En su congoja,
la madre llora
hasta quedarse dormida.

Y, mientras él encara
despierto la desgracia,
el láudano piadoso la disipa

IV

Nada le queda, nada, si se aparta del día.
Él, que tuviera todo lo que siempre quisiera.
Él, que explicaba aquello que nos cuenta la Biblia.
Él, que entendía arcanos que devela la ciencia.

Él, que entonaba himnos con la voz contenida.
Él, que aspiraba al cielo y aun gozaba la tierra.
Él, con su esposa, él, con su risa,
tan erudito, joven promesa.

Padre de un muerto.
Joven y tan erudito…
pero ahora no sabe cómo medir su tiempo,

ni por dónde, ni cuándo puede encontrar camino
que retorne a su antes todo feliz, completo,
cuando tuvo su todo-lo-que-había-querido.


V

En ese vaivén a lomos de mula,
envuelto en sus ropas, su hábito negro
(faldón y bonete), solemne postura,
por el conocido paisaje proteico,
contempla animales y en ellos observa
la obra de Dios: natura, imperfecta.

Las bestias comunes: la oveja o el toro.
Un ave sublime, la ilustre lechuza.
Colores al vuelo: martín, petirrojo.
Bendice al halcón, que une en sus plumas
lo etéreo y lo impuro, el cielo y la tierra,
las dos dimensiones que el hombre concentra.

Oriundo de allí, de aquella comarca,
se da un animal, en cambio, que odia:
curiosa cabrilla de tez demoniaca,
de naturaleza falaz, portentosa,
que trenza sus cuernos en uno.
Un símbolo erróneo, un insulto.

No acepta que Dios creara una bestia
que forma, en sí misma, tamaña blasfemia.
Airado hasta el alma, maldice al engendro
culpable, además, del hijo en la tumba.
Que fue un accidente, o así le dijeron,
que dos cabroncillos en tonta trifulca…

No acepta que Dios así se equivoque.
Se niega a creer que ocurra, en Su nombre,
error semejante, ridículo, vano.
El Dios que mandaba morir a los hijos.
La cruz o unos cuernos, embistes o clavos.
Su niño, caduco. Jesús, infinito.

No hay oraciones, no hay evangelios
que hablen del hijo que a él se le ha muerto.


VI

En la colina, el colegio,
centro de conocimiento
de las comarcas vecinas
al que pudientes familias
fían a sus herederos.
Cuna de insólitos cambios,
desde su abstracta atalaya
oye el rumor del mañana,
huye el pasar de los años,
dota de voz a epitafios.

VII

Raros viajantes atrajo
(almas inversas y herejes)
la construcción del canal.

Vejan la tierra,
rasgan su útero
con su labor aberrante.

Habla la gente de horrores
dentro del propio colegio:
artes de largo prohibidas.

Dice y se cuenta la gente:
«juegos macabros, impíos».
Y esas cabrillas de un asta…



VIII

«Son buen reclamo para visitantes»
dice el Rector, llenándole la copa,
«aprecian su rareza como si fuese un arte».

Desdeña él: «Hablemos de otra cosa».

A pesar del sinfín de las murmuraciones,
han sido compañeros de charlas y lecturas
y quiere darle crédito a su nombre.
Están bebiendo, a solas, en horas ya de luna.

Le place hallarse allí, de nuevo huésped
en el colegio augusto y centenario.
Aunque solos los dos, la sala de banquetes,
en estos años de impacientes cambios,
lo acoge en un refugio de nostalgia.
Solía frecuentarla.
Y oficiar, en la cripta.
Mucho ha llovido desde aquellos tiempos,
cuando hubo alegría.

«Menudo fin de siglo, Reverendo:
perdidas las colonias en América;
perdida la corona de Francia, y sus cabezas.
Perdido, para ti, lo más querido,
si es cierto que lo has perdido, acaso…»
(un guiño del Rector, sonrisa, un trago),
«pues Dios también perdió, y no, a su hijo».

No entiende la razón de su insolencia.
Amigo, contertulio.
En toda la comarca, junto a él, el más culto.
Pero sabe que puede decirle, con franqueza:
«Mi hijo merecía biblia propia.»

Y el Rector lo convida a ir a más:
«Sé siempre bienvenido a blasfemar,
aquí sabemos mucho de esas cosas.»

«He escuchado rumores
de gitanos que vienen y que parten,
entre otros siniestros personajes»,
decide sincerarse el sacerdote,
«sacrilegios de magos
y tus ritos profanos».

Carraspea el Rector.
«¿Y si Dios» le pregunta,
«ha mentido?», su voz
despojada de duda,
«¿y si Dios se profana
y con ello nos burla,
y si Dios se degrada?»

Puño en la mesa,
tiemblan las velas.
«No lo tolero.
Dios es la norma,
todos sabemos:
cánones, dogmas.»

Ríe el Rector
y alza su brindis:
«Qué convicción
inverosímil».

Un movimiento de aire recorre,
brusco, la sala, cargado de encono.
Y, aunque en volumen muy flojo
(como el aliento del bosque),
oye la voz que lo llama: «Papá».
Gira en la silla y encuentra a su hijo
recto, desnudo, temblando de frío
(solo con verlo se echa a llorar).
Quiere abrazarlo,
húmedo aroma de suelo, de barro.

