ARREBATO Y PENSAMIENTOS

Anatomía tumoral

Cuerpo que me sostiene,
cuerpo que me ata.

Alma que se esparce
y se eleva
cuando quiero bajar al rio.

Piel y hueso ardiendo:
quisiera huir de esta tierra en desolación.

Conciencia sostenida a bocanadas,
aliento repelente que grita
dejando atrás el tuétano vacío.

Me pregunto si soy cuerpo, tierra, deseos.

No soy metáfora de nada.
Me veo tan real que me duele.
Tan niño ya, tan moribundo,
que la vida se me pasa pensando;
que los dias se me escriben en prosa,
en cencelladas, en aire,
en nata.

Cuerpo mojado,
alma en mojama,
ceniza profunda.

Jesús M. Palomo


Te has dado cuenta que la luna tiene dados
en que los números son historia rotando
para ser marea sobre la arena que pisamos.

El tiempo juega con las copas sin morir…
…corre aunque deseemos contenerlo.
La tierra sigue mudando en su historia,
nuevos números y una celda de espantos
con otras cenizas y con masas entre soles.

Todo lo que pedimos es una pieza del río…
…Y el llanto está secando nuestros ojos.

Leonardo Zambrano


Andar por esta mente troceada
recogiendo jirones de mí misma
es como practicar mi propia autopsia.

Bisturíes de luz
arrancan del recuerdo
las entrañas.

Isabel Reyes

LOS FAVORITOS DEL EDITOR

Mia Couto

Raíz de rocío y otros poemas (selección)

Para ti

Fue para ti

que deshojo la lluvia

por ti solté el perfume de la tierra

no toqué nada

y para ti fue todo

Para ti creé todas las palabras

y todos me extrañaron

el minuto que corté

el sabor de siempre

te di voz

en mis manos

Abrí los capullos del tiempo

le robé al mundo

y pensé que todo estaba en nosotros

en ese dulce error

de todo lo que poseemos

sin nada tenemos

simplemente porque era de noche

y no dormimos

bajé sobre tu pecho

para buscarme

y ante la oscuridad

ceñirnos por la cintura

estábamos en los ojos

viviendo en uno

amante de una vida.

—-

Di mi nombre

Di mi nombre

pronúncialo

como si las sílabas te quemaran los labios

sopla suavemente

de una confianza

para que la oscuridad se sienta como

para que tu cabello este desatado

para que ocurra

porque creo por ti

soy yo dentro de ti

quien bebe la última gota

y llevarte a un lugar

sin tiempo ni contorno

Porque solo para tus ojos

soy gesto y color

y dentro de ti

me recojo herido

agotado de pelear

donde me golpeo

porque mi mano infatigable

buscar por dentro y por fuera

de apariencia

porque el tiempo que vivo

se muere de ser ayer

y es urgente inventar

otra forma de navegar

otra dirección otro púlsar

para dar esperanza a los puertos

que esperan pensativos

En medio húmedo de la noche

di mi nombre

como si fuera un extraño para ti

como si fuera un intruso

para que yo no me conozca

y sobresaltame

cuando suavemente

pronuncia mi nombre.

—-

Pregúnteme

Pregúnteme

si sigues siendo mi fuego

si todavía enciendes

el minuto de gris

si te despiertas

el pájaro herido

que cae

en el árbol de mi sangre

Pregúnteme

si el viento no trae nada

si el viento arrastra todo

si en la quietud del lago

descansó la furia

y la estampida de mil caballos

Pregúnteme

si te volviera a encontrar

de todas las veces que me detuve

por los puentes brumosos

y si fueras tu

a quien vi

en la infinita dispersión de mi ser

si fueras tu

que reuniste pedazos de mi poema

reconstrucción

la hoja rota

en mi mano incrédula

Cualquier cosa

Pregúntame lo que sea

una tontería

un misterio indescifrable

simplemente

Así que sé

que es lo que aun quieres saber

para que aun sin contestarte

sé que te quiero decir.

—-

Identidad

Necesito ser otro

para ser yo mismo

soy un grano de roca

Soy el viento que te desgasta

soy polen sin insecto

soy arena apoyando

el sexo de los arboles

Existo donde no me conozco

esperando mi pasado

anhelando la esperanza del futuro

En el mundo lucho muero

en el mundo por qué lucho nazco.

—-

La demora

El amor nos condena:

retrasos

incluso cuando llegas temprano.

Porque no es en el tiempo que te espero.

te espero antes de que haya vida

y tú eres el que da a luz a los días.

Cuando llegues

no soy más que nostalgia

y las flores

caer de mis brazos

para dar color al suelo que pisas.

perdido el lugar

donde te espero,

solo tengo agua en el labio

para saciar tu sed.

palabra envejecida,

Tomo la luna en mi boca

y la noche ya no tiene voz

si te desnuda.

se te cae el vestido

y es una nube.

tu cuerpo yace sobre el mio,

un río se riega hasta convertirse en mar.

—-

El momento antes del beso

No quiero el primer beso:

suficiente para mi

El momento antes del beso.

me quiero a mi mismo

cuerpo ante el abismo,

tierra en el desgarro del terremoto.

el labio ardiente

entre el temblor y el miedo,

el oscurecimiento de la luz

en el vaciamiento de los cuerpos:

el amor

no más tarde.

quiero el volcán

que en la tierra no toca:

el beso antes de ser boca.

—-

Te amé sin saber

en el reverso de las palabras

en la cara opuesta

de mi soledad

Yo te amé

y acariciado

tu imperceptible crecer

como carne de luna

en los labios nocturnos entreabiertos

Y te amé sin saber

te amé sin saberlo

amor

de buscarte

amando inventarte

Al borde del fuego

dibujé tu cara

y reconocerte

cambié mi cuerpo

cambié de noche

Me uní al crepúsculo y al amanecer

acostumbrarse a

a tu ausencia intermitente

enseñé los timbilas

esperando el silencio.