«Dios y sus trucos» comenta el Rector,
«Dios: excepciones a cada excepción».




IX

El día, ya, en la noche.
La noche como el día.

Radica en su desorden
la voluntad divina.

El cielo: luz y sombra.
Infierno el paraíso.

El suelo: abono y flora.
Eternos corrompidos.


X

Los dedos de su hijo, transformados,
inspiran sueños nuevos en sus sienes;
el crío, que murió con cuatro años,

se queda siendo niño para siempre:
los ojos deslucidos de un anciano,
la voz como el siseo de una sierpe.

Y el padre entiende que las dos iglesias
(San Juan Evangelista, y el Bautista),
como sarcófagos de su rutina,
son la inscripción de su futuro en piedra;

sus agujas, colmillos que desuellan
su carne para mantenerla viva;
y Dios, las ignoradas letanías
ocultas bajo el peso de la tierra.

MANEJO DEL ARTE

BRAHMA Y EL ALFARERO

Brahma y el alfarero

Para volar contigo quise un día
ser verso en la franquicia de tus ánforas,
hechizo a contraviento que enamora
tu pelo, tu perfume de muchacha.

Para vivir contigo canto a canto,
mi voz de hombre fractal junto a tu almohada,
vendí mi vocación de aventurero
al Brahma creador una mañana.

El creador me impuso ciertas normas:

«Todo negocio implica abonar tasas.
Alfarero te nombro, busca un reino
dimensional en otra de mis casas.
«El alfarero Juan”, ni los cometas
opondrán resistencia a tu palabra.
Las dunas se alzarán con tu prestigio,
los puertos, las marismas y alfaguaras.
Irás con tu Nereida a sembrar montes
de amor gemelar puro y nobles dádivas.
Pues solo allí podrás vivir con ella
la rueda de pasión que te arrebata».

Y el arancel pagué a las siete lunas
de Brahma por mi don y por tu alma,
por esta condición de construirte
mundos en otros mundos, novia amada.


Miserere


Después de tanta lluvia torrencial debería sentir, mi Dios, que reverdezco, que brotan de mis ojos ramales que conectan con tu infinitud universal y en el pelo una selva de ramilletes vírgenes.

Debería agradecer a ese Diluvio ser este nuevo hombre escribidor de pócimas sanadoras, agradecerte Dios cómo me enseñas a sentir este ahora en plena conjunción con el paso de los años. Pero hijo tuyo soy e igual a ti me hiciste, así que, no te extrañe si te reclamo al menos una parte de tus dones, solo para gozar del privilegio de provocar catástrofes ciclónicas que anulen la historia de su amor.

Te confieso mi Dios que muchos días quiero abrir esa caja de Pandora que todo mortal guarda en su armería y que no quede ni una sola señal sobre la tierra de ese oscuro querer que fue su amor.

En ocasiones quiero borrar mi humanidad, toda clemencia. Borrar de un solo golpe su historia de mi historia, su rastro de la sangre de nuestros hijos, sus noches de mis noches. Barrer con mi tormenta de nuevo semidios reverdecido todos sus orgasmos…

Borrar, mi Dios, del éter de tus días nuestro tiempo.


Maia


Alguna vez ayer, fui de un poblado
su guerrero mayor, guardián del templo.
Alguna vez di muerte en un combate
a un hombre y otra vez resulté yerto,
y fue mi funeral crisol de cantos
de antorchas y de ofrendas a los cielos,
mientras mi cuerpo ardía en la litúrgica
promesa de entregarme al firmamento.

Alguna vez, según me cuenta Brahma,
ayer, alguna vez fui marinero.
Fui mercader, fui paria, bailarina
en un burdel francés vendí mi cuerpo.

Hechicero, chamán y enterrador…
Alguna vez, también, hombre de versos.
Su voz me llama a ratos en la noche,
su voz nocturna y clara rompe el velo
y ya no sé en qué mundo vivo y ando,
si Maia es este cuarto en el que duermo.

Alguna vez, según la voz de Brahma,
alguna vez fui Juan, el de los versos.


Canción del enemigo

Dios, ya no cuento las veces que te invoco. Te pido no te quejes si todas las noches practico el mismo rezo:

Salud para mis enemigos, riqueza en su diario, equidad en la sed de sus venganzas. Fiereza en el combate.

Dame un púgil en igual condición sobre el terreno.

El enemigo primero, Dios, porque él es parte de mi signo, fractal inquebrantable en mis batallas.

Mi enemigo es el termómetro que indica los grados de temperatura que alcanza mi resistencia, mi enemigo me muestra mis debilidades, todas mis fortalezas.

Mi enemigo me muestra mi pasión contenida usando el arma. Esta arma nocturna hecha de huesos rotos y de muertos; esta voz de abecedarios inéditos difícil de entender, de contentar.

Te agradezco todas tus bendiciones, Dios.

Cuando mis enemigos se desbordan como un río salvaje, tú me levantas y lanzas tu manto sobre mí, me recuerdas que eres más creativo y justo condenando.

Me dices: «No te apures, Juan, deja todo en mis manos, cada Goliat que el destino te impone es la oportunidad de demostrarte quién eres realmente».

Luego ya estoy en paz como guerrero, y toca rendir culto a mi linaje.

Dios: cuida bien de mi hijo, dale luz a su espíritu.

Cuida de mi mujer.

Este hijo te pide que no se la devuelvas al Samsara. Déjala allí, ausente, tejiendo quién sabe qué nueva fechoría de maldad entre las sombras, porque sé que la luz también sabe cómo vivir oculta en las tinieblas.

Solo es cuestión de tiempo que ella la encuentre.

Dejamos muchas deudas sin saldar. Algunas ecuaciones irresueltas. Pudo más mi orgullo. No supe ser el hombre que querías, Dios.

Lo lamento.

Di más valor a mis espadas. Más valor a la carne, más valor a mis vicios, más valor a mi trono. Más valor a esa estúpida guerra de los miedos.

Lo reconozco, Dios.

Pero aún así te pido, no nos hagas pasar, una vez más, por el calvario de volver a querernos completamente a oscuras. Si algún día ella y yo volvemos a estar juntos:

Prende antes tu llama.

LOS LIBÉRRIMOS

Antonio Rojas

La ira de las estaciones

He quedado solo con mi fe.
Incorrupta, yace en el fondo de mi corazón,
como dormida en el vientre de un pez milagroso.

Ahora que estalla de pronto la ira de las estaciones,
las cosas ya no son sino como las recuerdo
en la síntesis brumosa del paisaje infame.
No solo el amor,
también es bello el olvido.
Aunque creer nos eleve,
nunca alcanzamos la altura de los sueños:
en el espacio que respira una flor
se gesta todo un mundo de desdicha.

Alargo mis sentidos para atrapar al insecto de la tarde;
como para nacer en otra era
algunos pájaros huyen
en la escasa luz que resta al día.
Hora invidente,
cazo pedazos de cielo en la tormenta,
quizás porque amar es el último argumento,
y el último grito.



Silvia Heidel

Uno infinito

«La pregunta ética ha desaparecido del preguntadero humano». Gavri Akhen.

intersecto números en mis venas
esta noche que raspa con su alarido mis ojos
alguna chispa de verdad
relumbrará en esa crucifixión íntima

números que son Uno
multiplicado a la enésima
milésima millonésima
cifra sinfin
nos cerca con su horca de llanto

no ni nunca
ajenidad frente al Uno
de infinitesimales ojos
boca
lengua
pies
corazón
brazos
desmembrados por esta edad oscura
sobre la tierra muda y ciega

Uno hendiendo lo umbrío
sangre con alas
en un pliegue de tiempo
con nostalgia de futuro



Enrique Sanmol

La noche es sola

La noche es sola,
y crece como una infección
en el torrente sanguíneo.
La noche es sola
y yo intento escabullirme
entre calles y arpegios,
pateando un asfalto
de señales horizontales
y semáforos intermitentes,
entre perros que defecan
en las almas de las aceras.
Ella odia dormir sola,
y a mí la noche me asesina,
como lo hacen los nonatos
que anhelan desde el limbo
la lotería de existir,
de crecer como una infección
vertiginosa y hermosa.
La vida eterna entre perros
que defecan y defecan
en las almas de las aceras
y los semáforos.
Ella odia dormir sola,
y a mí la noche me asesina.
La vida eterna entre espectros
que acuden a la llamada
de una oscuridad desnuda,
la oscuridad helada
de un exoplaneta deambulando
por un universo de noche sola.



Alex Augusto Cabrera

Día sin luz ni sol

mañana lloverá y no estaremos
no seremos los mismos detrás de la ventana ni en el bar
ni en el auto
y habrá otras arañas recorriendo el vacío de la casa

lloverá y un diluvio de treinta y seis minutos
se llevará tus años y los míos
buscándote
entre cada comienzo tercamente

lloverá como nunca
y
gota a gota
se llenarán de moho nuestros nombres
las paredes de ausencia
la guitarra de voces silenciadas
toda la espera y todos los proyectos
serán tan solo esquirlas
mis mapas y los tuyos se llenarán de polvo
y sangrará la lluvia
gota a gota
hasta que se desborde
lo que ya es inútil de tan tarde

pero seguirá el bar y el auto y la ventana
y tú te irás allá
al día nuevo

día sin sol ni luz
día en pañales

el viento pasa

yo no sé a dónde iré

ni si hoy existo

EN VERSO LIBRE

Solange Schiaffino – William Vanders

Negaciones

Hoy se me ocurren negaciones
de esas que se saben limitadas,
pero dramatizan el calendario
y me ponen de rival
frente al espejo.

Se me ocurre decir que no soy Solange
que no, no me conoces,
no me presientes,
ni siquiera tu voz, me toca,
que no volviste a enamorarme
que no,
no me has cambiado la mirada
y la tuya tampoco revolea como ternura de colibrí
sobre mi piel.

No, que no es posible que te la pases
desordenándome
y se haga tan apetecible mordedura
de manzana tu boca sobre mi boca.

¿Para qué admitir que culpo
a tu Play List Eterna por los besos
y que muchas veces ansío que se trabe
en mi canción favorita junto a tu lengua?

No, qué absurdo corazón en vértigo
¿Enamorarme yo?
De la nada, de la nada.
Por eso tampoco hay celos
de seres astrales ni de la tierra.