—-

Soledad

Me acerco a la noche

el silencio abre sus telas oscuras

y las cosas fluyen

por aceite frío y espeso

Este debería ser el momento

donde me recogería

como una puesta de sol

en el latido de tu pecho

pero la soledad

entra por mis ventanas

y en tus manos afligidas

Libero mi delirio

Ahí es cuando vienes

con tus pasos de niña

tus sueños ordenados

como dos trenzas en tu espalda

guiándome por pasillos interminables

y volviendo a los espejos

donde la vida te enfrentó

Pero los ruidos de la noche

trae tu esponja silenciosa

y sin luz y sin tinta

mi sueño se resigna

Lejos

los hombres se hunden

con el anacardo que fermenta

y la ola del alba

persiste en la reunión

a las rocas del tiempo.


—-

Destino

A la pequeña ternura

me estoy acostumbrando

mientras pospongo

servidor de daños y engaño

estoy perdiendo la dirección

en la repentina lentitud

de un destino

eso me esta siendo escaso

yo se mi muerte

tu lugar escurridizo

tu suceso disperso

ahora

que más

¿puedo ganar?


Acerca del autor

António Emílio Leite Couto, conocido como Mia Couto, nació en Beira, Mozambique, en 1955. En 1972 se instaló en Maputo, donde comenzó a estudiar Medicina. Dos años después abandonó sus estudios para dedicarse al Periodismo. Fue director de la Agencia de Información de Mozambique (AIM), de la revista Tempo y del diario Noticias de Maputo.

Su carrera literaria se inició en 1983, con el libro de poemas Raiz de Orvalho, al que siguió, en 1986, su primer libro de cuentos, Vozes Anoitecidas. Ha publicado novelas, crónicas y relatos breves. Su novela Tierra sonámbula fue elegida como uno de los doce mejores libros africanos del siglo XX por un jurado reunido con motivo de la Feria Internacional de Zimbabwe.

En 1999 Mia Couto recibió el Premio Virgílio Ferreira, por el conjunto de su obra.

En 2013 recibe el Premio Camões, el más prestigioso que se otorga a la creación literaria en lengua portuguesa, convirtiéndose en el segundo mozambiqueño en recibirlo.

VERSOLIBRISTAS

Silvia Heidel – Argentina

Image by Bianca Van Dijk from Pixabay

Postales del instante

III
Podría suceder que el mar fuese devorado por las dunas .
Que abra sus compuertas y mis pasos atraviesen el desfiladero
hasta desenrollar el ovillo de resplandor encantado con médula de miel.
Es tan clara mi voz desde este lado de la ilusión .
Tan suficiente para hipnotizar a la cascabel de siete cabezas
tatuada en mi espalda. Instante,
canta tu bossa nova.
Cómo imaginarte?
Inmortal, pese a que sos fuego?
O, apenas y a penas, infinito mientras dures.


IV
Igual que yo, esta bahía y su calendario
se han desprendido de los inviernos.
Aquí un sol atemporal desliza brillos sobre
cuerpos inmersos en gradaciones de aguamarina.
Una gaviota inmóvil despliega su fuselaje.
Un cardumen quiebra iridiscencias en juegos sin guión previo.
Hay un batir de oleajes que vienen, van y regresan a la misma playa.
Ecos de risas que erizan la dermis con escalas de garganta salobre.
Sobra tanta placidez bajo estas hojambres de redondez imperfectible.
Vibra una energía expansiva en la atmósfera:
desmesura que desborda la palabra y rebasa los contornos.
Es mi corazón acurrucado en tu palma.
Descalzo, el tiempo se detuvo en mi portal.
No sabe adónde ir.



William Vanders – Venezuela

Image by Kerstin Riemer from Pixabay

Parco

Narrar con sombra el fantasma de la sangre.

Fugarme del otro cuando la mente se asusta.

Caminar descalzo sobre los cardos de una lágrima.

Sospechar de la violencia dormida en la derrota.

Ser ángel descosido en la raíz del árbol.

Entrar en el ojo de Dios y extraer origamis de fuego.

Palpar la ceniza oculta en el archivo de la piedra.

Reconocerme.

Saberme.

Hablarme.

Evocar a la muerte que me aviva.

Transcribir mi naufragio.

Volver.

Mudar este silencio a la pausa habladora.

Transferir mi alma a un pez milenario.

Quedarme quieto en la parquedad de su espíritu.

En fin:

Volcar la aurora en mi frente.

Desplazar el infinito a mi nariz oceánica.

Colocar azúcar sobre la sal derramada.

Arrojar esqueletos maniatados por la memoria.

Cincelar.

Olvidar.

Desmarcar.

Partirse desde adentro.

Reunirse.

Beber.

Zigzaguear.

Habitar la locura del sol tragamundos.

Andar.

Mirar.

Callar.

Reconocer al magma en la lengua.

A las anclas incrustadas en la espalda.

Al barco hundido en el pecho.

Dormir.

No despertar.

Descansar.

Lamer la dulzura salobre del destino.

Viajar siempre viajar adonde habita mi ternura.



Jesús M. Palomo – España

Image by Bianca Van Dijk from Pixabay

Poema de amor

No te escribo poemas de amor.
Y te podría decir que tengo las palabras rotas,
pero sería como ladrar en una comisaría.

No te escribo poemas de amor
porque al amor no lo entiendo.
Te llegué con batallas de más
y dejé los adjetivos grandes
esparcidos por los campos,
los tequieros desterrados, al sol.

No te escribo poemas de amor.
Desisto de usar las manos
para aplaudir a mi propio ego.
He dejado aquello atrás también.

Prefiero callar, escuchar la vida
mecido en tu regazo
y dejar que sea el silencio
quien marque el compás
de este corazón adormeciente.