Ay, ¿que fue una tarde de septiembre?
Ya hace un mes o dieciséis años,
no sé, seguro miento
si se me escapa la palabra amor.
Diré que no es mía,
discutiremos
y no esperaré a que me creas.

Solange Schiaffino



Fugarse es negar.
Negar precisa del sol.
La luz asume el teatro
y deambula como sombra.

Negar es paroxismo,
inacción,
es sustantivo errante,
determinista
y a veces sacrílego.

Como cuando me invento
océanos
separando nuestras bocas.

William Vanders



A veces nos parece que un poema es una carta
dejada para ser leída después del desayuno,
otras, parece la copa de vino previo a la cena
y otras tantas, seguro parece un mal trago.

Pero hoy niego todas las anteriores
no es siquiera juego
ni carta o confesión inversa

No diré que sea siquiera poesía
ni límite en la acción
o un océano separando dos bocas.

Negaré sin huir,
no porque la inmovilidad no aprisione la voz
o la respiración y un ataque
paroxístico me reseñe como momento.

Niego porque este poema solo existe
por el poder de negar lo que de otro modo
aquí y ahora, no sería.

Solange Schiaffino



Henrry Di Spirito – William Vanders

L’orizzonte è una luce, mamma

A mi dios
humano lo perdono,
vive su humanidad humanamente.

Mi dios no es más colérico que el vuestro
y yo lo acepto como
cada uno el propio dios acepta.

Pero

hubo un tiempo de yoes reunidos
al que regreso dignamente
con los ojos callados y la espalda cansada

un tiempo en que mi Madre
hacía la mañana con su café con leche
y daba de comer en pleno vuelo
a pájaros y hombres con sus manos.

Me enseñó el milagro del bautismo
con un trozo de pan sumergido en el café
cada mañana construida
con manos de canela y albahaca.

Supo multiplicar los peces
cuando el océano magnánimo
de mi Padre
no pudo regalar sus dones cotidianos.

Convirtió el vinagre
en agua cuando tuve sed
y encendió todas las luciérnagas del mundo
para mis noches.

Se hizo molde para mi silueta
en cada uno
de mis regresos
de la escuela
de la universidad
de llanto roto
de espanto grave
y de voz exiliada.

Ella, tan sólo ella,
entiende plenamente
los versos que yo escribo
en los reveses de las lluvias.

Así,
a ella la declaro único

Él

del evangelio
de pomarosa y níspero
de la iglesia en el patio grande
de la casa de todos los inicios.

Henrry Di Spirito


Cuando Salvador conoció a Dios
no supo quién era ese andrógino
parlando sin mover la boca.

Era una tarde de golondrinas rasantes
y la fuente pintaba nubarrones negros.
A lo lejos ,las montañas bramaban
desde su entraña de barro y roca.

Con voz de niño adulto, Salvador, preguntó:

-Hey, porqué me hablas con labio invisible,
y porqué pareces un Modigliani asexuado.
Acaso eres un mago del río
aparecido como un rayo,
vestido con escamas de plata y oro
para mostrarme el don de la palabra sin ruido.

Entonces, el Dios disminuyó su efectismo,
achicó su estatura,
se transformó en mendigo y habló con ronquera:

– Vengo de tu mente cuando cumpliste nueve años,
de cuando perseguías libélulas
para atraparlas y ver en sus ojos
el pasado del futuro.
Vengo a devolverte la lámpara que me diste
cuando tuve hambre.

Tómala, Salvador.
Ve a multiplicar vida
donde la tierra tiemble.



También le conocí. Me bautizó Poeta
y ese día lloré como quien llora
una tragedia bárbara caída
desde y hacía la poza de las almas.


Me dijo: eres niño cometa en mano y luces
de luciérnagas marcan tu camino.


Ese día me supe un ente único
libre de mi atadura sucedánea
y empecé a vagar por los silencios
hediondo de mastrantos y puerco de moriches
a la caza de verbos y metáforas
creyente fiero de mi nueva
dimensión.


También le conocí. Me dió su mano
futura para días obligados.
Supo que inevitablemente el llanto
sería marca atávica y espina
clavada a mi costado.


También le conocí. Me bautizó Poeta
y me dió el ungüento con que curo
las llagas de mis pies y toda soledad.

También le conocí. Alejandro su nombre
y también yo le extraño.

Henrry Di Spirito



Gavrí Akhenazi – Morgana de Palacios

Transformismos

Dulce animal de miedo que me hostiga
el corazón –espinas y tormentas–
con un lazo arterial,
un rudimento de puente entre latidos,
un refresco de sangre que devuelve su sentido a la herida.

Desde esta piel lejana y sus cansancios,
abrevo en su laguna atemporal
y pongo a consideración de su elemento
la terrenalidad de mis batallas.

Apilo las derrotas y los cuerpos
de sueños que han pasado a mejor vida.

Sopla un viento de agua
que levanta de lágrimas un aire en que no llueve
como si fuera
una región perdida de aquella África mía
en las otras historias.

A veces me pregunto en cuál violencia
de todas mis violencias,
el animal de miedo se transformó en domador de furias
y me arropó en su humedad de sedas lloviznosas.

Empapo mi animal con su animal de agua.

Y el mío, soberbio y monolítico, se vuelve un raro pez,
un pez que vuela,
un pez que canta con un canto sordo,
un pez que a veces se transforma en nube
y ha aprendido a llover.

Un pez con su sangre de pez que, mar abajo,
se envuelve con lagunas los deseos.

Gavrí Akhenazi


Mnémico

Hay que ser muy valiente para encender la luz
y sentarse a escribir oscuridades
sin nadie alrededor.
Sacar los trapos sucios del arcón del enigma
y orearlos al sol,
comprobando el alcance de la propia palabra,
mientras las tripas hacen borborigmos
con venenosa bilis de autocrítica.

Hay que ser muy valiente, casi profesional,
para crear perfiles a las sombras
cuando están entonando el mea culpa
por su torpe ficción
en el húmedo abismo al que le invocan.

Cada vez que alza vuelo memorioso,
destroza la ceguera
de la costumbre.

Morgana de Palacios


Curación por la lluvia

Hembra animal de agua ha puesto lluvia encima de la mesa.

Hoy mi animal no caza. Permanece,
tenazmente sujeto a la vasija de escanciar el mundo,
y habla con los dientes de habitar desastres
hastiados a experiencias.

El animal de agua reflota las lagunas de todos los océanos
y con una mirada
las recoge y las junta en la vasija con que da de beber
a mi animal de sed.

No me pregunta lo que otros me preguntan.

Nunca pregunta lo que otros le preguntan a mi animal sin ruidos,
a la profunda bestia agazapada
al fondo de su incógnita.

El animal de agua ha lavado a ese animal de sed
casi todos los restos de derrumbe
y en la noche es un ave solícita que canta
mientras guía la sangre por un espacio entre candiles áridos.

Me pregunto,
–como un desarrapado cazador de ausencias–
qué será de mis pasos si el animal hembra de agua
un día me abandona de nuevo en este viento
desértico, oscuro e infinito.

Gavrí Akhenazi


Mnémico II

Realmente no sé, si amortajamos juntos
lo frágil de este carro de combate
o esperamos aún estrenar la palabra
que nos defina únicos
mientras rompe el silencio.

No se trata de amor
ni de dolor
ni de resignación a sus designios.
Se trata de anhelar lo perdido hasta dañarnos,
codiciar lo imposible,
soñar con lo impalpable.

De verdad que no sé
cómo es posible que mi huella de agua
resbale por tu sangre
y salga a borbotones de tu boca.

Qué inclemente ternura
acompaña a los gestos de tus manos
que acarician la piel de mi memoria,
si se apaga la luz del corazón
cuando me duermo,
y no dejo un segundo de buscarte.

Morgana de Palacios

SONETOS

Henrry Di Spirito – Solange Schiaffino

Te presiento

Estar sin mí, sin lengua y sin sonido
incognito de todos y en la nada.
Dolor sobre el dolor de la tonada
que asoma su rumor inadvertido.

Me alejo de mi centro indefinido
sobre una cuerda floja o mal tensada
un poco a tientas, ser a ser, callada,
labio a labio, la noche, que se ha ido.

Sólo el sudor sobre el sudor, la mano
sobre mi mano, muro a muro, adiós
sobre el adiós, lo siento en el lo siento

no puedo en el rumor, rugir lejano
del labio sobre el labio, dos a dos,
piel a piel, verso a verso. Te presiento.

Henrry Di Spirito


Lo siento

Cuánto duele escribir dolor, lejana
sin que mi mano esté sobre esa mano
medirme en cuanto digo, si un vilano
acaso, y no temer en la ventana.

Cuán difícil estar y ser nirvana
sin memoria, ser libre en este plano
y ofrecer las estrellas de un arcano
que abrigase certezas del mañana.

Pero si muestro cuerda y sus dos puntas
o que el centro lo es más si compartido,
siento que ya mi sol no es placentero.

que disfrutes la vida a la que apuntas,
es todo cuanto espera este latido
y aún puedas creer que sí te quiero.

Solange Schiaffino


Compromiso

No sé si te parece sea absurdo
pero sé que no miento si declaro
que el Sol es sólo Sol y no pasado
y el mar es sólo mar y no futuro.

Y es que me desentiendo de desnudos
azules o salobres e incendiarios:
desdigo del galope de caballos
de alquitrán que recorren mis dos mundos.

Verás, las cosas piden que las nombre
y haga versos de cal y lluvia fina
en mi camino de regreso a casa.

No has de temer a párpados insomnes
ni a mis quebrantos de promesas idas
en esas noches de amapolas blancas.

Henrry Di Spirito


Mis quisiera

¿Quién dice que la vida es trazo recto?
¿Acaso desdecirse no es lo mismo
que aceptar este avance con realismo?
tampoco yo le creo a lo correcto.

El todo no equivale a lo perfecto,
porque vengo de historias sin lirismo,*
y decir un te amo en el abismo
tiene de pan y piedra como efecto.

No maquillo los nombres de infinito
y si beso no quiero lo que era
pero el miedo se instala como escudo.

Quisiera que se oyera más bonito,
que daría también la vida entera,
que solo digo: «Amor» y ya no dudo.