Rosario Vecino – Uruguay

Imagen de Peggychoucair en Pixabay

A pesar, quizás, aún

castradora de aguas santas
mis fluidos
mi llanto

la sagrada humedad de dos cuerpos
trenzados
amándose

cadena de mis manos impidiéndome
el tacto
la caricia

traidora de mi esencia
has congelado mi lengua junto con mi corazón

pero no recordaste -rosarito-
que yo respiro por el estómago
me escondo en el estómago
me muestro en el estómago

y
resucito a otras vidas
-adiviná-

regurgitando

NOVEDADES EDITORIALES

«A instigación del viento»

poemario de John Madison y Eva Lucía Armas

Versión kindle
Versión impresa

Disponibles en Amazon

Quizás la magia existe. No lo sé. Pero muchas veces, el acto de escribir se transforma en un acto de magia que devela ante los ojos atónitos del lector, todo un universo ideal hecho con propuestas sanadoras, con ímpetus heroicos, con penas restañadas y, por sobre todo, como en una ensoñación, un universo en que hay «amor del bueno».

Eva Lucía Armas y John Madison existen y escriben en ese plano que transforma lo real en un caleidoscopio de sensaciones armoniosas.

Han hecho del verso y la palabra, un arma de combate para enfrentar la vida cotidiana y llevarla al plano de los sueños.

Ambos coinciden en el don. Y ambos poseen un don poderoso para hacer de la expresión escrita un ancho mundo sano a través del cual los lectores pueden encontrar la ruta de la sanación siguiendo el rastro de las emociones en su estado más puro.

Dos autores con poder de fuego que viajan por todos los mundos que sus voces fabrican con esmero y latido.

Leerlos vivifica y remodela el día. Como si fuera magia.

Los autores
Eva Lucía Armas – Argentina
John Madison – Cuba

MINIMALISMOS

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Milagros y prodigios

Te he visto obrar milagros y prodigios
y sin superstición te rindo culto:
la eternidad es un momento juntos;
la inmensidad, andar tras nuestros hijos.
El universo es suyo en tu homenaje.
Si hay dioses, se asemejan a tu imagen.


William Vanders – Venezuela

Agrietado

Se nace agrietado,
luego el rayo se hinca en la fisura
y uno queda anochecido y ciego.


Isabel Reyes – España

Haikus

Agazapada
la mar borra la noche
y olvida al cielo.

En la rotonda
se oscurecen los árboles.
Pasa una nube.

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Image by Gerd Altmann from Pixabay

«Espejos», narración en versos

Bahía de Qorna, ciudad predilecta
de ilustres familias, un año impreciso.
Un hombre encumbrado que todo lo quiso
y le parecía rutina perfecta:
pujante, el negocio; la casa, lujosa;
la hija, muy guapa (también presumida);
modélica esposa
de buen apellido (también negligida);
sus viajes constantes marchándose lejos,
dejándolas solas,
trayendo consigo de allende las olas
el mismo regalo siempre: más espejos.


Sinfín de diseños, orígenes, modas,
su gran colección de espejos, de todas
hechuras, tamaños y formas pensables,
tapaba paredes, cubría hasta el techo
y abría, de hecho,
la vista hacia espacios inconmensurables…
La gente llamaba “Mansión de Cristal”
a aquel palacete por cuyos salones
y alcobas sin fondo flotaban visiones
y, oculto entre ellas, un extraño mal.


La casa se llena de espejos,
la casa se llena de sombra,
la casa se llena de viejos
demonios, y nadie los nombra.



La niña tenía, por toda afición
empeño de verse, y en su laberinto
de joven belleza, con todo su instinto
devoto y absorto por esa obsesión,
vivía sus días,
soñaba sus noches, por las galerías
detrás de sí misma, su mero reflejo,
su copia en la luz, los ojos curiosos
en busca de todos sus rasgos hermosos
ya tan aprendidos, un juego complejo
de incógnitas reglas y efectos extraños:
de tanto mirarse, su inmensa guapura
hacía aumentar en número, en años,
cual si una pintura cobrase textura
del lienzo incompleto, la imagen sumisa,
la pose segura de amada figura
salida de un sueño, con esa sonrisa
que augura desastre… signos de locura.


El día relata una historia,
la noche susurra un secreto.
La luz recupera memoria
y la oscuridad su alfabeto.



La madre quedaba detrás, sin lugar
ni asunto ni voz ni apenas palabras.
Y sola, en penumbra, se daba a alumbrar
ideas macabras.
Veía en la niña su propia belleza
copiada, usurpada por una criatura
que trajo a su vida tan solo amargura,
dolor y tristeza, rencor y aspereza.
Y, al verse en los mismos, distintos espejos,
veía a la niña con rasgos ya viejos.
Y no distinguía ya más que una altiva
presencia encarnada en dos, y que oscura,
corrupta en su esencia, furtiva, abusiva,
venía a imponerle violencia lasciva:
romperla en el vientre, quebrar su cintura,
cubrirla de arrugas, ahogarla en saliva,
llevársela viva,
rapto ponzoñoso y a la sepultura.


La obscena presencia que allí se ocultaba,
por arte de sombra, se hizo alimento:
un tósigo gris, insípido ungüento
que, en cada comida, la madre mezclaba.
La hija sufría dolores y llanto
durante la noche; de día, el impulso
de verse, en penoso gemido convulso,
delante de aquellos retratos de espanto.
La contemplación de tal deterioro
creaba en la madre placeres impúdicos,
temblores de gozo perversos y lúdicos
que, igual que un tesoro
de nueva, tardía, vital experiencia,
propósito pleno le daba al suplicio,
gloriosa dolencia,
justo sacrificio.


Me muero, y me muero de miedo,
el miedo de ser un delirio
por siempre, en silencio, y no puedo
salir de este horrendo martirio.



El médico obraba con sus soluciones
de friegas, purgantes, jarabes, punciones…
Tras cinco semanas de intensa agonía
(un largo suspiro), la niña acabó.
Y aquel mismo día,
la madre esta historia de nuevo empezó:
oculto el ultraje
detrás del lamento de las plañideras,
la hija en la tumba y el padre de viaje,
ajeno a su luto y ajena, de veras,
la causa fatal de aquel maleficio
al propio servicio,
la madre tenía la casa al completo
dispuesta a guardarle por siempre el secreto…

… y a solas, de noche,
se ve en cada espejo
un vago reflejo,
y un tenue murmullo de queja y reproche
la acecha detrás de la espalda,
le tira, sutil, de la falda,
le palpa y eriza la piel…
y en tal arrebato,
se lanza a la mesa, tantea el mantel,
vomita en el plato
la blanca simiente
de un horror demente.


Perduro en el aire que pasa
y el aire repite, con creces,
en cada rincón de esta casa,
repite mi imagen mil veces.



Privada de sueño, que no de dolor
ni miedo en el lecho,
mayor pesadilla perturba su pecho
y llena sus horas de horror:
exhausta y enferma,
hambrienta, vampírica, yerma,
consume sus fuerzas… ¡y cada mañana
la muestra el espejo más bella y lozana!

Bahía de Qorna, ciudad predilecta
de augustas familias; por fin ese día
que vuelve del viaje, rutina perfecta,
el hombre encumbrado que todo quería:
pujante, el negocio; la casa, endiablada;
la hija, difunta (que no lo sabía);
y, cada jornada
mucho más hermosa,
esa noble esposa…

CLÁSICOS EN BLANCO Y RIMADO

El viento en la enramada

La cordura
es un don que no abunda demasiado
ni conviene ejercerlo,
pues los locos no quieren que nadie les disuada
de que es solo ruido
ese abigarramiento polifónico
que suena en su cabeza.

Sin saber qué decir
que aporte algo de luz a toda la vorágine
de tantas y tan cáusticas babeles,
qué habrá de hacer mi voz, sino asumirse
lágrima en un océano de sal
y quedarse callada.

Hablar de la armonía
en un mundo de sordos
carece de sentido
mejor no exasperarse malgastando palabras.

Porque jamás la música
ni la verdad
necesitaron nada que no fuese
el susurro del viento en la enramada
y un corazón atento y sensitivo
para existir.

Quién quiera
puede llegar a ellas, solo tiene
que dejar al instinto que descubra
los rumores que pueblan los silencios.

Y escuchar con el alma ensimismada.

Jordana Amorós

Verso blanco

Miguel Urbano

Tercetos encadenados

Canto a la esperanza: A Lorca

Te busco amigo mío por doquiera…
mas no puedo arrancarte de mi mente
pues hiciste en mi alma enredadera.

Y a pesar de tan largo tiempo ausente
tu recuerdo me sirve de alimento,
pues, en mí, siempre vives tú presente

ocupándome todo el pensamiento.
Jinete cabalgando te he soñado,
cometa que volabas sobre el viento.

Y, ¿cuánto con tristeza te he llorado?
Que lágrimas de sangre aún me vierte
el corazón, del tuyo enamorado.

Con su guadaña vino a ti la muerte
quedando aquella noche ensangrentada;
¿Qué hados te trajeron mala suerte?

Y, ¿dónde estaba Dios la madrugada?…
Pero los hombres son con sus rencores,
el odio y tanta envidia despiadada.

Yo querría llevarte algunas flores,
donde tu cuerpo pueda reposar
con el trinar de pájaros cantores.

La luna se quería desposar
tú de negro, ella rojo su vestido
y en sus manos un ramo de azahar.

Y yo pregunto ¿Dónde te han metido?…
Alimentando rosas y jazmines
en un hondo barranco allí perdido.

Te buscaré del mundo sus confines
hasta haber tus reliquias encontrado
y haremos fiesta y fondo de violines.

Tu verso compañero va a mi lado
y, como perro mis entrañas muerde
dejándome el sentido traspasado

soñando…verde que te quiero verde…
Maldita sea siempre toda guerra.
El mismo vencedor también la pierde.

Si no aprendemos del error se yerra:
y esparcimos el odio de semilla
sembramos de cadáveres la tierra.

¡El poeta de alma tan sencilla
sea concordia entre los hermanos,
fanal de amor y paz su luz nos brilla,
y nos haga vencer rencores vanos!


Una fiesta de luz y de colores

Cuando me llamas Juan, Juan de mi signo,
cuando me llamas Juan entro en los cielos
cuando me nombras, Juan, soy tu cautivo.
Cuando me dices, Juan, Juan de los muertos.

Cuando me dices Juan, Juan de mi signo
se desordena el magma de mis versos.
Cuando pronuncias: Juan, no hay más caminos
que elegir en tu nombre de altos vuelos
la majestad de levantar destinos
en órbitas lejanas. Si tu verbo,
si tu cantar de pan, tu son de vino
me invoca: «Juan, mi Juan el marinero»
a mis montes regresan los olivos,
los albatros quebrando mis silencios

Cuando me dices Juan, Juan el marino,
cuando me llamas Juan, regreso al templo
que fundé para ti donde los hilos
del tiempo hacen posible los te quiero.

Cuando me llamas Juan, soy ese tipo
que levanta por ti mareas, reinos.
Cuando me llamas Juan, soy tu marido
en esos tentadores multiversos.

Cuando me dices, Juan, vuelvo a estar vivo,
Dios protege en sus aguas el secreto;
nuestro secreto, amor, donde existimos
en un castillo al borde del desierto,
y solo Dios conoce nuestro exilio
nuestro rito desnudos contra el miedo,
solo Dios reconoce tus vestidos
mis sombreros Fedora, mis misterios.
Solo dios sabe, Octavia, que dedico
al borde de tus labios mientras vierto
mi seminal victoria en tu delirios.

Cuando me llamas Juan, mi Juan el marinero,
mi capitán, mi Juan el de los himnos,
soy tu escritor mercante extra terreno
y en tu fiesta de pájaros y trinos
quiero morir de amor, morir en verso.