Solange Schiffino



Jordana Amorós – Isabel Reyes

Curriculum vitae

Para bailar la conga hasta la aurora,
jugar al mus, cantar en un sexteto,
reír o hablar de todo lo indiscreto,
siempre a alguien se encuentra a cualquier hora

Cuando, después, su faz abrumadora
muestra la vida y te somete al reto
feroz que te devasta por completo,
compruebas que contigo nadie llora.

Otro fracaso más que condecora
un «curriculum vite», ya repleto
de ellos, conformando un mal panfleto
de nuestra humana esencia perdedora

El mío, escrito a golpe de soneto
desde una lejanía sanadora.

Jordana Amorós


Entre alfileres

Mi vida, esta fugaz luminiscencia
que ante mis ojos pasa evanescente,
me clava un aguijón incandescente,
me induce a sopesar mi resiliencia.

Pensaba que tenía resistencia
ante los avatares del presente
y sin forzar el alma ni la mente
rendida voy perdiendo la existencia.

Entregada y vencida, mi camino
se encuentra envuelto en una bruma oscura
y solamente veo anocheceres.

Ante el lance final yo me reclino
y os dejo en testamento la locura
de una vida sujeta entre alfileres.

Isabel Reyes


Mayo impenitente

Caminar por la calle con los pasos cansados
del que ya ha recorrido su camino en la vida,
posando sobre el mundo la mirada perdida
y carente de brillo de los desengañados.

Comprobar que usa lentes de cristales ahumados
el olvido y, si encuentra la cara conocida,
no recuerda quién era ni cómo se apellida
ese gesto que emerge de los años pasados.

Sentarse en algún banco, calcular cuánto queda
para llegar adonde termina la alameda
y si tendrá su cuerpo la fuerza suficiente.

Tragarse la congoja que oprime su garganta
y le nubla los ojos cuando un pájaro canta
y alrededor florece un mayo impenitente.

Jordana Amorós


Siembra

Y porque a veces, aun si inesperadas
las cosas ven su fin y alguna llega
a aquella plenitud con que se niega
el destino, o quizás porque pasadas

se descubre que fueron deseadas
yo seguiré apostando por la entrega
sólo a favor del bien, contra la ciega
mentira frente a esperas infundadas.

Pues no haber redención no significa
rendirse ebrios de muerte a los agravios
o entregar la razón a la derrota.

Nos cabe hendir los campos con la pica
y hechos azada manos, piel y labios
sembrar, siempre otra vez, la tierra rota
.

Isabel Reyes



VaRiOPiNTO s

Lluna Vilanova – William Vanders – Henrry di Spirito – Santiago Vázquez

Disfruta de la vida

Disfrute de la vida

Estamos en la vida, a veces
de
        golpe.
Nos devastamos,
palabras que oscurecen el futuro
y que colocan plomo
en nuestros
        pies del presente
y al pasado anestesian.

Disfruta de la vida, cómete la vida,
dale a los versos la libertad,
recolecta cada átomo
de
        felicidad.

Lluna Vilanova


Voy

La palabra es un sustantivo femenino
y
define
al hombre

ensuentraña.

Palabra es una ser

piente

porque piensa,

tiene siete cerebros

P ara escuchar,
A brir la mente,
L abrar símbolos,
A montonar incógnitas,
B eber traba-lenguas,
R omper cánones,
A brazar la paz

arabrir abrar montonar eber-omper brazar

antes

de

que

la

guerra

suceda.

William Vanders


¿Vienes?

¿Vienes? No tengo mucho, como sabes.
No tengo si no versos para dar.
Quizá una canción crepuscular
amarga de nostalgia.
         Días graves
que importan sólo a dos.
         Tal vez mis naves
de versos imprecisos. Navegar
nocturnidades claras por un mar
en luna llena.
     Poco y mucho.
            Claves
sonoras ya perdidas. Mi tesoro
lírico
  no muy rico
        -lo lamento-

Pero entiende que en bosques y riveras
brillan los pedernales más que el oro
y que puedo sembrar así en el viento.

¿Vienes?
       ¿Por qué se van las primaveras?

Henrry Di Sipirito


Esperanza

Sabemos que la vida da la espalda
a todo aquel que espera algo de ella,
disfruta medio llena la botella
y mira lo que esconde tras su falda.

Aprecia cuando el cielo es esmeralda
o cuando emite luz cualquier estrella,
olvida aquello que ha dejado mella
y apóyate en aquel que te respalda.

No todo te será color de rosa,
habrá mil experiencias detestables
que empujen a que tires la toalla.

Pero al final no busques otra cosa:
de escenas que parezcan razonables
elige la que gane la batalla.

Santiago Vázquez


LOS MINIMALISTAS



El recién nacido
vive por instinto y con ayuda

el joven
se cree inmortal

el viejo le teme a la muerte
cuando cada mañana
resucita

dando la espalda a la tumba

*


El pasado sobrevuela
la página en blanco
dejando sombras
de murciélagos en miniatura

Por mi ceguera
siempre creí que eran palomas

*

Voy como un perdedor
ante la luz pública

Viajo con seudónimo

Brinca y chapalea
mi niño interior
sabiéndose feliz

desnudo
bajo la lluvia
escribiendo y capitaneando

al fin
su barquito de papel





La luz pública brilla en su cúpula oscura:
eres el hacedor de rayos
y la mano farolando soles.