John Madison

Rima alterna

Orlando Estrella

Verso blanco
Mi compañera se marchó

Mi compañera se marchó de incógnito.
No me explicó porqué.
No se fue de mi casa, nunca vivimos juntos,
nuestro hogar era el mundo, los caminos, las calles,
los comedores, los hoteles chinos,
-ahí no hacen preguntas-,
les importa un carajo quien eres o quién no.
Y esos pormenores nos definían bien.

Nos gustaba estar solos, apartados de otros.
Amigos de los márgenes, algo así como antítesis,
un gran contraste, pues, éramos militantes
de un partido de masas que procuraba gente
para lograr sus fines.
No fue nada chocante que juntos renunciásemos
maldiciendo los putos dirigentes de mierda
que resultaron ser rateros consumados.

Una mujer brillante, cuyo sueño mayor
era ser contratada como investigadora
como cualquier ratón de biblioteca.
-Aunque esté recluida y que además me paguen-
musitaba con brillo en su verde mirada.

Pero un día se fue, se apartó sin decir,
sin dar explicación. Quizás sea frecuente
en la mujer independiente, libre.
O tal vez cometí un disparate
y no lo supe.

Si no fuese habitual mi mundo solitario,
me hubiese golpeado con una mayor fuerza
ese trance de vida que recuerdo
como el mejor poema que se adapta a mi estilo.


Mea culpa

Resultaría fácil
culpar a los demás de que haya huecos
en las opacas vetas de espejismo
con las que construí mi gazapera.

Afuera luce el sol
y por los agujeros se cuelan alfileres
que inoculan el frío de la luz.

Aunque me convirtiera en diosa de ocho brazos
los dedos no serían suficientes
para tapar las brechas que persisten
en su afán de mostrarme mi ceguera.

Culpo a mi cobardía y su tesón
en hacerme mirar hacia otra parte,
mientras tarde o temprano
los problemas que un día no enterré
revientan para abrir otro boquete.

Ángeles Hernández Cruz

Verso blanco

Eva Lucía Armas

Romance heroico

La playa de la Pena

Érase una vez un hombre antiguo
que amaneció en la playa de La Pena.
Con él había un esplendor de antaño,
su vieja Excalibur, cuatro quimeras,
un paquete con voces que cantaban
mojadas bajo el sol pero despiertas,
algunos abalorios hechiceros
que olían a Patchouly y hierbabuena,
conjuros varios, notas, mapas, pan
y un fuego que alumbraba en cualquier niebla.

Iba a pie por el mundo con sus cosas:
sus viejos dinosaurios de otras eras,
sus aves fabulosas e imposibles,
su voz de encantador de las tormentas,
su flauta de Hamelín, sus distracciones
y su red cazadora de cometas.

Un día, tuvo un barco y fue pirata,
un corsario en busca de una reina
y anduvo por «los mares procelosos»
al timón de su propio Perla Negra
que del norte hasta el sur viajó la aurora
buscando una esperanza aventurera.

Érase un hombre antiguo, un hombre extraño,
con manos de apartar todas las piedras
el que llegó a la playa dando voces
como conquistador de las sirenas
y levantó castillos y almanaques
puso en horario el reloj de arena
y se sentó a esperar tejiendo pájaros
a que se enamorara de él la ausencia.

La Pena lo miraba, alucinada.
Toda la isla olía a madreselvas.

CATORCE VERSOS

Jordana Amorós – España

Pájaro de nieve

En mi ventana canta un pájaro de nieve
con un trinar que habla de un pálpito aterido,
una canción que nunca jamás había oído
y al escucharla toda mi alm
a se conmueve.

El color de la tarde ya no es tan desvaído
y al tiempo sin textura le presta su relieve.
Hay una bocanada de suavidad que mueve
el aire, que en su encaje se queda entretenido

Con qué fervor quisiera aprender de su humilde
manera de olvidarse de sí, de hacerse albricia,
más allá de la anécdota del helor y su duelo.

Y practicar el arte de colocar la tilde
de mi decir en donde la voz se hace caricia
de pluma y se ensimisma en el placer del vuelo.


Sergio Oncina – España

La barca

Mecido por el mar, seguro y reo,
a merced de los vientos y la luna
soy Calypso, Penélope, Fortuna
y rico en soledad, cuanto deseo.

El cielo me acompaña y no me creo
esta suerte de calma, la oportuna
cadencia musical bajo mi cuna,
la extrema suavidad del bamboleo.

No lucho contra nadie en el camino,
barquichuela sin quilla a la deriva,
madera sobre el agua sin destino.

No sueño y tengo estrellas al alcance,
luciérnagas que miran desde arriba
la inconsciencia infinita de mi avance.


Morgana de Palacios – España

Relampadare

Quién no abrazó interminablemente
en un instante íntimo de exilio,
la plenitud salvaje de un idilio
hecho de carne y vísceras y mente.

Quién no abortó irremediablemente
algún amor gestado, sin auxilio,
en cualquier clandestino domicilio
ante un prohibido hogar de llama ausente.

Por el relámpago de un disparate,
quién no ha muerto en la gloria de un combate
de amotinadas sábanas furtivas,

para resucitar, sola y desnuda,
con la triste impudicia de una viuda
de muerto corazón y manos vivas.


EN VERSO LIBRE

Silvia Heidel – Argentina

Imagen by Jackson David
Flashback

Una nube se ha detenido sobre el piso del cuarto.
Bajo su sombra que no se decide a ser lluvia,
lloran sin lágrimas los ojos de mis difuntos.

Acodados en la férula del recuerdo
son bocas descosidas de silencio,
gestos que bailan con pie mesurado
alrededor de la mesa vestida de fiesta.

Han sentado en mi falda
las llanuras oscilantes donde rieron,
sus huertas y jardines de corolas gigantes
hoy brotan en mi alfombra.

Han puesto a cantar al rescoldo
levando misterios con sus manos blancas
que regalan duraznos al aire
y musitan claves a sus bandoneones.

Un tobogán de niebla los trajo a mi puerta,
ahora que mi memoria opone su espalda
a este catálogo que naufraga en un vórtice.

Y ese fogonazo dispara su carta sin remitente
en el ojo del espejo que me mira desolado.
Impasible.


Love and peace

Hay olor a sol de verano en el aire,
bajo un cielo tan brillante que lastima.

Se diría que los eucaliptus
transpiran tristezas mentoladas,
heridos por el flechazo de siriríes
ajenos a tanta escaramuza.

Escucho el golpeteo del oleaje
acariciando mis perímetros.
Reincido en ejercicios de olvido,
hamaca de viento que lleva y trae
sobre las luces flotantes del día.

Mientras, descifro titulares:
los leo al revés,
en diagonal,
en zigzag,
en jeringozo.
Están escritos en idiomas que no entiendo.
Deberíamos inventar un esperanto
que no sea polilla de biblioteca.

Todo esto, para no ver los peces
que alguien arrojó en mi living.
Una tonelada de peces muertos.

Te lo dije.
No es un lugar seguro.
Nunca lo fue.
Solo en tu cabeza love and peace.
Solo en tu cabeza.


Jesús M. Palomo – España

¿Cómo te llamas?

Me llamo Jesús por mi abuelo.
Me llamo Jesus,
sin tilde,
porque mi padre lo escribía así.

Me llaman Jesus, o Palomillo
pero me han llamado de todo.

Cuando era niño me llamaban Chusete
y lo aborrecía.
Así aprendí a hacerme el sueco.

Y, cuando era menos niño,
me llamaban Txus,
porque había otro que portaba el mismo nombre
y yo,
que llegué más tarde,
no era merecedor de ser nombrado completo.
Por eso ahora siempre llego antes que los demás.

Cuando me salio el bigote
y me afeitaba con la cuchilla de mi padre
nadie me llamaba.
Dejé de ser popular.

De vuelta de Mallorca,
me llamaban maricón.
Pero lo decían por lo bajini,
no fuera a ser cierto.
Con mis plumas los descolocaba.

Tuve una época
donde casi ninguno de los que conocí
recuerda mi nombre.
Aún hoy, algunos ni me saludan.
Cómo iba a saber yo que estaban casados.



Siri dice

Avanzo hacia un destino
que aún no soy capaz de vislumbrar.

Lo hago usando mapas antiguos,
pues renuncio
a ser mecido por el ge pe ese,
que me hace sentir atontado,
adormecido entre las consignas.

«Siga adelante en la rotonda
si quiere llegar a la Gloria»

Pues no quiero.

Desisto de ser guiado por satélites,
a pesar de las ocasiones
que me he precipitado por ruas embarradas,
por rutas que acaban en basureros
y en cuevas ciegas.

Avanzo errando,
sin que nadie me controle
y voy encontrando recovecos insospechados.

Solo cuando en la niebla
me abandona hasta la orientación,
se me antoja poética la última voz de Siri.
«Ha llegado.
Su destino está a la izquierda».

EN VERSO BLANCO

Silvana Pressacco – Argentina

Tal vez, solo así

Todo continuará
cuando cierre los ojos definitivamente.
Yo me iré y quedarán tareas inconclusas,
no habré aprendido todo,
me iré sin más reclamos,
sin darles más respuestas.
No sabré ni la fecha, ni la hora,
ni el valor de mi entierro
y no me importará, ya nada importará,
ni siquiera que deje de dar explicaciones
y nadie, ni yo misma,
pueda con un regaño.

Espero que después
no surja algún soldado
que quiera reemplazarme en esta imaginaria
hasta quedar sin resto,
alguien que encuentre el norte sin agujas
y ofrezca su columna como armario de errores.

Se apagará mi luz y tal vez, sólo así,
de sus ojos se caigan las cortinas,
entiendan que detrás de las ventanas
hay golpes, frustraciones, sufrimientos
y sobre todo hay un aire delicioso .



Ana Bella López Biedma – España

Cuadernario de silencio

Un golpe.
Un golpe y el silencio.

Hay un hombre talado en mitad de la tierra.
Sus raíces me muerden de los pies a la boca.
Apenas es de día y, sin embargo,
se ha derrumbado el sol sobre mi espalda.

Después solo un tic tac acuoso, inexorable
y un pasillo plagado de luciérnagas
con su destello triste.

Mi mundo se parece a un ajedrez
lleno de damas blancas
que cruzan el cansancio de mis ojos
con su rictus de pájaro.

Voy tejiendo la espera con hilos de colores
que destiñen mis manos, deshaciéndose en lágrimas
que gotean también sobre el silencio.

Hay un beso de polvo que se durmió en tu nombre
por no llamarte hogar lo suficiente.



Ángeles Hernández Cruz – España

Los de antes, los de ahora


Un pañuelo anudado detrás de la cabeza
enfunda mi cabello rubio eslavo
con tonos albaneses;
los ojos se entrecierran
para que no deserten del horror
mis párpados semitas;
la nariz es de indígena amerindio,
pequeño promontorio
que equidista los pómulos de un azul bereber;
de Birmania y el Tíbet es la sal de mi cuello,
y la barbilla siria se me escurre
sobre la piel del rostro negra centroafricana.

Mi lengua habla el idioma
de todas las mujeres, los niños y los hombres
subidos a unos pies que se deshacen
por el camino amargo de la huida,
al vadear los ríos de esperanza,
cuando escalan los muros de vergüenza,
y al adherirse al suelo de los botes
que llevan rumbo al fondo de los mares
o al castigo
de una deuda perpetua.

Qué corta es la memoria
para tan largo viaje.