*
Por una tristeza que apaga tu estrella
pinta diez en el cielo de tu abismo.

*

Si supieran la verdad del abismo
bajarían con lentes de sol:
hay más luz en la caverna
que en el corazón de un lucero.

*

El ayer es una sombra rota
guardada en tu puño:
vuelve a tu magia.


*

Estrella un upper cut en el pecho del cuervo:
libera sus origamis alados
y ve en pos de la sonrisa.

*

Hay un niño llorando en el vértice de tu ojo izquierdo.
Seca sus lágrimas, abrázale
y dibuja con él un helado de pistacho.



CONSTRUCCIÓN EN HAIKU

Otoño: Variaciones sobre el mismo tema

Santiago Vázquez


Robert Haro


Solange Schiaffino


TERCETOS NO HAIKUS

Faro

En singladuras
de temporal violento
y noches duras,

de frente al viento,
perpetua vigilancia
sin un lamento,

en la distancia
ofrece rumbo el faro
con su constancia.

Antonio Alcoholado


Héctor Michivalka

LOS MALDITOS GUIONES NO SON EL SIGNO MENOS

La raya de diálogo, el guión intermedio y el guión corto, por Gerardo Campani (z’l)

—No quiero entrar —dijo Luisito—, no me gusta este lugar.
Berta miró al niño con resignación. Ya estaba harta de ese niño-problema. Al rato le dijo:
—Pero tenés que entrar.
Luego se quedaron ambos en silencio –un largo silencio– y Luisito se sentó en el suelo.

º º º

En la primera línea aparecen los guiones de diálogo. Siempre va uno inmediatamente antes de lo que dice el personaje. Los dos guiones siguientes van pegados a lo que indica el narrador, como aislando la voz narrativa. El personaje que habla, Luisito, está anunciado por la voz narrativa, en este caso, Luisito. Si el personaje sigue hablando después de esta “interrupción”, puede ir, si la sintaxis lo exige, el signo de puntuación correspondiente, en este caso una coma.

En la segunda línea aparece el guión corto, que es el separador de palabras compuestas, como por ejemplo “físico-matemático”. Esta línea es exclusiva del narrador, por eso aparecen, al final, los dos puntos, que indican que lo que vendrá es la voz de un personaje, en este caso, y como está anunciado, Berta.

La tercera línea es también de la voz narrativa. Los guiones que aparecen aquí son los intermedios, y cumplen la misma función que los paréntesis.

El guión largo (el de diálogo) está en el ángulo superior derecho del teclado numeral, y se consigue apretándolo al mismo tiempo que Ctrl+Alt. [—]

El guión intermedio (el que reemplaza los paréntesis) es el mismo, sólo que se consigue apretando al mismo tiempo nada más que Ctrl. [–]

El guión corto (separador de palabras) es el normal, que está en el teclado principal. [-]

Para que estas diferentes clases de guiones sean factibles, hay que escribir el texto en Word, siempre que el teclado tenga, además, teclado numeral.

Los guiones, cualesquiera sean, van pegados a las palabras, sin espacio previo o posterior.

EDITORIAL

La guerra y la paz, por Gavrí Akhenazi

Dejé de publicar la Revista hace más de un año.

Mientras leo el último editorial pienso que el ’23 resultó para mí un año especialmente espantoso y para no mejorar, me cayó una guerra y desde ella escribo este editorial.

Aunque hubiera abandonado la Revista un año antes y el ’23 haya sido poco halagüeño para con este tipo de emprendimientos, la Revista puede resultar también un punto de fuga desde la realidad hacia otros territorios dentro de los cuales se puedan imaginar mejores mundos, mejores perspectivas y se busque creer en la desnortada nobleza de los seres humanos y en que aún, aún, repito, existe en el hecho creativo un refugio al que no llegue ni la mezquindad –que llega igual– ni la envidia –que golpea la puerta todos los días– ni todas esas minúsculas miserias –de las que nadie se salva– obstaculizadoras de la mejora como humanidad.

El arte, cualquier arte, apela a los resortes íntimos y los devela en su esplendor o en su crueldad.

Expresa lo secreto de los hombres tanto como expresa lo visible, porque en el arte en sí hay un desnudo como el del «emperador», que devela los paraísos y los infiernos interiores del artista.

La literatura, ficcional o no, es un retrato hablado del hombre y sus circunstancias.

Desde lo primordial a lo superfluo, la literatura es un espejo que ofrece, si se sabe mirar dentro de ella, el cuadro humano en todas sus secuencias y procesado desde todos los ángulos a los que alcance la diferencia inconmensurable de perspectivas.

Hace tiempo que me pregunto si todas esas personas, todos estos artistas literarios que confiaron en el proyecto Ultraversal y perseveraron desde la constancia, el apoyo irrestricto y a pesar del pesimismo y los demasiados temporales que capeó este timonel, se mantuvieron fieles y no cejaron de dar batalla en la trinchera, no eran los que había que llevar hasta el puerto más cosmopolita que existe, sin dudar: el arte.