MINIMALISMOS

Héctor Michivalka – Honduras

Mi vida fue buscar
siempre buscar

Busqué la luz en vano
como un ciego

Cayendo como río
que se condiciona
por la fuerza de la inercia

así voy

Ahora que me encontré
doy fe

de que estoy perdido


A pesar de todo
la vida ha sido un hotel

barato pero acogedor

Me agradó aprender viajar
soñar equivocarme…

Vine a vivir
y morí varias veces

La muerte ha sido mi lazarillo


Letrero de neón
tartamudeas en clave Morse

pasajes
del callejón sin salida

donde la nostalgia
cerró sus puertas

Heme aquí con el tintineo
de un manojo de llaves


Aunque
me tocó bailar con la más fea
hasta el amanecer

no perdí el estilo

Si la suerte
persiste en ser la misma

me encapricharé
en maquillarla


Se ríe el destino de mí
porque
según él
impera su última palabra

Mientras
yo lo moldeo en el barro
como hizo el demiurgo

que dudaba de mí


Me gusta ser yo
porque no tengo otra alternativa

Si me retracto de ser el mismo
perdería mi esencia

La bestia del dolor
se divierte con sus rémoras de colores

LOS CANTARES DE ALCOHOLADO

Antonio Alcoholado – Reino Unido

Image by Maike und Björn Bröskamp from Pixabay

El agujero, un relato en sonetos

Miraban todos por el agujero
y la curiosidad me sugería
unirme a ellos, aunque todavía
tenía que afrontar un grave pero:
mi condición de raro y forastero,
exhausto de medirme cada día
contra el desdén hacia mi extranjería,
teniendo siempre que empezar de cero.
Al verlos, sin embargo, de ese modo,
ante el boquete absortos y apiñados,
parecía que ya el entorno todo,
el horizonte inmenso a ambos lados,
eran nada; y sentía, como un grito,
la llamada de aquel agujerito.


Es un apacible entorno:
prados verdes, bosque denso,
cielo de color intenso,
montes de dulce contorno.
Sin superfluidad de adorno,
en las casas, un consenso
por pertenecer al censo,
y pan salido del horno.
Algún vestigio romano,
una iglesia y un castillo,
y un antiguo ciudadano
con sus aires de caudillo
recordado en una piedra
que ahora cubre la yedra.


Y a solo unos pasos de aquel monumento,
el gran artilugio que a todos absorta:
apenas un mueble de altura muy corta
con ese boquete, magnífico invento
que ansiaba explorar, llegado el momento,
si así me dejaban, pues no les importa
la gana que el otro, distinto, soporta;
según sus razones, no tengo argumento.
De mí recelaban por ser un extraño,
y entiendo el temor a mi diferencia,
a no respetarles sus leyes de antaño…
Por eso, aquel día que al fin mi paciencia
obtuvo su fruto, miré agradecido
por ese agujero… y aun más, sorprendido.


Dentro del hueco existía un prodigio:
toda la villa, en detalle y aspecto,
un ideal apolíneo y selecto,
cuna de eterno prestigio;
toda su gente, sin mal ni litigio,
solo elegancia y ejemplo perfecto,
formas amables y trato correcto,
música en modo mi frigio.
Todos con ropa de marca famosa;
ellos, peinado impoluto y ellas, audaz maquillaje;
autos de manufactura ostentosa.
Sí, miniatura sublime y un reducido paisaje.
Pero contentos de, cada segundo,
verse cual centro y ombligo del mundo.


Cuando al plano real retorné la mirada,
sentí por un momento la sórdida tristeza
por ellos compartida, la constante certeza
de no ser quien pareces en vida figurada.
Y cuando preguntaron, con mi mayor sonrisa
de reconocimiento, les alabé el buen gusto.
Apenas esto dije, y en el momento justo
volvieron a apiñarse junto al hoyo, deprisa.
Allí se acomodaban a insultos, a empujones,
como no quieren verse, como son de verdad,
ciegos a la existencia más allá de sus ojos,
sumidos y enredados en fatuas ilusiones,
a conciencia atrapados en aquella oquedad,
como si solo fueran un montón de despojos.


Porque soy extranjero
y siento diferente,
no encuentro inconveniente
andar el mundo entero.
Lo de aquel agujero
me es insuficiente,
pues paso a paso, enfrente
hay más, y verdadero.
Recogí mi equipaje,
retomé mi camino:
el cambiante paisaje
es mi mejor destino,
y la naturaleza
me explica mi rareza.

LOS CLÁSICOS

Sergio Oncina – España

La alborada

Hay quien busca la luz en la mentira
y se alumbra con lunas. Pide besos
ingenuos en un feudo de embelesos
y frente a la verdad sufre y delira.

Quiere verse en el sol y cuando mira
solo descubre ímpetu y excesos,
sentimientos agónicos y presos
que no sabe plasmar, rayos de ira.

No conoce la voz inmaculada,
la palabra perfecta que se asoma
al balcón de un poema transparente,

el verbo que ajusticia en la alborada
los miedos a las noches del idioma
y te desnuda agudo e insolente.

(Soneto)


Isabel Reyes – España

Daría

Daría todo el mar, todo mi anhelo
y el agua de mis ojos, mi llanura
con tanta sed de sal y tanto miedo

Daría el sufrimiento, los senderos
de tu boca a la mía, tantas leguas
que median de mi abrazo hasta tu cuerpo.

Daría el trigo verde y el silencio
de tu nombre crecido en los bancales
de mi heredad estéril tanto tiempo.

Daría estarme siempre entre los remos
de tus barcas y el mar, y estar contigo
más allá de los campos y del cielo.

Daría todo ahora, cuanto tengo
de bello en torno mío: las palabras
y el viento delicioso en que te envuelvo.

Por saber qué nostalgia, qué misterio
hay más allá, amigo, hay más acá
de esta orilla en que vivo y no te encuentro.

(Tercetos de Arte Mayor)


Miguel Urbano – España

Te busqué

Te busqué por las cumbres y los ríos,
por selvas y por ricos cafetales,
por remotos espacios siderales,
y por piélagos, cálidos y fríos.