Creo que la publicación de la Revista con la producción de todos ellos es una forma de agradecimiento a los que todos los días hacen posible el proyecto porque no ponen palos en la rueda y si la rueda se encaja en el barro, se bajan del carro y empujan; porque no quieren torcer el timón para convencer al timonel de seguir otro rumbo aunque discutamos de tanto en vez sobre si hay que atravesar entre Escila y Caribdis; porque aún dan debate y proponen ideas; porque a pesar de todo no arrian las velas y frente al huracán han aprendido a escorar; porque están ahí, aprendiendo y enseñando desde el buen hacer de la convivencia armónica, aunque haya irrupciones disruptivas que enrarezcan el ambiente por momentos y porque todos escriben de puta madre (soy yo el del editorial, así que me soy fiel a mí mismo en el idioma).

Que Ultraversal lleve veinte años y que yo quiera retomar la Revista, es mérito de la rebeldía de todos los que no sabemos cómo darnos por vencidos, aunque ya tengamos muchas menos plumas y debamos aprender a volar con los huesos.

Los gustos hay que dárselos en vida.

CONTRATAPA

«Cuando escriban la vida los buenos/al final, vencedores…»

Silvio Rodríguez

Los diarios de la guerra

Traduttore traditore

(el 7 del 10)

Estoy en duda de cómo traducir esta palabra al español desde el hebreo. No sé si es «levemente» o «ligeramente» humano.

Para el caso, siempre se me presenta el mismo problema: la frondosidad del español.

Resulta que como soy escritor cuando no soy soldado tengo un español algo frondoso y por lo tanto se me suelen presentar estas disyuntivas y como estoy en un mal momento, digamos que no percibo realmente si como me acaba de catalogar frente a otro compañero el muchacho que ya terminó de vomitar es: levemente o ligeramente humano, refiriéndose a mí.

«El comandante parece ligeramente/levemente humano».

Por lo menos, puedo imaginar en español que empleó un adverbio (ya que en hebreo es un adjetivo) que aporta a mi conducta una breve cualidad y no me transforma, como han sabido hacer otros, en un «inhumano» a secas.

Es que a pesar de lo que pueda sentir interiormente, si me permito sentir algo, termino como el soldado: vomitando y llorando.

Uno aprende a avanzar por las películas de horror viéndolas como películas; abstrayéndose de pertenecer al fotograma y considerar al fotograma por el que camina, solo eso: un fotograma que sucede a otro fotograma y así, conforman uno detrás de otro, un movie de terror.

Perder la compostura no está en mí y siempre me han cuestionado, bien no sé por qué, esa especie de frigidez mientras a mi alrededor hay llantos, vómitos e imprecaciones y rezos de todos los tonos y colores.

Yo puedo mantenerme fuera de la película y que todo lo que veo sea una película por la que camino como algo superpuesto, pero sin tener nada que ver. Algo como cosas de otros que no me afectan o que no deben afectarme.

Sólo es estar ahí, dotado de la más absoluta impermeabilidad, protegido en una coraza de amianto, incombustible frente a lo horroroso del comportamiento humano.

Mi coraza no tiene poros. Nunca tuvo poros.

Sé qué tengo que hacer y cómo debo hacerlo y de ahí no me saca ni Dios, porque si acaso en un momento me saliera de ser una figura pegada sobre un escenario que no le pertenece, me rompería irremediablemente en no sé cuántos pedazos que ya no podría volver a reunir, como es imposible reunir los pedazos que todos estamos viendo o buscarle los ojos a los niños a los que se los arrancaron o identificar el brazo de esos mismos niños entre el resto de brazos que hay aquí.

Quizás, es como el trastero de la juguetería de un monstruo, en el que podemos encontrar trozos de pequeños muñecos mutilados, sin ojos, sin brazos, sin cabezas y aunque revolviéramos las estanterías de ese monstruoso trastero calcinado, el estado de todo es tal que pegaríamos ajenidades hasta que todos esos muñequitos se transformaran en pequeñas creaciones de un nuevo y a su vez monstruoso Dr. Frankenstein.

Mi unidad nunca toma prisioneros. Mi viejo comandante solía decir que «esta Unidad no junta basura en cajitas y se la lleva de recuerdo».

Cuando ocupé la comandancia, apliqué a rajatabla esa premisa. Sin embargo, con estos jóvenes que no pertenecen a mi Unidad y que conforman una improvisada tropa de soldados de los caminos, hemos capturado algunos infiltrados. Quizás, el propio desconcierto nos lleva a no matarlos para que, a través de ellos, podamos entender con claridad qué es lo que está pasando.

Tuve que ordenar «capturen enemigos» pese a mis propios deseos de exterminio sin indulgencia que, generalmente, es lo que practico. Sin indulgencia.
Por eso, escuchar la expresión de ese joven soldado que ha vuelto a su menester, me ha llamado la atención.

Cuando mengüe este ensordecedor ramalazo de muerte, recordaré preguntarle por qué dijo eso, mientras me miraba extrañamente fascinado.
Termino de enterrar el pajarito en un hueco que hallé entre todos los huecos. Lo cubro con restos de tierra y escombro, en un jardín destrozado por el ataque. Aún sobreviven algunas flores.

Me incorporo, recojo mi fusil y sigo caminando como si la película volviera a rodar luego de una mínima interrupción de la energía eléctrica.

De: Levemente humano (cartas y diarios de guerra)

גברי אכנזי