Te busqué sin rendirme a desafíos,
por oasis de verdes palmerales,
por áridos desiertos minerales,
y por volcanes, mansos y bravíos.

Te busqué en el bullicio y en la calma,
sin cesar te soñaba noche y día
siendo de mi existencia ansiada palma.

Y cuando el desaliento me vencía,
al asomarme al fondo de mi alma
al fin te hallé, mi amada, poesía.

(Soneto)


Morgana de Palacios – España

Ciclotimias

Entre ¡vivas! y ¡mueras! me nazco solitaria,
nadie se asombre pues si escéptica me muestro
metáfora baldía y correligionaria
de los que no rezaron jamás un padrenuestro.

Simbólico aluvión de sangre derramada
en arenas extrañas a despecho de azares,
no encuentro mi lugar en ninguna alborada
ni sueño en publicar mis obras ejemplares.

Nací para ser libre con las manos abiertas
que se han ido colmando a traves de los años,
de brillantes esposas y de cerradas puertas
de todos los colores y todos los tamaños.

Hay quien inventa falsas conjunciones astrales
y en alarde piadoso se acaricia a sí mismo
con el polvo de estrellas de las aparenciales
orgásmicas visiones de su propio espejismo.

En la exacta frontera de las pulsiones grises
yo vivo a ras de suelo, casi definitiva.
Si tropiezas conmigo ¡cuidado! no me pises
que suelo revolverme si no hay alternativa.

(Serventesios de Arte Mayor)


John Madison – Cuba

Love cactus

Te encontré y no sabía que guardabas la llave
del orden de mis mundos, nightmare en rebeldía.
Te encontré como encuentras para un ánfora el agua.

Con esa fe imposible, yo encontré tu abadía.

Te encontré y ahora tengo que levantar diez puentes
de Madison en vuelo, poética osadía,
para activar la risa de tu barca nocturna,
verano de mi sangre al declararse el día.

Hoy he pensado en ti, en tu aroma de impúber,
conjugación almática de antigua novia mía,
y he sentido nostalgia de tu loca costumbre
de alunizar espléndida en mi casa baldía.

(Romance heroico)


Natalia Alberca – España

Futuro imperfecto

Un mal día dejé de conjugar
el futuro perfecto. Se esfumó
de aquel libro gastado de gramática
que solía leer asiduamente.

Y me topé de frente con la fobia
que me causaba el modo imperativo.
Con el condicional me consolé,
intentando pensar: ¿Y si tan solo

fuera una pesadilla?¿Si eso nunca
pasó? Me ilusioné con el acaso
que el subjuntivo, amable, me ofrecía

con rasgos irreales. No me queda
salida; aceptaré que mi vivir
es tan solo un gerundio: subsistiendo.

(Soneto)

MINIMALISMOS

Haikus

Héctor Michivalka – Isabel Reyes

1

Abro mis ojos
chorros de humo en el cielo
se acabó todo

2

De barro el hombre
desliza su codicia
cual lava ardiendo

3

Tantos hambrientos
El precio de un misil
evita muertos

4

Los pueblos pobres
son palillos de dientes
para los ricos

Héctor Michivalka

Traduciendo a mi gato


Isabel Reyes

Nocturnos

1

Se incendia el cielo
y a pesar de la guerra
nace la vida.

2

Agazapada
la mar borra la noche
y olvida al cielo.

3

En los adentros
del ser más despojado
se hospeda el cosmos.

4

Sobre mis ojos
las sombras depositan
miedo y palabras.

EN BUEN ROMANCE

Arte menor

Natalia Alberca – España

Luz de luna

Encaramada en un árbol
la niña dijo a la luna:
─Tengo sed, quiero beber
tu leche de blanca espuma,
alimentarme de sueños,
de esos que de ti rezuman;
como cuando era pequeña
y acostadita en la cuna,
a través de la ventana
de mi habitación oscura,
veía el cielo estrellado
y soñaba que a la grupa
de un magnífico unicornio
llegaba hasta las alturas
y conseguía, por fin,
descubrir tu cara oculta.

La luna le contestó:
─Si soñar es lo que buscas
te contaré mi secreto,
préstame atención, escucha…

Y en voz bajita le habló
con mucho amor y dulzura.
La niña escuchaba absorta
recortada en la penumbra
con los ojos muy abiertos
y con la boquita muda.

Después se volvió a su casa
con una escudilla oculta,
resplandeciente de sueños
y llena de luz de luna.



Isabel Reyes – España

Oscuridad

La sombra se ha aposentado
en la mitad de mi entraña
y por más que río y río
la oscuridad me avasalla.
Ni la luz ni los silencios
me dan su dosis de calma
-la que se fue un mes de enero
al filo de la mañana-

El cómo nubla mi vista
entre lamentos y lágrimas
el porqué quema mi boca
al llegar las madrugadas.

Voy a tomar buena nota,
y retirarle las máscaras
a las muchas cicatrices,
que enraizadas como un ancla,
no me dejan volar libre
cual humo de marihuana
para ver si así es posible
que vuelva a brillar mi aura.

Voy andando hacia el futuro
contemplándolo a distancia.



Romance heroico

Gildardo López Reyes – México

Dilema del erizo

Viviendo en el «dilema del erizo»
con todas mis espinas alineadas,
el tiempo me afiló todas las puntas
y ya las tengo todas preparadas.

Mutaron los amores en rencores
con el temor regado en las mañanas,
aquellos sueños que se suicidaron,
con mis preguntas nunca contestadas.

Dispuesto siempre a hincharme sin motivo
con mi supuesta pretensión de calma,
con esta lengua que se afila sola
por demostrar que a mí nadie me gana.

Pero también está el temor creciente
a morir solo, lleno de nostalgia,
sin esa compañera indispensable
con una soledad exacerbada.

¿Te acuerdas de La célula que explota?
ahora quiero todo, al rato nada,
hoy siento que te quiero demasiado,
quizá en la noche ya no me hagas falta.